El 29 de mayo, el físico teórico Marcelo Gleiser (Río de Janeiro, 1959) y profesor del Dartmouth College recibió el Premio Templeton: 1,2 millones de euros y el reconocimiento a su “excepcional contribución a afirmar la dimensión espiritual de la vida”.
Por el interés que concitan sus argumentos, reproducimos la siguiente entrevista que sostuvo con María Martínez López publicada en Alfa y Omega. En ella este científico de origen judío, que se declara agnóstico en sus obras de divulgación científica, refuta a los científicos ateos por pretender usar la ciencia para negar la existencia de Dios.
Usted afirma que la ciencia es una cruzada espiritual. ¿Por qué?
Tenemos que tener cuidado sobre lo que queremos decir con «espiritual». Cuando digo que la ciencia tiene una dimensión espiritual, no lo digo en un sentido sobrenatural, como relacionado con el alma. Lo digo en el sentido de que la espiritualidad es el reconocimiento de que hay muchos aspectos de la realidad que permanecen desconocidos (e incluso incognoscibles) para nosotros y que los humanos tenemos una necesidad visceral de conectar con este desconocido. En este sentido, veo la devoción a la ciencia, especialmente a esas áreas que hacen preguntas mayores sobre el espacio, el tiempo, lo material, la vida y la mente, como un puente entre lo conocido y lo desconocido y, como tal, un camino espiritual para conectar con la naturaleza y sus misterios.
¿Qué papel juegan otros campos no estrictamente científicos como la espiritualidad y las humanidades en esta búsqueda?
Los humanos no somos criaturas puramente racionales, deductivas. No tenemos una única dimensión. Tenemos dudas, sentimientos fuertes, aspiraciones, sueños, preguntas sobre el sentido, sobre el valor. La ciencia es parte de lo que llamo el trípode existencial de la humanidad, que incluye la filosofía y la religión. Son muy diferentes en su naturaleza y sirven a objetivos distintos. Sin embargo, sería estúpido y, francamente, empobrecedor, reducir nuestra humanidad a una relación con la naturaleza y nuestras preguntas existenciales meramente científica y empírica. Algunas personas pueden inclinarse más hacia uno u otro de estos tres pilares, y esos es una decisión personal.
Sin embargo, debemos entender también que la ciencia queda como la mejor forma de relacionarnos cuantitativamente con la naturaleza y sus fenómenos. Es solo que, para muchas personas, hay otras formas de relación y los científicos no deberían tener la arrogancia de pensar que su camino es el único. Por otro lado, la religión sirve a su propósito, y este no incluye una descripción cuantitativa de la naturaleza.
¿Dónde comenzó esta cruzada para usted?
No fue un camino lineal. Como adolescente, era un poco místico, y me preguntaba sobre la naturaleza del tiempo y de la muerte. En torno a los 13 años, descubrí a Einstein y rápidamente comencé a aprender sobre su obra como científico y sobre sus ideas sobre la ciencia y la religión. Y me enganchó. Cuando me di cuenta de que la ciencia podía implicarse en el estudio de las preguntas profundas sobre la naturaleza de la realidad, ya no miré atrás. ¿Qué podía ser más emocionante que pasarse la vida pensando sobre el universo y sus misterios?
¿A qué dedica sus investigaciones ahora?
Estoy estudiando lo que en general se llama teoría de la complejidad. Esencialmente intentamos desarrollar vías cuantitativas para estudiar lo que queremos decir cuando decimos que un sistema es complejo y cómo se vuelve más complejo con el tiempo. En particular, me interesa comprender qué leyes de la naturaleza determinan cómo evolucionó el universo de una simple sopa de partículas elementales de materia poco después del Big Bang a un sistema lleno de estrellas, galaxias y sí, vida y personas.
¿Cuáles son esas preguntas a las que la ciencia no puede dar una respuesta final? ¿No se podría averiguar todo simplemente con el tiempo y más investigaciones?
Algunas cuestiones científicas, incluso si son muy complicadas, se resolverán con el tiempo. Otras simplemente no se pueden resolver, a menos que cambiemos lo que queremos decir por ciencia y cómo se hace. En mi libro La isla del conocimiento: los límites de la ciencia y la búsqueda de sentido lo explico. Por ejemplo, la física no puede dar una respuesta final sobre el origen del universo. Podemos construir modelos simplificados de lo que pensamos que puede haber sucedido hace unos 14.000 millones de años, pero son extrapolaciones con muy pocos datos o apoyo experimental.
La ciencia necesita un marco conceptual de trabajo. Por ejemplo, los modelos necesitan espacio, tiempo, leyes de conservación de la energía y otros elementos. No podemos hacer ciencia sin ellos. El origen del universo incluiría el origen de estas leyes. Decir simplemente que vivimos en un multiverso y que nuestro universo es uno de muchos no explica nada.
