El extraordinario encuentro con Dios en el espacio que confidencia un Astronauta norteamericano

15 de abril de 2022

“Él sigue haciendo maravillas a 250 millas por encima del planeta. No tenemos que preocuparnos por el límite del amor de Dios. Esa gracia de Dios está con nosotros todo el tiempo dondequiera que vayamos”, dice Thomas Jones.

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El 20 de febrero de 1962, la NASA lanzó uno de los vuelos más importantes de la historia. Ese día, el astronauta John Glenn se convirtió en el primer estadounidense en dar la vuelta al mundo a bordo de la nave espacial Mercury "Friendship 7".

 

Treinta y dos años después, en abril de 1994, hubo otra "primera vez" en el espacio cuando un trío de astronautas católicos comulgó a bordo del transbordador espacial Endeavour. Unos de ellos, Thomas D. Jones, recordó aquella experiencia ante una asamblea reunida el pasado 6 de abril de 2022 en el Santuario Nacional de la Basílica Little Flower (Michigan, Estados Unidos).

 

Thomas, nacido y criado como católico, fue reclutado en 1990 para la 13ª promoción de astronautas de la NASA, participó en cuatro vuelos espaciales y dirigió tres paseos espaciales durante su estancia en la NASA.

 

Thomas Jones habló en la Basílica sobre los 53 días que acumuló en el espacio exterior entre 1994 y 2001 y agradeció haber vivido esta experiencia en el espacio con la ayuda de la gracia de Dios. "Dios estuvo presente durante mi carrera como astronauta, y no podría haber logrado las cosas que hice con mis compañeros de tripulación sin su ayuda y gracia", dijo Jones. "Tenemos fe en Dios aquí en la Tierra; y en órbita, llevamos esa fe con nosotros, y Él sigue haciendo maravillas a 250 millas por encima del planeta. No tenemos que preocuparnos por el límite del amor de Dios. Esa gracia de Dios está con nosotros todo el tiempo dondequiera que vayamos".

 

Jones dice que jamás olvidará cuando era un niño y vio el lanzamiento de la misión Apolo 16 -la quinta misión que llegó a la Luna- en abril de 1972. Ese momento le inspiró para convertirse en astronauta.

 

Su primera misión al espacio fue en 1994

 

 

"Mi (primera) misión fue hace 28 años este mes", dijo Jones. "Pude ir a una misión para estudiar nuestro cambiante planeta".

 

Su equipo tenía la misión de utilizar una cámara de radar especial para captar imágenes aéreas de la Tierra. A medida que se acercaba su misión, Jones estaba nervioso y solía recurrir a Dios en oración, pidiéndole ayuda. "Yo rezaba diciendo: 'Señor, voy a hacerlo lo mejor que pueda con los talentos que me das. (Voy a intentar no) defraudar a esta gente y no defraudar a mi familia'. Y también rezaba, dice, mientras estaban por despegar… "No tienes mucho (que hacer) en la cabina antes del despegue, así que tienes algo de tiempo para reflexionar sobre tu fe. Tenemos nuestra vida de fe en la Tierra, tenemos nuestras oraciones, vamos a misa, leemos la Biblia".

 

Estando allí, recuerda, atados a la pequeña cabina antes del despegue, hablaron los de la tripulación sobre los santos patronos de los astronautas: Santa Teresa de Lisieux, que fue elegida por los aviadores franceses como su patrona durante la Primera Guerra Mundial, y San José de Cupertino, un monje del siglo XVII conocido por levitar sobre el altar de la capilla del monasterio.

 

Sin embargo, este primer lanzamiento no salió como estaba previsto. Después de esperar cinco horas en la plataforma de lanzamiento, el vuelo se retrasó hasta el día siguiente debido a las malas condiciones meteorológicas. El 9 de abril de 1994, Jones tuvo por fin la oportunidad de viajar al espacio.

 

Thomas aún recuerda las sacudidas y el traqueteo cuando el motor cobró vida; lo único que pudo hacer fue agarrarse con fuerza y rezar para que su equipo lograra despegar. "En la Tierra, mi familia estaba en el centro de control (de lanzamiento) y lo único que podía hacer era mirar y rezar. Miraban hacia arriba con una mezcla de euforia y miedo; recuerden que esto no fue mucho después del desastre del Challenger. Volvieron a rezar para aprovechar al máximo los talentos del Señor".

 

Comunión en el espacio ante el Velo de la Virgen

 

 

Una vez que llegaron al espacio, Jones tardó una hora en poder escaparse para mirar por la ventana. Todo lo que vio fue una oscuridad total. "Finalmente, el sol salió y entró por la ventana y me golpeó en la cara y se me saltaron las lágrimas: lágrimas de gratitud porque el Señor me permitió subir aquí después de 29 años y ver esto con mis (propios) ojos".

 

El equipo se mantuvo ocupado durante los 11 días de la misión, haciendo funcionar el radar y recogiendo imágenes las 24 horas del día. Dos de los otros astronautas de esa primera misión eran también católicos. Uno de ellos recibió permiso para llevar la Sagrada Eucaristía al espacio para que los tres católicos pudieran celebrar un servicio de comunión. En medio de la apretada agenda de la misión, encontraban tiempo para una liturgia de comunión de 15 minutos. "Estábamos en la cubierta de vuelo, y estaba oscuro afuera, y decíamos nuestras oraciones y comulgamos juntos. Fue muy emocionante. (Cristo) estaba allí garantizando nuestra seguridad y ayudándonos a hacer nuestro mejor trabajo allí arriba".

 

Cuando el servicio de comunión llegaba a su fin, salió el sol. Jones cuenta que se le llenaron los ojos de lágrimas y miró hacia fuera para ver el azul del océano. "Le dije: '(Kevin), ven a ver esto'. Me dijo: 'Tom, ese es el azul del velo de la Virgen'. Fue un momento muy poderoso para compartir a Cristo juntos".

 

“Toqué el rostro de Dios”

 

 

En 2001, Jones participó en la misión de instalación de Destiny, el laboratorio científico estadounidense a bordo de la Estación Espacial Internacional. Tras el final de la caminata espacial para instalar el Destiny, Jones se dio cuenta de que se había adelantado al horario previsto. Aprovechó la ocasión para llamar por radio al Centro de Control de la Misión y pedir cinco minutos para contemplar el vasto espacio que le rodeaba.

 

"Quería experimentar todo esto, no como técnico sino como ser humano. Quería empaparme de las vistas y de la experiencia de trabajar ahí fuera como no lo había hecho en otras (caminatas espaciales) ... Era una vista tan sublime, tan hermosa, que de nuevo se me llenaron los ojos de lágrimas. Me di cuenta de que estaba teniendo una vista que sólo unas pocas docenas de personas habían tenido antes. Te sientes especial (aunque) también te sientes muy insignificante en la escala de la creación".

 

En ese momento, Jones recordó un poema escrito por el aviador John Gillespie Magee Jr. titulado "Alto vuelo".

 

Arriba, arriba el largo y delirante azul ardiente

He coronado las alturas barridas por el viento con fácil gracia

Donde nunca voló la alondra, ni el águila -

Y, mientras con la mente silenciosa y elevada he pisado

La alta santidad del espacio,

Extendí mi mano y toqué el rostro de Dios.

 

"Al igual que Gillespie, extendiendo la mano para tocar el rostro de Dios, sigamos todos nosotros extendiendo la mano hacia Dios en nuestras vidas aquí, y puedo decirles, por mi experiencia personal, que van a ser escuchados", dijo al final de su testimonio el astronauta norteamericano.

 

 

Fuente: Detroit Catholic

 

 

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