Desde hace ya 52 años, desde tiempos de san Pablo VI, con motivo del Año Nuevo, los Papas publican un Mensaje sobre la Paz. El de este año lleva por título: «La buena política está al servicio de la paz». Ya en el Antiguo Testamento el profeta Isaías nos indica: «La obra de la justicia será la paz» (32,17). Isaías nos presenta al futuro Mesías como «Príncipe de la paz» (Is 9,6). En el nacimiento de Jesús, en la aparición a los pastores de los ángeles, éstos dicen: «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombre de buena voluntad» (Lc 2,14). Una de las bienaventuranzas va dedicada a «los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9). Tras la resurrección Jesús saluda a sus discípulos diciéndoles «Paz a vosotros» (Jn 20,21) y Pablo en Efesios nos dice de Jesús «Él es nuestra paz» (2,14) y «vino a anunciar la paz» (2,17).Por tanto dar la paz está en el centro de la misión de los discípulos de Cristo.
La paz ha de fraguarse en el corazón del hombre. El respeto y el desarrollo de la vida humana exigen la paz, que se funda en una correcta concepción de la persona humana y requiere la realización de un orden según la justicia y la caridad. La justicia se expresa principalmente en el respeto por la dignidad de las personas y de los pueblos, con el cambio de mentalidad de las naciones hacia sus presuntos adversarios y el diálogo y la amistad como solución a sus divergencias. Y que ello es posible nos lo muestra el ejemplo de Francia y Alemania: tras varios siglos de guerras entre ellos, hoy una guerra entre ellos nos parece ciencia ficción. Luchar por la paz es esforzarse para que haya más verdad, respeto mutuo, justicia y amor, así como tratar de erradicar la injusticia, tanto más cuanto que ante muchos problemas, es necesaria la cooperación internacional.
Como dice el Papa en su Mensaje: «La política es un vehículo fundamental para edificar la ciudadanía y la actividad del hombre, pero cuando aquellos que se dedican a ella no la viven como un servicio a la comunidad humana, puede convertirse en un instrumento de opresión, marginación e incluso de destrucción». A mí siempre me ha impactado el recuerdo de tantos alemanes honrados y decentes que pensaron poder pasar de la Política y vivir tranquilamente su vida, pero la Política no pasó de ellos y tuvieron un Hitler que arruinó e incluso destruyó físicamente sus vidas. Como subrayaba el Papa san Pablo VI «Tomar en serio la política en sus diversos niveles ―local, regional, nacional y mundial― es afirmar el deber de cada persona, de toda persona, de conocer cuál es el contenido y el valor de la opción que se le presenta y según la cual se busca realizar colectivamente el bien de la ciudad, de la nación, de la humanidad» (Carta ap. Octogesima adveniens (14 mayo 1971), 46). Pero cuando se realiza con lealtad, practicando aquellas virtudes humanas que son la base de una buena acción política: la justicia, la equidad, el respeto mutuo, la sinceridad, la honestidad, la fidelidad, es una forma eminente de servicio al Bien Común.
Aunque el hacer política sea ante todo tarea de los políticos, es evidente que los simples ciudadanos no debemos considerarlo como algo extraño a nosotros. Como nos dice el Papa en su mensaje: «Cada uno puede aportar su propia piedra para la construcción de la casa común». Ello supone no sólo el preocuparnos por las realidades que son de interés público, sino también el luchar contra las injusticias, como pueden ser la corrupción y las leyes inicuas como las que actualmente intentan destruir con el aborto y la eutanasia la vida humana, o vaciar de sentido los valores básicos de nuestra Sociedad, como son las leyes apoyadas en el Relativismo y en la Ideología de Género, así como por el contrario apoyar con todas nuestras fuerzas las leyes que favorezcan de verdad la cooperación internacional y la fraternidad universal, fraternidad que para nosotros los creyentes se basa en que somos criaturas de un Dios que quiere hacer de nosotros sus hijos.