¿Qué otros límites hay a nuestro conocimiento?
Tampoco podemos decir nada sobre lo que existe más allá de nuestro horizonte cósmico, la distancia que la luz ha viajado desde el Big Bang. Podemos asumir que habrá más universos como el nuestro ahí fuera, pero no podemos estar seguros. Otro ejemplo más pegado a la tierra es el origen de la vida en nuestro planeta. A menos que pudiéramos probar un teorema de que solo hay uno o muy pocos senderos bioquímicos para ir de la no-vida a la vida, nunca podremos estar seguros de lo que realmente sucedió aquí hace unos 4.000 millones de años, aunque creemos vida en el laboratorio.
Se define como agnóstico. ¿Es una postura más basada en la ciencia, o en su experiencia y reflexión personal?
Yo distingo entre ateísmo y agnosticismo, aunque algunos de mis amigos no vean clara la distinción. Cuando me declaro agnóstico, lo hago en contraste con un tipo más radical de ateísmo que categóricamente niega la existencia de cualquier deidad. Aunque comparto el escepticismo, no la niego categóricamente. La razón es simple: en ciencia es muy difícil negar algo categóricamente. Podemos acumular pruebas de que algo existe con nuestros detectores y máquinas, pero es mucho más difícil determinar que algo no existe. Así que lo que me parece más consistente con lo que hace la ciencia es permanecer abierto sobre lo que no sabemos. También es más humilde y respetuoso con las diferencias entre personas y culturas. Una negación categórica es dogmática, que es lo que muchos ateos critican de la religión organizada.
¿Por qué es tan crítico con los científicos materialistas que usan la divulgación científica para negar la existencia de Dios? Usted tampoco lo cree.
Por lo que acabo de decir. Sigo siendo materialista, pero no puedo ser arrogante hasta el punto de saber más de lo que sé sobre la naturaleza de la realidad. Además, las posiciones radicales como la de Richard Dawkins y otros solo echan más leña al fuego. No tratan de juntar a la gente, solo la separan más. Y son anti-tribalista por naturaleza. Creo que en la sociedad hay espacio para el desacuerdo civilizado. La religión tiene un papel social muy importante en muchos países, especialmente en los pobres, dando a la gente un sentido de dignidad compartida y propósito. Me parece bastante ridículo que un puñado de varones anglosajones blancos afirmen desde su superioridad académica que todo eso es inútil sin ofrecer nada constructivo a cambio. Afortunadamente, este tipo de superateísmo está en decadencia, como debe ser.
Etimológicamente, agnóstico es el que no sabe. Pero usted es científico y ha trabajado en cosmología. ¿Qué puede afirmar que sí sabe sobre el origen del universo y del hombre?
La postura agnóstica combina el conocimiento sobre lo que sabemos y la humildad sobre lo que no sabemos. Sabemos muchísimo sobre la naturaleza de la materia, las partículas que la componen, la evolución y propiedades del universo, el funcionamiento del cuerpo y la mente humana. Pero también tenemos enormes vacíos en nuestro conocimiento sobre todos estos frentes. Comprendemos bastante bien la historia del universo desde una trillonésima de segundo después del Big Bang hasta hoy. Comprendemos bastante bien las fases que atravesó la vida aquí en la tierra, desde los organismos de una célula hasta los complejos y, al final, hasta los simios inteligentes. Es maravilloso y es un triunfo de la ciencia. Pero los vacíos están ahí, y son lo que nos siguen manteniendo ocupados, y hacen bien. La ciencia es, después de todo, implicarse con lo desconocido.
¿Tiene alguna opinión o hipótesis sobre lo que está detrás de la naturaleza?
No tengo ninguna hipótesis sobre Dios o dioses de ningún tipo. Respeto las muchas formas en las que la gente piensa sobre esta cuestión, pero no suscribo ninguna. Para mí nuestra diosa es la naturaleza, que es la que nos ha dado origen. La ciencia trata de comprender estos procesos naturales en parte, pero nunca lo logrará totalmente. Es este misterio el que mueve mi espíritu creativo. No atribuyo un poder sobrenatural a las cuestiones que no podemos comprender científicamente. Debemos abrazar nuestras limitaciones como seres humanos falibles, con un conocimiento incompleto del mundo y de nosotros mismos.
Durante su carrera, ¿qué ha visto entre sus colegas sobre la relación entre ciencia y fe?
Una enorme variedad. Algunos son religiosos en un sentido más tradicional, aunque no la mayoría. Muchos son indiferentes. Otros, como yo, tiene una conexión espiritual con el mundo natural, que podría llamar religiosa en un sentido no tradicional. Por ejemplo, los que son miembros de la Asociación Religiosa Naturalista.
(Para proseguir leyendo la entrevista completa accede a su fuente en Alfa & Omega pulsando aquí).