por Cardenal Felipe Arizmendi Esquivel
Hechos
Siendo obispo en Chiapas, junto con los demás obispos de ese estado, de cuando en cuando solicitábamos audiencia con el gobernador en turno, no para pedirle prebendas o favores personales, sino para compartirle nuestra inquietud por algunas situaciones de las comunidades.
Y lo mismo seguimos haciendo los obispos del Estado de México, donde resido ahora como emérito. Pedimos hablar con las autoridades para compartirles nuestra preocupación, por ejemplo, por la inseguridad y la violencia que se padece en muchas partes de la región, por la presencia y actuación de grupos armados que cobran derecho de piso a todos y por todo, por la tala inmoderada e ilegal de nuestros montes y por otras situaciones.
Que a veces no nos hagan caso, porque son situaciones que les exceden o porque no dimensionan la gravedad del asunto, nuestro deber pastoral es hacer cuanto podamos por la vida digna y justa de nuestros pueblos. No podemos encerrarnos en nuestra comodidad, mientras el pueblo sufre y se siente desprotegido.
Hace años, en una cena que tuvimos varios obispos en Los Pinos, con el entonces Presidente de la República, Ernesto Zedillo, cuando él acababa de anunciar en la televisión que ya se había resuelto el problema del campo en nuestro país, le hicimos ver que eso no era verdad y le expusimos varias situaciones de los campesinos que contradecían lo que había manifestado. Sus colaboradores, para quedar bien, le dan informaciones amañadas, que no corresponden a la realidad.
Hace unos meses, dialogando con una funcionaria importante de la Secretaría de Gobernación, le dije que, al exponerles los problemas del país, no lo hacemos como si fuéramos enemigos del gobierno, sino como colaboradores en el empeño de que haya justicia y paz para todos. Le llamó la atención que se lo expresara, porque tienen la impresión de que hablamos como si fuéramos sus enemigos sistemáticos. No es así. Exponemos lo que se vive en el país, no con el ánimo de hacer campaña partidista en su contra, sino para aportar nuestro punto de vista en la solución de los problemas.
Iluminación
En la reciente asamblea de los obispos mexicanos, de común acuerdo, expresamos, entre otras cosas, lo siguiente:
"Como pastores tenemos el deber de hablar con claridad sobre la realidad de nuestro país. No lo hacemos desde una posición política ni partidista, sino desde la responsabilidad que se nos ha confiado como servidores del Evangelio. No podemos ser indiferentes ante el sufrimiento de nuestro pueblo. No podemos permanecer neutrales cuando está en juego la dignidad de las personas. Nuestra misión de anunciar el Evangelio nos exige anunciar la verdad con amor.
"Observamos con preocupación cómo algunos discursos públicos construyen una narrativa que no corresponde a la experiencia cotidiana de millones de mexicanos. Nos dicen que la violencia ha disminuido; pero muchas familias que han perdido seres queridos, o poblaciones enteras que viven con miedo constante, experimentan otra realidad. Nos dicen que se combate la corrupción; pero ante casos graves y escandalosos, no se percibe la voluntad de esclarecerlos. Nos dicen que la economía va bien; pero muchas familias no pueden llenar su canasta básica".
Acciones
Ante las autoridades, civiles o religiosas, no seamos aduladores y aplaudidores por todo, sino colaboradores generosos y valientes, para que ayudemos a tener una visión justa de la realidad que se vive y propongamos caminos de solución para el bien de la comunidad.
