Todo empezó con un dolor repentino en la espalda. El médico le prescribió fuertes analgésicos, con receta retenida. En aquel momento Magdalena, joven polaca de Cracovia que ha dado este testimonio bajo seudónimo al portal digital Deon, pensó que se debía a su estilo de vida sedentario, así que intentó comenzar a moverse un poco más. Sin embargo, la medicación ayudó muy poco tiempo, y pronto fue necesario comenzar a inyectarle analgésicos. Pero el dolor reaparecía. “Así que el neurólogo me indicó una resonancia magnética por sospecha de tumor medular. Antes del examen, afirmó que lo más probable era que se tratara de un tumor benigno. El examen confirmó la presencia de un tumor en el canal medular, con tendencia proliferativa y que se infiltraba en las estructuras nerviosas de la médula espinal”.
Los neurocirujanos recomendaron a Magdalena una operación rápida, advirtiéndole que, si el tumor crecía, la parálisis sería segura. Al mismo tiempo la remitieron a un oncólogo. Este médico -dice- le dijo que como "podía ser metastásico", la derivaba a muchos y diferentes exámenes.
Después de la visita al oncólogo estaba desolada. Rezó pidiendo a la Virgen su ayuda, pidió oraciones a sus amigos y conocidos e incluso se elevaron ruegos a Dios por ella en misas. Fue además al Santuario de Nuestra Señora en Licheń y Skrzatusz, pues durante muchos años ha llevado la Medalla Milagrosa y el Escapulario Carmelita. En fin, Magdalena movió cielo y tierra.
"En el peor momento para mí, cuando el oncólogo sospechaba que tenía una metástasis en el pecho, la cadera o el abdomen y amenazaba con una parálisis, tuve un sueño que lo cambió todo. Soñé que esperaba una cita con un neurocirujano de alto nivel. Pero en lugar de él, venía una joven doctora. No podía ver su cara, sólo el contorno de su figura. Me sorprendió que no fuera un hombre. También me sorprendió la empatía y amabilidad que recibí de ella, me sentía cuidada e importante. Al final, me repitió que «todo iría bien». La joven doctora se marchó y yo corrí tras ella preguntándole si sería necesaria la radioterapia. Me dijo que no, al igual que la quimioterapia".
Cuando despertó, Magdalena recuerda que tuvo la sensación de que todo estaba ocurriendo de verdad. A partir de ese momento, el miedo la abandonó "y empecé a rezar la Novena a la Virgen de Pompeya", confidencia. Poco tiempo después, encontró plaza en un buen hospital donde fue operada por un "connotado" neurocirujano, comenta.
Para concluir Magdalena testimonia: "El examen histopatológico mostró que el tumor era benigno, lo mejor posible para esta afección. Al día siguiente, después de la operación, empecé a caminar sin complicaciones. Ni siquiera tuve que tomar analgésicos. Me curé muy rápido. Hoy sé que se lo debo a la Virgen y al mejor médico del mundo, Jesús. Alabado sea el Señor".