Para los oídos mundanos, esas palabras que describen a Erika Bachiochi - Feminista, doctorada en Derecho, católica, provida y madre de 7 hijos - probablemente susciten confusión. De hecho, el perfil de esta norteamericana impulsada por el Espíritu Santo no encaja fácilmente en una categoría.
Es su amiga de toda la vida, Katie Elrod, quien lo afirma al NC Register destacando que Bachiochi transita "una tercera vía" por su capacidad única para fomentar conversaciones difíciles. "Es muy ecuánime e imparcial y siempre trata de ver lo mejor en cada argumento, para acercar a la gente a Dios y a la Iglesia", comenta. Al respecto, Elrod califica de "magistrales" las respuestas de Bachiochi en una reciente entrevista con el periodista del New York Times Ezra Klein, en la que exhibe con claridad "una visión realmente audaz y nueva de lo que significa ser mujer", dice Elrod.
Alexandra DeSanctis, una colega del Centro de Ética y Políticas Públicas de los Estados Unidos, confirma que Erika Bachiochi es para muchos intelectuales un puente para ayudar a llevar a quienes están desde la posición pro-aborto a una visión pro-vida, "tal como ella misma fue ayudada a cruzar el puente. Sus escritos y discursos han formado y dado forma a los míos, de por qué el aborto no es una propuesta feminista en absoluto", comenta DeSanctis.
Los primeros años
A Erika la bautizaron a los pocos días de nacer, pero no creció en un hogar religioso. Los tres divorcios de su madre y el suicidio de dos amigas -dice- la llevaron a cometer imprudencias y a la adicción en su adolescencia, sumiéndose en la introspección desde muy joven. Pero al cumplir los 17, enfrentó sus demonios asistiendo a reuniones del programa de ayuda para adictos 12 steps y cultivando una vida de oración.
Sintiéndose renacer Erika ingresó al Middlebury College de Vermont (Estados Unidos) donde cursó estudios sobre la mujer y sociología. "Me llamaba a mí misma feminista socialista", cuenta al Register, e incluso fue voluntaria un verano para la congresista Bernie Sanders.
A medida que la recuperación de la adicción se afianzaba, curando las heridas familiares, empezó a mirar con nuevos ojos su pasado. "Dejé de culpar a todos los que me rodeaban, especialmente a mi madre", recuerda, y dice que empezó a rezar constantemente, confiando en Dios para su cordura.
Bachiochi pasó luego su penúltimo año en Washington, D.C., en un programa para el estudio de la política estadounidense y el derecho público, y descubrió el trabajo de Mary Ann Glendon y el Movimiento Comunitario, una crítica bipartidista de los años noventa al individualismo liberal en favor de las comunidades consolidadas. A pesar de ser "rotundamente proabortista", cuando la profesora de Derecho Helen Alvaré, encargada en aquel momento de las comunicaciones provida de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, fue invitada a describir la postura provida en una de sus clases, Erika Bachiochi quedó impresionada por su "afecto y evidente alegría". Esta experiencia en D.C. provocó un giro en los estudios de Bachiochi, con un nuevo enfoque en el derecho constitucional y la teoría política, reorientándose "hacia la búsqueda de la verdad" y alejándose del yo a través de la lectura de la filosofía antigua.
Más tarde, Bachiochi aceptó la invitación al Club Newman de Middlebury de un conferenciante católico que había conocido en un seminario y descubrió que los estudiantes católicos demostraban una sorprendente humildad, amor a Dios y profundidad. "Buscaban lo que yo quería, pero se entremezclaba con toda esta charla católica que me hacía sentir muy incómoda", recuerda. "Así que volví a mi dormitorio, me puse de rodillas -que era mi costumbre- y ante Dios me pregunté si yo tendría un hijo. Este fue el comienzo de mi conversión religiosa".
Poco después, Erika vivió una nueva renovación espiritual que la cautivó, estando en una misa. "No sé si fue porque me habían bautizado de niña, que había una especie de arraigo, o si fue el crucifijo lo que me llegó al corazón", recuerda, “pero sabía que estaba en casa”.
Feminismo y familia
Fue en el Boston College, cuando estudiaba teología, donde Bachiochi conoció a Elrod, una católica conversa, que se convirtió en su madrina de confirmación cuando ella se convirtió en miembro de la Iglesia en 1997, con poco más de 20 años. "Desde el principio, nos convertimos en amigas", dice Elrod, que la define como "un gran ejemplo de amistad aristotélica, de intentar convertirse en una versión mejor de sí misma para el mundo".
