por Padre Luis es párroco en la Parroquia Santísima Tr
3 Octubre de 2014Hace algunos días atrás los medios de comunicación rompieron la rutina informativa para lanzar un tema moral hasta el momento ausente en el universo informativo de muchos países sudamericanos. Distrajeron así la atención por algunos días, pero enquistaron la cuestión en la memoria. Son tantas las noticias que finalmente agobian y adormecen bloqueando el filtro de la conciencia. Quizás esa sea la trampa para manejar a las personas haciéndose eco de ideologías que ya han trastocado “culturas más desarrolladas” como Europa...
La Eutanasia es la nueva reivindicación que sitúan como una forma de dar “una buena muerte a quienes no deseen prolongar su agonía”. Curiosamente en los países de Latinoamérica muchas personas son afectadas por una eutanasia silenciosa y oculta. Es la que padecen los pobres, los ancianos, los indigentes cuando deben acudir al servicio público de salud... muchos se mueren esperando ¡y no quieren morirse! Asisten a los centros de salud pública buscando alivio, vida, pero un sistema colapsado por falta de recursos y de infraestructura -se nos dice- es incapaz de dar respuestas.
¿Antes que Eutanasia, no será mejor generar una discusión seria para buscar soluciones a los problemas reales que afectan a la población?... ¡Los pobres siguen siendo sometidos a una eutanasia que no quieren, porque desean vivir!!... Nuestros países envejecen aceleradamente. Millones de adultos mayores a quienes habría que prestarles más atención, premiar sus esfuerzos y no buscar instaurar leyes para matarlos... No podemos hacernos parte de una política de muerte. Primero el aborto, ahora la eutanasia... ¿Luego qué?... ¿Quién pone el límite? ¿Dónde está ese límite? Mientras sigamos en una cultura que ve al ser humano como una cosa, como un número, como un caso, siempre en términos materiales y de abuso, seremos apóstoles de una cultura de la muerte.
Dios no es un dios de muertos. ¡Él quiere la vida! Cuando creó lo puso todo en manos del hombre para que dominara la naturaleza y no en manos de algunos para que se aprovecharan de los otros. “Misericordia quiero y no sacrificios” nos advierte Dios mismo en el Antiguo testamento. Atención a los desvalidos, el amor a Dios y al prójimo, el amor al enemigo son los signos concretos y visibles a través de los cuales Dios se hace presente en personas cristianas.
Una sociedad que busca matar al desvalido para no verlo sufrir es reflejo de personas egoístas y enfermas que buscan congraciarse con el hedonismo reinante, para crear un espejismo de bienestar que será efímero y frágil como un suspiro. “Ámense los unos a los otros como Yo los he amado”, dice Jesús. No dice el Evangelio que nos matemos, ni que eliminemos a los frágiles; todo lo contrario, el Señor se compadeció cuando vio a la mujer viuda que acompañaba el funeral de su único hijo y con él, ella también moría socialmente. Por eso le resucita Jesús a su hijo y con ello les devuelva la vida a ambos y al mismo tiempo sus derecho; les devuelve el gozo y la paz, se llenan de alegría porque la vida es fiesta.
La Eutanasia es un atentado a la dignidad humana. Pareciese que hoy ser viejo, pobre y enfermo es un delito que se castiga con la muerte.
¡Cristianos, llegó la hora de alzar la voz con el Evangelio!: No más muerte, no más desigualdades vergonzosas, no más individualismo y negación de Dios. Bendiciones, paz y esperanza, porque Cristo venció a la muerte y nos trajo nueva vida.