En Italia y en México, el matrimonio entre personas del mismo sexo se abrió paso en las cámaras legislativas. La ONU celebró “con beneplácito” la medida tomada en México (un.org), y el Primer ministro italiano considero que era “un día de fiesta”. ¿Es correcto disentir de esto?
1. Los hechos. El presidente de México, Enrique Peña Nieto propuso, el pasado martes 17 de mayo, reformar al artículo 4 de la Constitución para reconocer como un derecho el matrimonio igualitario, sin importar la orientación sexual y sin discriminación. (El Financiero, 17 mayo 2016)
En Italia, el 11 de mayo pasado, la Cámara de Diputados –después de 30 años de disputa y entre una gran polémica de los partidos políticos– aprobó la ley de uniones civiles para personas del mismo sexo, que ‘de facto’ abre las puertas para la adopción gay. (La Repubblica, 11 mayo 2016)
2. Las reacciones. Dado que estas medidas afectan, respectivamente, la naturaleza del matrimonio y la familia y de la identidad sexual, las respuestas no se hicieron esperar, pues lo que está en juego es la base misma de la sociedad.
La Conferencia del Episcopado Mexicano publicó un comunicado en el que, aunque reconoce que “la gran diversidad de situaciones familiares que pueden brindar cierta estabilidad”, afirma claramente que “no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia”. (CEM, 17 mayo 2016)
En Roma, el secretario de la Conferencia Episcopal Italiana, monseñor Nunzio Galantino, afirmó que “vivimos una derrota de todos”. Y el Papa, en entrevistado por periódico católico francés “La croix” señaló que los funcionarios católicos no deberían estar obligados a celebrar uniones civiles de personas del mismo sexo”.
“Una vez que se aprueba una ley, el Estado debería ser respetuoso de las conciencias. La objeción de conciencia debe ser posible en todas las jurisdicciones legales, porque es un derecho humano”, señalo Francisco. (Clarín, 11 mayo y 17 mayo 2016)
3. ¿Discriminación? Parecería que es una discriminación hacia las personas homosexuales pensar que la familia tiene un modelo natural, pero no es así. Se trata solamente de proteger la verdadera naturaleza de la institución que está en la base de la sociedad.
En el tradicional Desayuno Nacional de Oración, realizado recientemente en Washington (EUA), en el que se reúnen diversos líderes del país para tratar diversos temas de gran importancia, el ponente principal fue el Card. Robert Sarah, Prefecto del Culto Divino.
En su intervención el cardenal, explicó las consecuencias de la ruptura de las relaciones fundamentales en la vida de la persona, que se da cuando viene la separación, el divorcio o las imposiciones distorsionadas de la familia como la convivencia y las uniones del mismo sexo.
El purpurado explicó que el resultado de ese rompimiento es “una herida profunda” en las personas, porque que cierra su afectividad “al amor que se dona hasta la muerte” y eso puede llevar “al cinismo y a la desesperanza”.
Estas situaciones, continuó el Card. Sarah, “dañan a los niños pequeños al infligirles una duda existencial profunda sobre el amor. Son un escándalo y un obstáculo que hace que los más vulnerables no crean en tal amor”. (Aci, 18 mayo 2016)
Aunque es muy importante respetar la libertad y la diversidad sexual, equiparar legalmente cualquier unión al matrimonio no es la vía. Pero queda pendiente una tarea: ayudar a los matrimonios heterosexuales a vivir en armonía para que realmente vivan el amor para siempre.
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