por Portaluz
27 Mayo de 2023La historia del padre Daniel Reehil, exorcista de 58 años en la diócesis de Nashville (Tennessee) y director de Radio María USA, es apasionante pues nos confirma que Dios está en todo presente, incluso en las circunstancias más impensables.
El relato de cómo un lobo de Wall Street pudo convertirse en sacerdote y exorcista lo cuenta en un video publicado por el canal de YouTube "Fruits of Medjugorje". Nació, dice, en una familia católica y la primera vez que recuerda haber oído hablar de Medjugorje fue en 1989, cuando su madre viajó allí en peregrinación para pedir la curación del prometido de su hija, que llevaba seis meses en coma tras un grave accidente de coche.
Pero esa peregrinación materna no fue un catalizador espiritual para él, porque siendo apenas un niño Dan había sido ab usado por un sacerdote y esa terrible experiencia le llevó a decidir que no quería saber nada de la Iglesia Católica. Así se mantuvo durante veinte años.
La vida de Daniel tomó entonces otros derroteros. Tras la universidad se trasladó a Manhattan para entrar al duro mundo financiero de Wall Street. Su objetivo declarado era ganar mucho dinero, convencido de que el dinero te hace feliz. Y consiguió su objetivo: el dinero le llegaba por montones.
Éxito sin felicidad
Pero ¿estaba todo bien? No del todo. El joven Reehil pronto comenzó a sentir que el dinero no bastaba para ser feliz. Al contrario, estaba amargado, padecía insomnio o incómodas pesadillas cuando lograba conciliar el sueño. Esto le llevó a un lento e inexorable naufragio existencial y hoy advierte que fue precisamente por el estilo de vida de los tiburones financieros. “Para tener éxito en Wall Strett -dice hoy el padre Dan- hay que ser un tipo duro: cínico, enfadado con el mundo, despiadado, centrado sólo en uno mismo y en su carrera. En resumen, es un negocio despiadado que produce un caos interior”.
Una visita "accidental" a Medjugorje
Llegó el año 1998 y Daniel alquiló una villa en Italia, en Amalfi, para pasar unas vacaciones con unos amigos de Nueva York. De repente, una amiga suya le expresó el deseo de ir a Medjugorje y le convenció para que la acompañase.
Nada más llegar, Dan miró a su alrededor y lo único que veía era a las mujeres mayores rezando el rosario. "Este no es mi sitio", se dijo y decidió que se marcharía al día siguiente después de al menos descansar esa noche y se fue a dormir. Pero "cada alma tiene su día de visita", dijo una vez Fulton Sheen; el día en que Cristo se presenta a cada uno de nosotros. Y ese día llegó para Daniel Reehil esa misma noche.
Cuando se despertó -recuerda el hoy sacerdote-, algo había cambiado. De hecho, todo. La suya no había sido exactamente la Noche de los Innombrables: ningún tormento angustioso, pues había dormido sin angustia alguna. Pero aquella mañana, recuerda, sentía algo en su interior que iba más allá de un simple sentimiento de paz: "Sentí como si todo estuviera bien conmigo y con el mundo. Conmigo, con Dios, con todo. Y no me había confesado. Así que era un regalo, un regalo milagroso".
Confesión y profecía
No se fue de Medjugorje y al día siguiente se confesó, después de 20 años. Al final de la confesión, tras la absolución, el sacerdote lo dejó mudo al decirle de forma inesperada lo que sería una auténtica profecía para Daniel: "Creo que tienes vocación de sacerdote". No tenía ningún asidero para él las palabras del sacerdote, en particular por todo lo que le había contado en el confesionario, empezando por la vida loca de sus años en el cruel y distorsionado mundo de Wall Strett.
Sin embargo, decidió permanecer una semana en Medjugorje teniendo por programa diario: Misa, Confesión, visita a la Cruz Azul, subida al Krizevac y al Podbrdo, el Monte de las Apariciones.
A su regreso a Wall Street, comenzó una dura batalla para Dan. Sumergido de nuevo en ese mundo distante años luz del Evangelio, enseguida supo que sólo con una intensa vida de oración podría resistir las recaídas. Así fue como asumió un horario escrupuloso: rezar el rosario mañana y tarde, para empezar. Incluso cuando caminaba por la calle rezaba el rosario. Durante su pausa para comer no dejaba de ir a misa y además se unió a la Asociación de Jóvenes Católicos de Wall Street.
La llamada de Dios
Un día, un sacerdote, que pronto se convertiría en su director espiritual, le llevó aparte y le instó a rezar a Dios para preguntarle qué debía hacer con su vida. Tras 18 meses de oración diaria, la llamada llegó el 5 de noviembre de 2000.
Era un domingo y Dan permanecía sentado en los bancos después de misa, mientras daba gracias por la Comunión que había recibido. En ese instante oyó una voz que le dice: "¡Ven y sígueme!". Incrédulo, se dio la vuelta. Pero no había nadie a su alrededor. De inmediato comprendió cuál era el plan de Dios para él: sería su sacerdote.
Entre la vida eremítica y el sacerdocio
Después del 11-S, Dan, que entretanto había dejado su trabajo y no podía quedarse en su casa del Bajo Manhattan (el barrio permaneció cerrado durante dos meses tras el devastador atentado), se trasladó a Boston. Allí, un gran sacerdote, el padre Tom DiLorenzo, le invitó a experimentar de primera mano cómo es la vida de un sacerdote diocesano.
Y así comenzó el seminario, que abandonó tras dos años de estudios de teología para ir a ser un ermitaño contemplativo en Omaha, Nebraska, donde asimiló una gran enseñanza espiritual: todo pastor debe ser también, a imagen del Señor Jesús, un cordero de sacrificio. Tras cinco años viviendo los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, regresó al seminario para terminar sus estudios.
Cuando estaba a punto de terminar sus estudios en el seminario, Daniel recibió una llamada del obispo de Nashville, David Choby, pidiéndole que fuera a reunirse con él en la capital de Tennessee. El obispo lo acoge en su casa después de recogerle personalmente en el aeropuerto (todo un gesto poco habitual). Y una semana más tarde le dice: “Sabes Daniel, creo que deberías venir y quedarte en Tennessee y hacerte sacerdote aquí”. Él mismo le ordenará sacerdote en la diócesis de la que será exorcista.
Regreso a Medjugorje: un círculo que se cierra
El círculo de las muchas peripecias existenciales del padre Dan se cierra como empezó todo: Con su regreso a Medjugorje, como sacerdote, acompañando a un grupo de peregrinos de Tennessee, diecinueve años después de la confesión que había cambiado su vida para siempre.
Fue allí, en el lugar donde un don milagroso le había llevado a experimentar la misericordia de Dios, donde Daniel Rieehl se reencontraría con el sacerdote que le había confesado. Quien le reconocerá, diciéndole después: "He rezado por ti".
Antes de su conversión en Medjugorje, explica el exorcista de Nashville, "tenía un pie en el infierno y otro en una cáscara de plátano". Pero como escribió Gustave Thibon en alguna parte, "la misericordia de Dios desciende siempre más bajo de lo que cae la miseria del hombre".
"Nada es imposible para Dios" (Lc 1,37). Así lo atestigua la vida de Daniel Reehil, antiguo lobo de Wall Street con el corazón herido por el abuso de un sacerdote, y ahora, renacido a una nueva vida en Cristo.