
por Equipo Portaluz
3 Octubre de 2013Como muchos conversos elegidos en forma extraordinaria por Dios la “Hermana Paquita Morales”, pasó por un hecho extraordinario “de no acudir nunca a los sacramentos, a ir diariamente a Misa”. Luego vendrían cinco años de tira y afloja con Jesús hasta que enamorada de Él consagró su vida al servicio de la Iglesia con las “Siervas del Hogar de la Madre”. La verdad tras las apariencias
Pero no es Paquita, originaria de Salamanca (España) y avecindada en Ecuador, la protagonista, sino -como ella misma lo dice- “la Misericordia de Dios”, que descubrió al conocer los últimos días de vida de Mario.
“La Misericordia de Dios -reflexiona la religiosa a la luz de lo vivido por Mario-, se manifiesta de una manera tan palpable en las palabras de Jesús al buen ladrón: «Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso». El ladrón mereció el apelativo de «bueno», no por haber llevado una vida de acuerdo al ideal de santidad que Dios nos propone: «Sed santos porque yo soy Santo». Mereció el título de «bueno» porque supo acoger la bondad de Dios hecha perdón absoluto en Jesucristo. En el momento de la cruz, el amor de Jesús ardía de tal manera, que en un instante consumió la maldad de un hombre y le hizo brillar en inocencia absoluta: «Hoy mismo estarás conmigo...» y ya sabemos que nada impuro puede entrar en el cielo”.El amado de Jesús
Con 34 años de edad, -nos cuenta Hna. Paquita en la última edición de la Revista HM- Mario era uno de los 1.4 millones de personas viviendo con el virus causante del SIDA en América Latina. Desde su casa de la ciudad de San Cayetano de Chone, en Ecuador, el único anhelo de este hombre era vivir su Pascua como Hijo de Dios en el seno de la Iglesia.
“La comunidad de Siervas en Chone (Ecuador) recibimos la inmensa gracia de ser testigos de una historia de amor muy similar a la comentada anteriormente. Nos informaron de un joven de 34 años, Mario, enfermo de cirrosis y de SIDA que, debilitado por su enfermedad, pedía la gracia del bautismo, pues estaba sin bautizar”.
Nada más enterarse acudieron junto a quien las convocaba... y estaba tan dinámico, feliz de verlas, que pensaron había tiempo como para prepararlo con una catequesis intensiva. Sin embargo a la semana siguiente Mario ardía en fiebre, recuerda Paquita, cuando fueron a visitarle...
“Aun en esas condiciones -recuerda la religiosa- siguió atento la catequesis y terminamos la visita rezando a los pies de su cama el Rosario de la Divina Misericordia”. Regresaron al día siguiente y supieron, dice, que debían llamar de inmediato al sacerdote... “decidimos ir esa misma noche para que Mario recibiese el bautismo”.Ir a las periferias existenciales
(En su columna “Nuestros hermanos homosexuales” publicada en Portaluz el 8 de agosto de 2013, el sacerdote chileno Luis Escobar Torrealba, señalaba: “Quiero recordarles que es la Iglesia quien se ha preocupado y ocupado de tantos hermanos homosexuales contagiados con SIDA que son abandonados por sus pares y los ha acompañado hasta el final... en distintas partes del mundo”)
Las palabras del sacerdote son precisamente refrendadas por el testimonio de miles que como Paquita buscan amar a Cristo en las periferias de las que habla Papa Francisco...
“Salimos de casa a las 9:00 de la noche. Íbamos las Hermanas, tres candidatas, el Padre Vicente y su monaguillo. Por supuesto, nos llevamos la imagen de Nuestra Madre, para que acogiera a este nuevo hijo en sus brazos, a la vez que lo hacía la Madre Iglesia. A medida que se iba desarrollando el bautizo, se disipaban las tinieblas de la tristeza, y asomaba la luz de la gracia, acompañada de la alegría verdadera, esa alegría sin ruido, sin pompas, pero que llena el alma."
"Fue especialmente emocionante el momento en que el Padre le dijo: “Mario, ya eres hijo de Dios, ya puedes llamar a Dios Papá”. Y nos animó a recibirle en la Familia de la Iglesia con un aplauso, aplauso que el mismo joven dio, lleno de alegría y con lágrimas de emoción. Seguidamente recibió la primera Comunión. Tenía en su pecho al Salvador. Recibía ese primer abrazo, que iba a ser preludio del que recibiría del Señor en el cielo. Recibió la Unción de los enfermos y finalizamos con la imposición del escapulario de la Virgen del Carmen. Parecían resonar con inmensa fuerza las palabras: «Hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso». Una imagen vino a mi mente: La de la película de la Pasión, en la que el demonio grita desesperado al ver que la victoria de Cristo le arrebataba las almas”.