Es que hay días realmente así, gloriosos y maravillosos.
Ya saben que tenemos en Braojos un campamento católico. El jueves 4 de julio pasado, en la primera misa que celebré para el grupo, y qué gozada de comportamiento, de piedad y de saber estar ante el Señor de todas ellas, al llegar el momento de recibir la eucaristía, prácticamente todas, religiosas y niñas, lo hicieron en la boca y de rodillas. En el duro suelo de la iglesia parroquial de Braojos.
Era un tema para resolver. En mi anterior parroquia, en Madrid, teníamos un reclinatorio que los fieles podían utilizar con toda normalidad si deseaban recibir al Señor de rodillas. Aquí no teníamos un reclinatorio y estaba pendiente de ver cómo hacerme con uno. Pues se acabó. Setenta niñas y unas cuantas religiosas que comulgan de rodillas. Reclinatorio ya. Ayer mismo por la mañana me puse en contacto con mis amigos de Artemartínez, en Horche (Guadalajara) para preguntar que si tendrían algún reclinatorio. Tenían dos. Pues a por ello: me los reserven, que voy. A la hora de comer ya estaba de vuelta con un reclinatorio en el coche que ayer comenzamos a utilizar. Por cierto, utilizaron religiosas y niñas… y también alguna persona del pueblo. Bendito sea Dios.
El otro momento espléndido del día fueron las horas de confesionario por la tarde. De momento, ayer tres horas seguiditas atendiendo confesiones. Una gozada.
La misa es un momento excepcional. Como se supone que es un campamento de inglés, en ese idioma son las canciones. Perfecto. ¿Dónde está el problema? Dios es políglota y los fieles tenemos buena voluntad y aunque no se entienda la letra sabemos que son cantos para Nuestro Señor y con eso nos basta.
Quiero destacar el momento de acción de gracias tras la eucaristía. Una de las religiosas aprovecha para dirigirse especialmente a las niñas y animarlas a dar gracias a Dios por haber comulgado al mismo Cristo. Ahora mismo somos sagrarios vivos porque Cristo está dentro de nosotros. Así que vamos a permanecer de rodillas un ratito para agradecer a Dios este regalo. Y ahí las tienen, en el duro suelo de Braojos (porque no me digan la razón, pero los bancos se hicieron sin reclinatorios) rezando devotamente.
Ya se dan cuenta de que estoy disfrutando de estos días. Mucho.
Me contaban de campamentos organizados por instituciones católicas en los que los niños no van a misa ni el domingo. La cosa del respeto, ya saben, que cómo vamos a ir a misa, que a lo mejor hay niños no creyentes y hay que respetar. Podían pensarlo al revés: somos una institución católica y se va a misa, y si un no católico se viene al campamento ya sabe lo que toca, o como mucho, que se espere en la puerta que ahora salimos.
El campamento organizado por las religiosas del Hogar de la Madre en Braojos es un campamento de chapeau y varias reverencias. Un campamento organizado por unas hermanas que saben turnarse para dedicar grandes ratos de oración y adoración en el templo. Un campamento donde las niñas se confiesan, comulgan y hasta de rodillas, dan gracias a Dios después de misa, rezan aprenden inglés y se lo están pasando en grande.
Bueno, en grande nos lo estamos pasando las religiosas, las niñas y un servidor. Creo que se me nota.