por Aleksander Banka
10 Enero de 2025¿Qué tengo en contra de una visión neutral del mundo? Todo. Sobre todo, que no existe.
Lo que abordo en este momento es el individuo y su visión del mundo. Porque en este ámbito nos encontramos con toda una serie de absurdos y sinsentidos. El más importante de ellos es creer que la visión que uno tiene del mundo puede elegirse libremente o cambiarse fácilmente cuando a uno le apetece. Como resultado, muchas personas han desarrollado una extraña creencia de que es posible educar a un niño sin una visión del mundo: no proponerle nada, no sugerirle ningún valor, y menos aún los valores asociados a la vida religiosa en el sentido más amplio. En la práctica, esto significa actuar en el espíritu de creer que nuestros hijos, cuando crezcan, elegirán por sí mismos una religión u otra, decidirán por sí mismos si quieren o no bautizarse, o - qué sistema de valores pretenden seguir. Sólo tenemos que permitirles hacerlo. Suena bien, ¿verdad? El problema es que es una trampa.
¿Por qué al educar no se puede ser neutral respecto a la visión del mundo? Ante todo, porque el desarrollo axiológico, el moverse en el espacio de uno u otro valor, el estar o no sujeto a determinadas normas, se configura en la persona casi en paralelo con el desarrollo personal y emocional. Es imposible separarlo. Nos guste o no, influimos en nuestros hijos a través de nuestros valores, del mismo modo que lo hacemos a través de nuestras emociones. Solemos darles estas dos realidades estrechamente relacionadas. ¿Qué conclusión se puede sacar de esto? En primer lugar, que todos tenemos una visión del mundo. No siempre coherente, sistematizada, integrada; a menudo contradictoria, intuitiva, irreflexiva. Pero todo el mundo tiene una. Es más, sólo una cierta proporción de nuestras creencias son elegidas o modificadas conscientemente. Por supuesto, podemos cambiar o descartar muchas de ellas, pero entonces no nos enfrentamos a ellas como a una página limpia y sin escribir. Modificamos la visión del mundo que ya tenemos, y esto suele ser un proceso bastante complicado, incómodo y prolongado, que no siempre llegamos a concluir.
Si uno se fija el objetivo de educar a un niño con una visión neutra del mundo, en realidad está educando al niño con una visión del mundo que asume la neutralidad como uno de los valores clave, es decir, una especie de ambivalencia axiológica. Es imposible hacerlo de otro modo. Sin embargo, es ingenuo creer que es fácil pasar de esta ambivalencia más adelante a un sistema de valores específico - por ejemplo, valores religiosos. Una visión del mundo no es una elección puramente racional; es un conglomerado de valores constituidos en nosotros como resultado de la interacción con un entorno de crecimiento concreto y establecidos bajo la influencia de factores emocionales, culturales, costumbres establecidas y pautas de comportamiento. Muchos de ellos los adoptamos inconscientemente. Por tanto, no es cierto que lo que seremos dependa sólo de nosotros. Nuestra forma de percibir y juzgar el mundo es fruto de nuestra historia. Podemos introducir muchos cambios en ella, de cara al futuro. Sin embargo, siempre estamos trabajando con lo que hemos recibido, tanto en sentido positivo como negativo.
¿Cuál es la conclusión? Quieras o no, estás transmitiendo valores a tu hijo. Tanto los positivos como los negativos. Y, lo que es más, lo haces de forma positiva (constructiva, segura) o negativa (no segura). Cuando un día tenga que elegir, se referirá a lo que ha recibido de ti. A veces reconocerá tus valores como propios y se identificará con ellos. A veces los transformará creativamente, y no pocas veces también los negará o rechazará. ¿Por qué ocurre esto? Influyen en ello varios, incluso muchísimos factores. No es irrelevante cómo recibió tu hijo los valores de ti: si en un clima de tensión, coacción, miedo y opresión o, por el contrario, en un ambiente de paz, confianza y amor. Sin embargo, no merece la pena renunciar al privilegio de transmitirlos. Si renunciamos a ello, otros lo harán por nosotros. Nadie es una pizarra en blanco y nadie vive sin una visión del mundo: estamos hechos para los valores.