Tras su discurso de 2021 a la Curia Romana, el Papa Francisco regaló tres libros a sus oyentes, si bien les aconsejó que no se limitaran a tenerlos en una estantería sino también a leerlos. Acabo de leer uno de ellos, Convertire Peter Pan. Il destino della fede nella società dell'eterna giovinezza, escrito por el teólogo Armando Matteo, que es además subsecretario adjunto para la Congregación de la Doctrina de la Fe.
Este libro trata del fenómeno de una sociedad que no quiere ser adulta, al igual que Peter Pan, y que, pese a que muchos de sus componentes estén en las franjas de edad de los 40, 50 y 60, insisten en comportarse, también en el vestir, como los jóvenes. No existe el paso a la edad adulta como sucedía en otros tiempos. Todos quieren vivir en una eterna juventud. No es casual que ese “eterno joven” sea además un convencido individualista, por no decir narcisista, un apelativo que está de moda. Armando Matteo lleva hace años analizando esta situación y subraya que la pandemia no ha ayudado en absoluto a tomar conciencia de ella. La preocupación de muchos párrocos, y el libro está dedicado a los párrocos de buena voluntad, reside, sobre todo, en ver sus iglesias semivacías. Han pasado casi dos años del gran confinamiento y aunque ha habido momentos de alivio de las restricciones, muchos templos no han vuelto, sobre todo en las misas dominicales, a los niveles de 2019. Ciertamente muchos ancianos no han vuelto por miedo a contagiarse, pero eso no es lo peor. Es más preocupante que bastantes cristianos se han aficionado a la misa on line y les cuesta volver a la misa presencial. No lo dice Armando Matteo, pero mi experiencia me indica que muchas veces en ese tipo de misas solo se escucha la homilía, y no siempre las lecturas. El sacrificio eucarístico puede resultar repetitivo, algo ya visto, y eso conlleva el riesgo de que, más de un domingo, la gente ya no se conecte al canal de Internet para seguir la misa. Con todo, el autor del libro advierte a los párrocos que no pueden estar en una situación de eterna espera, que no pueden estar “esperando a Godot”, estar esperando a que todo vuelva a ser como “antes”. Esa espera parte de un error muy extendido. Los ausentes son considerados “creyentes no practicantes”, por lo que existiría la posibilidad de que un día vuelvan a practicar. Armando Matteo insiste, sin embargo, en que muchos han dejado de ser cristianos y han abrazado la “religión” de Peter Pan. Detrás de esa “religión” hay un sistema económico-financiero que saca importantes réditos, pues es una “religión” del consumo. Ante una mentalidad tan extendida, las estadísticas sobre quienes van a la iglesia no son realmente importantes. Tal y como decía el papa Francisco, estamos viviendo un cambio de época, pero algunos no quieren enterarse. El pontífice ha hablado también de una actitud “gatopardesca”, expresada en aquella novela en la que se decía que todo debía de cambiar para seguir siendo lo mismo. Un “gatopardismo” católico no cambiará la situación. De ahí que el autor del libro es un tanto escéptico sobre la profusión de eventos pastorales “novedosos” o sobre la burocracia con el ejemplo de que una “unidad pastoral” será el resultado de la fusión de varias parroquias.
Para acercarse a Peter Pan no bastan ni la sociología ni la psicología. El eterno joven no admite jerarquías, estados y fases de la vida. Su sentido de la libertad es dar curso a los propios deseos. Vive inmerso en una esfera de autonomía subjetiva, en la que no hay lugar para la trascendencia. Esto no significa, como señala Armando Matteo, que desaparezca la pertenencia a grupos políticos o religiosos. Pero adherirse a ellos no implica limitar su autonomía individual. Hay algo más importante que cualquier obligación religiosa, moral o civil, y es “el derecho de tener derechos”. El autor solo ve una excepción a esta regla: los únicos principios irrenunciables en Italia, y por supuesto en España, se derivan de la pertenencia o la identificación con un club de fútbol. Pero Peter Pan es un tremendo escéptico: la vida es pura inmanencia; los fines últimos y las causas colectivas son engaños e ilusiones; la realidad es inmodificable y no la cambiará ningún régimen político. Peter Pan solo aspira a divertirse y soñar.
Armando Matteo insiste en que Peter Pan raramente volverá a las iglesias. Deben ser los cristianos los que vayan a buscarlo con la luz y la gracia del evangelio. Esta es la Iglesia en salida a la que se refiere el papa Francisco. Es la opción Francisco, de la que habla el autor en uno de los capítulos. Esto supone admitir que existe un nuevo contexto cultural, que la Cristiandad ha tocado a su fin y que hay que un buscar un nuevo paradigma pastoral. No se puede ser un auténtico cristiano si no se llega a ser adulto. El modelo que propone Armando Matteo es el de Jesús, la mansedumbre hecha carne. Relaciona la mansedumbre con la madurez, y esa madurez es una invitación a salir de uno mismo. Es ejercer la misericordia y la ternura como Jesús, que se conmueve ante la viuda de Naím o ante los amigos del paralítico que descuelgan su camilla por el techo. Para atraer a Peter Pan, hay que ser un buen samaritano. Fratelli tutti nos da las suficientes claves para ello.
Este libro no debería interpretarse como unas meras instrucciones para un plan pastoral. Cabe añadir que es necesario amar a Peter Pan. Debe de haber una verdadera amistad, concreta y no genérica, no basada en discursos generales sino en gestos particulares. Además, el cristianismo debe de ser, como indica el autor, una mezcla de mansedumbre y de alegría. Copio las significativas palabras finales del libro: “Es nuestra alegría el antídoto y la vacuna contra el individualismo radical que hoy aflige y crucifica al mundo. Es nuestra alegría de adultos y de creyentes, felices de serlo, el movimiento justo para convertir a Peter Pan de su ilusión de un solitario goce infinito. En verdad, solo quien ama disfruta, solo quien sabe hacer feliz disfruta, solo quien da disfruta”.