por Padre Luis es párroco en la Parroquia Santísima Tr
12 Septiembre de 2014“Grita con fuerte voz, no te contengas, alza la voz como una trompeta, denuncia a mi pueblo sus delitos a la casa de Jacob sus pecados..... el ayuno que yo quiero es éste: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; compartir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no despreocuparte de tu hermano. Entonces brillará tu luz como la aurora, tus heridas sanarán rápidamente, tu justicia te abrirá camino, detrás ira la gloria del Señor”. (Isaías 58,6-8)
Estas palabras son las que me mueven frente a la injusticia que todo cristiano debe denunciar cuando afectan a los excluidos de nuestro tiempo y entre ellos, los que están privados de libertad que son siempre los más afectados. Digo esto porque los trabajadores tienen sindicatos que los podrían defender, algunos profesionales están afiliados a colegios que sacan la voz por ellos y actúan de manera mancomunada frente a situaciones hostiles que les afecten... pero los privados de libertad: ¿a quién tienen?...
Todos hemos sido testigos a través de los medios de comunicación de las fuertes y dolorosas imágenes de maltrato a los internos de la cárcel de Rancagua, hechos ocurrido el año pasado... “no existe la tortura sistemática en las cárceles chilenas como en los tiempo de la dictadura” afirmó una autoridad en un encuentro con los magistrados en la ciudad de Rancagua en el año 2011. Soy capellán de cárceles desde hace 21 años y puedo asegurar que sí hay maltrato. El reglamento penitenciario en el artículo 6; decreto 518 dice: “Ningún interno será sometido a torturas, a tratos inhumanos o degradantes de palabra u obra, ni será objeto de un rigor innecesario en la aplicación de las normas del presente reglamento...”
Los pobres siguen siendo los grandes excluidos de todo tiempo, porque las cárceles están llenas de pobres y la justicia pasa a ser un instrumento de presión social que solo se aplica en los que no tienen recursos económicos para pagar una buena defensa. Los excluidos de nuestro tiempo son los enfermos que hacen largas colas en los distintos establecimientos de salud pública de nuestra nación, esperando por meses una hora que cuando llega ya la enfermedad es terminal o simplemente se mueren en las salas de espera de los hospitales, marcando con ello la gran desigualdad que afecta a nuestro Chile.
Escuchaba que en un elegante mall de Santiago de Chile un vestido de mujer costaba ocho millones de pesos y que eran tan exclusivos que ya habían comprado uno ... Si existen personas que tienen ese nivel de poder adquisitivo es porque existen pobres que son explotados para que esos puedan logra aquello. Otros excluidos de nuestro tiempo son los ancianos pobres que viven con una pensión inferior al sueldo mínimo y que quedan abandonados a su suerte por la misma sociedad por la que ellos dieron su vida; los otros excluidos de nuestro tiempo son los niños que se educan en un sistema educacional público malo donde las desigualdades son mas latentes, donde se les prepara para seguir siendo pobres... Los otros excluidos son los chilenos que viven en poblaciones en condiciones de hacinamiento en casas y departamentos con menos de 50 metros cuadrados, sin espacios que les permitan tener una vida digna... ni la tranquilidad de dormir en paz... Otros excluidos de nuestro tiempo son los temporeros que en invierno lo pasan mal, pues no hay trabajo para ellos...
Cómo no gritar entonces cuando vemos una sociedad que quiere acallar el ruido que hacen los pobres con sus lamentos en una cultura de Lázaro y el rico Epulón, donde muchos tienen poco y pocos tienen demasiado y eso hace que los pobres y excluidos sigan comiendo las migajas que caen de la mesa sus amos...(Lc 16, 19- 31) y donde ser pobre pasa a ser sinónimo de problema en un sistema económico que esclaviza, materialista, individualista y excluyente...
No me cansare de gritar el evangelio: “Todo lo que le hiciste a uno solo de éstos ,mis hermanos menores, me lo hiciste a mí...”(Mt. 25,41).“El servicio a la riqueza se convierte en esclavitud a la misma a tal punto que se pierde la sensibilidad por el que sufre y se pierde, además el sentido y la finalidad de la misma existencia humana”(Cometario al texto de Lucas 16, 19-31 de “La Biblia de nuestro pueblo”)