Hoy, como directora de una escuela independiente para niñas de 6º a 12º grado situada a las afueras de Boston, Elrod afirma que "la alumna superó a la profesora", pues Erika se convirtió en su mentora. "Fue raro para mí encontrar a una mujer que tuviera la perspicacia intelectual, el empuje y la intensidad, y que al mismo tiempo fuera increíblemente humilde".
Erika cuenta que conoció a su marido, católico, tras su conversión. Se casaron durante su estancia en la Facultad de Derecho de la Universidad de Boston, mientras ella se licenciaba en Derecho, y dieron la bienvenida a su primer hijo cuando cursaba su tercer año de estudios.
Aunque su intención era estar exclusivamente en casa con sus hijos, Erika dice que su "intelecto hiperactivo" acabó exigiendo una salida; además la familia necesitaba dinero. Con este empuje editó su primer libro, The Cost of Choice, una serie de ensayos, durante las siestas de su primer y segundo hijo. Luego vino el segundo libro, Women, Sex and the Church: A Case for Catholic Teaching, que es también una serie de ensayos.
Para entonces Erika Bachiochi conocía bien las dos caras del argumento del aborto. "Estoy de acuerdo con muchos argumentos jurídicos feministas, así que veo mi trabajo como el de separar el grano de la paja", afirma, y añade que, en última instancia, la mente siempre "busca la verdad, y nuestros corazones anhelan el bien". De hecho, puntualiza, se acerca a la teoría jurídica feminista "con mucho respeto", desafiando a los conservadores que se caracterizan -dice- por "limitarse a gritar 'no' y pasar por alto así el fundamento subyacente del feminismo, como si eso fuera a ser convincente".
Escuela de maternidad
Para Erika Bachiochi compaginar la maternidad con su trabajo profesional no fue tan desafiante como algunos podrían pensar. "No tenía que estar en una oficina ni depender de un jefe. Así que podía leer junto a los niños, como cualquier madre", explica. "Resulta que estaba leyendo teoría jurídica feminista".
Descubrió su nicho tras escribir en 2011 un artículo para la revista Law-review, que "captaba las intuiciones de muchas feministas provida", desmintiendo la idea de que las mujeres necesitan abortar para ser iguales a los hombres. Fue una época en la que la frase "El deber del momento" se hizo prominente en su vida; cuando "empujar columpios mientras leía artículos de revisión de leyes" ocurría rutinariamente. Atender las necesidades de sus hijos y luego dedicarse a su trabajo, ya fuera profesional o del hogar, "fomenta en ellos la independencia y la capacidad de mantenerse y cuidarse mutuamente". afirma.
El matrimonio, añade, también ha supuesto un campo de entrenamiento para desarrollar virtudes juntos. "Si crías bien a los niños más pequeños y te entregas como ellos necesitan, eso proporciona sabiduría y puede convertirse en la cruz necesaria" para pulirse a uno mismo.
Nuestro descontento actual
Erika Bachiochi cree que los debates sobre la naturaleza de los derechos, especialmente en relación con el aborto, constituyen "el corazón de nuestro descontento" actual. "La increíble virulencia que experimentamos en este espacio se debe al hecho de que nos encontramos en la encrucijada de dos visiones del mundo que compiten entre sí", para llegar a lo que somos como humanos. Bachiochi aborda centralmente el tema en su último libro, The Rights of Women: Reclaiming a Lost Vision/ Catholic Ideas for a Secular World (Los derechos de la mujer: recuperar una visión perdida/ Ideas católicas para un mundo secular).
Para los antiabortistas -argumenta- el aborto se entiende como una violación de los derechos humanos, por lo que hacer valer los derechos de los niños vulnerables es el objetivo primordial, "pero creo que es mejor si entendemos la cuestión desde la perspectiva de los deberes de cuidado que la madre y el padre deben a su hijo, y entre sí. Los derechos son el correlato de nuestras responsabilidades mutuas. Cumplir nuestras responsabilidades virtuosamente es lo que nos hace felices como seres humanos. Inicia un ciclo virtuoso de cuidado mutuo", destaca Bachiochi.
Esto también significa prestar atención a las leyes; las que se basan en una comprensión incorrecta de lo que somos como humanos, puntualiza, distorsionarán nuestra cultura. "Tenemos que encontrarnos con otros seres humanos como seres humanos. Esto está realmente roto en nuestra cultura ahora mismo", afirma Bachiochi. "La caridad tiene que estar por delante de cualquier argumento".
Fuente: NCRegister