En el último año el Papa Francisco, al hilo de distintos aniversarios, ha dedicado dos cartas y una exhortación apostólica a tres autores franceses, dos de ellos santos, que son una referencia en la literatura espiritual. Los documentos son breves en extensión, pero a la vez son una muestra del impresionante bagaje intelectual acumulado por el pontífice a lo largo de su vida. Estos documentos son una invitación a leer a esos autores, aunque no solo a leerlos. Hay también que meditarlos, llevarlos a nuestra oración y, sobre todo, encontrar en ellos una guía para nuestra vida cristiana. Expongo a continuación tres fragmentos de cada uno de los textos papales con el propósito de invitar a los lectores a profundizar en una espiritualidad de grandes semejanzas.
El 15 de octubre de 2023, con motivo del 150 aniversario del nacimiento de santa Teresa de Lisieux, el papa Francisco publicó la exhortación apostólica 'C´est la confiance', 'Sobre la confianza en el amor misericordioso de Dios'.
De esta exhortación extraigo los párrafos 19 y 20, que confirman una frase muy característica de la santa carmelita: “Todo es gracia”, y que presentan un camino de infancia espiritual para los pequeños y los sencillos: “Teresita prefiere destacar el primado de la acción divina e invitar a la confianza plena mirando el amor de Cristo que se nos ha dado hasta el fin. En el fondo, su enseñanza es que, dado que no podemos tener certeza alguna mirándonos a nosotros mismos, tampoco podemos tener certeza de poseer méritos propios. Entonces no es posible confiar en estos esfuerzos o cumplimientos... Por consiguiente, la actitud más adecuada es depositar la confianza del corazón fuera de nosotros mismos: en la infinita misericordia de un Dios que ama sin límites y que lo ha dado todo en la Cruz de Jesucristo. Por esta razón Teresita nunca usa la expresión, frecuente en su tiempo, “me haré santa”.
Cabría añadir que solo Dios hace santos. Una vida ascética no conduce, por sí misma, a la santidad. La santidad es fruto de la confianza en Dios. Confianza y fe son en latín palabras de la misma familia: fiducia y fides. Pero no son suficientes si falta el amor. Hay que pasar de la mera devoción a la caridad, aunque no es fácil, sin la gracia, porque tenemos que dejar atrás nuestras seguridades humanas, aunque en un mundo complejo como el actual, algunos solo parecen aspirar a construirse un refugio que los libre de toda “contaminación”. Olvidan que Jesús no pidió a su Padre que sacara del mundo a sus discípulos sino que los librara del mal (Jn 17, 15).
La Carta Apostólica Sublimitas et miseria hominis, publicada el 19 de junio de 2023, con motivo del cuarto centenario del nacimiento de Blaise Pascal, supone una gran oportunidad de conocer a un filósofo, en el que muchos solo han visto el autor de una serie de máximas contenidas en sus Pensamientos. En realidad, estos solo eran bosquejos de una obra de apologética, con numerosas referencias a la Escritura, que Pascal, muerto a los treinta y nueve años, no llegó a redactar.
El siguiente fragmento está tomado del apartado titulado Conversión: la visita del Señor: “Sí, nuestro Dios es alegría, y Blaise Pascal lo testimonia a toda la Iglesia y a todo el que busca a Dios, «no es el Dios abstracto o el Dios cósmico, no. Es el Dios de una persona, de una llamada, el Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob, el Dios que es certeza, que es sentimiento, que es alegría... «Alegría, alegría, alegría, lágrimas de alegría». Y esta alegría divina se convirtió para Pascal en el lugar de la confesión y la oración: «Jesucristo. Me he separado de él, he huido de él, he renunciado a él, le he crucificado. ¡Que jamás sea separado de él!». Es la experiencia del amor de este Dios personal, Jesucristo, que ha formado parte de nuestra historia y participa constantemente en nuestra vida, la que lleva a Pascal por el camino de la conversión profunda y, por tanto, a la «renunciación total y dulce».
El gran “descubrimiento” de Pascal que, antes de su conversión no dudaba de la existencia de Dios, es que ese Dios se ha encarnado en Jesucristo. Un Dios hecho y hecho sangre, un Dios inserto en la vida cotidiana, un Dios personal que sale siempre al encuentro, el Dios del corazón que nos acompaña a lo largo de la vida. Es esa alegría divina, a la que se refiere Pascal, un indicio inefable de su presencia.
La Carta Apostólica Totum amoris est se publicó el 28 de diciembre de 2022 para conmemorar el cuarto centenario de la muerte de san Francisco de Sales. Este fragmento pertenece al apartado El éxtasis de la vida, pues el santo obispo de Ginebra consideraba la vida cristiana en su totalidad como “el éxtasis de la obra y de la vida”.
Dice al respecto el papa Francisco: “No hay que confundir (la vida cristiana) con una fuga fácil o una retirada intimista, mucho menos con una obediencia triste y gris” (...) Permitir que se despierte la alegría es precisamente lo que expresa Francisco de Sales (...) Gracias a ella «no sólo llevamos una vida civil, honesta y cristiana, sino también una vida sobrehumana, espiritual, devota y extática, es decir, una vida, bajo todos los conceptos, fuera y por encima de nuestra condición natural. Nos encontramos aquí en las páginas centrales y más luminosas del Tratado del amor de Dios. El éxtasis es el desbordamiento feliz de la vida cristiana, lanzada más allá de la mediocridad de la mera observancia”.
Francisco de Sales es el precursor de una espiritualidad de los laicos, que no separa la religión de la vida, ni la vida de la religión. Es una espiritualidad en la que se despierta la alegría, un rasgo que hermana, entre otras muchas cosas, a Francisco, Blaise y Teresa.