Cuando la ciencia estableció rotunda su devastador veredicto, estos padres que esperaban su primer hijo, iniciaron un camino de aceptación. Su fe y la misericordia de Dios se manifestaron.
En el mundo cada 10 mil seres humanos creciendo en el vientre materno, dos desarrollan un tumor en el sistema linfático conocido como “Higroma Quístico Congénito”. Una evolución invasiva de este tumor, puede incluso ser causa de muerte.
Era el riesgo que enfrentaba Santiago, y sus padres fueron informados de la dramática noticia tras la ecografía practicada a Natalia, la madre, entre el tercer y cuarto mes de embarazo. Manuel el padre, profesor de Educación Física y Microempresario, y su esposa, profesora de Historia, quedaron devastados.
El dolor en la prueba
“Con Natalia cuando nos casamos nuestro gran anhelo era tener un hijo y lo intentamos en reiteradas oportunidades hasta que ella logró quedar embarazada”, cuenta a Portaluz Manuel Soto, el padre de Santiago.
El ritmo de su voz se altera, las palabras se atropellan al recordar emocionado el momento en que recibieron la funesta noticia. “Nos informaron -precisa Manuel-, que mi hijo tenía dos Higroma Quístico Cervicales. Era como si tuviera dos cabezas en su espaldita. Ante tamaño diagnóstico se nos derrumbó el mundo, ¡no sabíamos qué hacer, porque nuestro hijo era completamente deseado, gestado en el amor!”.
Transcurría el año 2011 y ambos padres, residentes en la ciudad de Rancagua (Chile) iniciaron un periplo por clínicas privadas en la capital del país Sudamericano. Pero la ciencia no tenía solución. “Hicimos muchos exámenes que los doctores nos solicitaron y en todos arrojaba que nuestro hijo nacería enfermo”, señala Manuel.
Los jóvenes padres, ambos entonces de 26 años, retornaron a Rancagua con su médico de control, el doctor Hernán Mellafe, especialista ginecólogo y oncólogo, quien a la luz de los antecedentes terminó por ratificar el diagnóstico, recuerda Manuel. Santiago nacería con esta enfermedad.
El fantasma del aborto terapéutico
Como si el panorama no fuere lo bastante desolador “la guinda de la torta llegó cuando a alguien se le ocurrió decirnos una barbaridad… que si hubiere aborto terapéutico podríamos haber considerado ese camino”, recuerda con enfado el padre. Esto desbordó las resistencias de ambos progenitores y teniendo claro que la ciencia ya no tenía soluciones para su hijo, se aferraron a la única esperanza en la que sí podían confiar…
Retornando su voz a la calma Manuel recuerda que “cuando estábamos más desolados nos acercamos a Dios y a la Iglesia”. Alguien les habló dice, de “Padre Luis”, y se fueron a buscarlo a la Parroquia Santísima Trinidad donde hasta hoy presta servicios como párroco. “Tuvimos varios encuentros con él –señala el padre de Santiago- y nos confortaba diciéndonos que este tremendo dolor era una invitación a dar algo más de nosotros, que tuviéremos fe, que Dios algo nos iba a mostrar. Nos invitaba a rezar, a orar, a encomendarnos a Dios. Y eso fue lo que hicimos.”.
Dios, cuando hay auténtica Fe, sana
Natalia avanzaba en su embarazo, sin faltar a los controles y exámenes de rigor. Manuel ocultando su angustia, dice, estaba siempre a su lado y así ambos, precisa, se aferraban a Dios, única esperanza. “Empezamos a ir siempre a misa, también a las eucaristías donde al finalizar el Padre Luis hace oración de sanación… nos reuníamos luego con él y siempre tenía para nosotros una palabra de aliento y bendición. También participábamos y recibíamos las gracias de personas generosas, conocidas y anónimas, que hacían cadenas de oración”.
El 04 de julio de 2011 es un día donde signos de vida y muerte se cruzarían dejando en silencio a la ciencia…
“Fue un impacto maravilloso el nacimiento de Santiago… ¡porque nuestro hijo nació completamente sano, sin ningún problema! Al instante nos miramos con Natalia y sabíamos que esto era obra de Dios”, dice el emocionado y orgulloso padre.
Luego del impacto inicial los esposos tomaron conciencia y hoy no dudan en proclamar su gratitud. “Esto que nos sucedió –dice Manuel- fue realmente un milagro. A quien le contamos llega a la misma conclusión”.
Pero su certeza no está sólo bien fundada en la evidencia de los exámenes durante el embarazo y la prueba irrefutable de salud al nacer el niño, quien hoy a sus dos años es un varón vigoroso, sano y feliz, “lleno de amor, encantador”, al decir de Manuel. Agrega este padre que hace algunos meses Natalia quedó embarazada nuevamente y acudieron donde el mismo doctor Hernán Mellafe. Al encontrarse en la consulta, el facultativo ratificó a estos padres su certeza del extraordinario acontecimiento ocurrido con Santiago…
“Este médico –confidencia Manuel- nos dijo que había ido a un Congreso en Estados Unidos, donde se encontró con ginecólogos oncólogos, especialistas de casos como el que padeció mi hijo. Agregó que había llevado toda la información del caso de nuestro hijo y que junto a sus colegas concluyeron que la ciencia no podía explicar el cómo nuestro hijo podía haber nacido sano”.
Pero Natalia, Manuel, Santiago y María Ignacia, la hermana que pronto nacerá, como millones en el mundo, conocen y celebran a un Dios de vivos. Por ello no sorprende la arenga final con que este dichoso padre finaliza su testimonio…
“A quienes estén sumidos en el dolor por diagnósticos médicos devastadores o a quienes alguna vez les propongan abortar a sus bebés por favor opten por la vida… tengan esperanza, tengan fe, aférrense a Dios. Él es la única persona que nos puede sacar de nuestro dolor, de nuestra angustia. Perseveren, no se den por vencidos, oren; es la mejor medicina para nuestras vidas y familias.”