Dado que contentar a todos es imposible, lo peor que le puede suceder a alguien es no contentar a nadie, y eso sí puede pasar. Eso creo que es lo que le puede estar pasando al Papa Francisco. A su regreso del viaje a dos países del Cáucaso, en el avión, volvió a reiterar su firme y clara condena de la ideología de género, que ha desplazado al aborto en la eterna guerra que el bien libra contra el mal en el mundo y en la que la Iglesia lucha, casi en solitario, defendiendo la causa de la vida. El Papa no dudó en llamarla “colonización ideológica” y repitió, como había dicho en Georgia, que hay una guerra mundial para destruir el matrimonio. Su enfrentamiento con el progresismo actual, en este punto vital, no puede ser más evidente.
Quizá por eso, el “The New York Times” ha prestado sus páginas para acoger un artículo que, bajo la forma del interrogante, plantea el fracaso del Papa Francisco en su intento de atraer a los católicos desencantados. El autor es un prestigioso escritor norteamericano, editor de “First Things”, la más influyente revista religiosa de ese país, de carácter conservador. Pero lo novedoso no es que un escritor conservador critique veladamente al Papa, sino que el diario icónico del progresismo mundial dé cabida a esas críticas. Es una forma de atacar al Papa usando artillería ajena. Como decía uno de los padres del periodismo moderno, MacLuhan, “el medio es el mensaje”. A la vez, desde medios más conservadores que “First Things” se lanzaba una crítica frontal contra el Pontífice. Una crítica que lleva este título: “Con imperiosa preocupación, acusamos al Papa Francisco”.
Estamos, pues, como decía al principio, en el peor de los escenarios: el de no contentar a nadie. En realidad, eso no es tan importante si a quien se da contento es a Dios, que estoy seguro de que es lo que al Papa de verdad le importa. Sin embargo, y al margen de esta íntima intención del Pontífice, creo que en este momento del Pontificado, cuando Francisco está a punto de cumplir ochenta años y de cerrar la que ha sido su gran apuesta: el año de la misericordia, debemos tener mucho cuidado con lo que hacemos y decimos. Con la mejor de las intenciones y sin darnos cuenta, podemos terminar por ser utilizados como armas arrojadizas contra el Santo Padre precisamente por aquellos que son sus verdaderos enemigos, aunque hasta ahora hayan pasado por ser sus mejores amigos. El Papa ha desencantado al mundo, como no podía ser de otra manera. Los progresistas están desilusionados con él. La Amoris laetitia les decepcionó. Esperaban muchísimo más. Y creo que lo que ahora van a hacer es utilizar a los conservadores para atacar al Pontífice, para intentar que se pliegue a la dictadura del relativismo, expresada ahora en la ideología de género. La munición la dará la derecha, pero los cañones son de la izquierda.
Tenemos que rezar por el Papa, que es algo que él pide continuamente y que unos y otros se olvidan de hacer. Tenemos que apoyarle en este momento más que nunca. Incluso aunque haya cosas que no nos gusten porque son ambiguas y, por lo tanto, den pie a que se comentan abusos gravísimos. Podemos disentir en algunos aspectos, porque él no se ha pronunciado magisterialmente sobre ellos y porque en la Iglesia hay suficiente margen de libertad para hacerlo, y no como sucede en los partidos políticos. Pero el tono general tiene que ser el de apoyar al Santo Padre, mostrarle nuestro cariño, ofrecerle nuestra oración y expresarle que puede contar con nosotros. Hoy la verdadera guerra no se libra en torno a las excepciones sobre la comunión de los divorciados vueltos a casar, sino sobre la ideología de género. Y en esta guerra el Papa está siendo firme y claro. Por eso y porque es el vicario de Cristo, tiene derecho a contar con nuestro apoyo y se lo vamos a dar.