A veces nos encantaría tener poder. Poder para lanzar fuego sobre las aldeas que no aceptan a Cristo o para echar malos espíritus de la sociedad que nos rodea o tomar la espada para luchar contra quien viene a prender a Cristo. Poder, capacidad de transformar lo que nos rodea, según lo que creemos. Incluso defendemos que hacerlo es la panacea que nos devolvería a un falso paraíso perdido en el pasado. Poder para romper y destrozar.
Leyendo el Evangelio de hoy domingo, nos damos cuenta que ese no es el camino que Cristo traza. Su Reino no es de este mundo. Si el reino del Señor fuese de este mundo, los servidores del Señor pelearían para que no fuera entregado y conducido a la pasión (Jn 18, 36). Esto es lo que dice Cristo a Pilatos y lo dice con toda claridad. Siempre terminamos arrodillándonos ante los poderes del mundo. ¿Por qué nos cuesta tanto escuchar el Evangelio? La respuesta es sencilla y tiene mucho que ver con una noticia de actualidad:
360.000 católicos dejaron la Iglesia en Alemania en 2021: un récord que «conmociona» a los obispos
¿Cómo es posible tantos católicos apostaten? Es posible y hasta lógico. Habría que preguntarles qué es para ellos la Iglesia. Si la Iglesia la comprendemos como una opción sociocultural, inmanente, estructuralmente humana y además, las noticias nos hablan continuamente de las barbaridades que algunos comenten, es lógico que no queramos pertenecer a “ese club” socio-cultural. Si encima, como pasa en Alemania, nos obligan a pagar un impuesto por declararnos católicos, es normal que haya tantos alemanes que decidan dejar la Iglesia.
La Iglesia es algo muy diferente de lo que nos venden. ¿La Iglesia no es santa? Claro que lo es, pero no son santos ni el 0,01% de quienes la componemos. El problema que tenemos los católicos es que nadie nos ha dicho, ni hemos experimentado, el sentido trascendente de ser Iglesia. Las catequesis que hemos recibido se quedan en aspectos sociales y culturales. Hemos desdeñado cualquier entendimiento mistagógico, porque para nosotros hablar de trascendencia es contar “historias” e “imaginaciones”. Los aspectos socioculturales pueden tener un gran valor y no podemos dejar de indicarlo. Pero, la Iglesia es mucho más. Pero mucho mucho, mucho más. Incluso si uno entra en su parroquia y se siente ignorado o rechazado, la Iglesia no deja se ser mucho más que el entorno social que genera ese rechazo humano. Si conocemos un sacerdote desorientado, no veamos en él a la Iglesia. la Iglesia va mucho más allá de nuestras debilidades y traiciones.
Se nos olvida que “muchos son los llamados y pocos los escogidos”. Se nos olvida que al banquete de Bodas asisten personas que “no visten” de forma apropiada y no somos pocos quienes tenemos que rogar para que el Espíritu Santo nos revista de la Gracia necesaria. Se nos olvida que Cristo cuestionó el número de verdaderos seguidores que encontrará al volver: "Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?" (Lc 18,1-8). La gran pregunta que nos deberías hacer es ¿Por qué desesperamos y tiramos la toalla? ¿No estamos haciendo justo lo que el maligno desea que hagamos? Cuando perdemos la Esperanza, la Fe se tambalea y las Caridad se reseca. Dejamos de ver la realidad con los ojos de un niño inocente.
Es complicado ser católico en este siglo XXI. A veces hay que esconderse en las catacumbas para no ser apedreado. Cuando nos piden explicaciones de nuestra fe-confianza, no sabemos qué decir. Si dejamos de compartir esperanza con los demás, toda evangelización es imposible. ¿Nueva Evangelización? Claro que la necesitamos y mucho. Pero ¿Qué es? No son métodos, instrucciones, formalismos, instrucciones o actividades. Tampoco son grupos que hacen “la guerra” por su parte”. Nada de esto es Nueva Evangelización, por mucho que intenten vendernos esto. ¿Qué es entonces la Nueva Evangelización? Recordemos lo que Mons Octavio Ruiz (Arzobispo Secretario del Pontificio Consejo para la promoción de la Nueva Evangelización) nos indicó hace justo 10 años: La Nueva Evangelización es volver al "amor primero". ¿Estamos dispuestos a volver al amor primero? ¿Son necesarias tantas parafernalias para arrodillarnos ante Cristo y abrir la puerta de nuestro ser? Los activismos son maravillosos cuando tenemos las cosas claras y arde en nuestro ser el amor. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! "(Lc 12, 49)
A veces nos gustaría tener poder de hacer arder el mundo con fuego. El único fuego que puede transformar el mundo es el Espíritu Santo. Lo vimos en Pentecostés.