Pedro es un sacerdote octogenario católico chino, que hoy vive en Italia. Pasó la mayor parte de su vida en China, donde “la actividad religiosa estaba prohibida para todos los niños” y “la mayoría de los líderes religiosos eran encarcelados y enviados a trabajos forzados”. Cuando China comenzó a abrirse al mundo en 1979, Pedro, “por primera vez”, asistió a una misa y más tarde decidió ser sacerdote. Arrestado "porque yo pertenecía a la Iglesia fiel al Papa", se pasó ocho años en prisión.
La abuela y la fe prohibida
Pedro conoció a un sacerdote por primera vez en la escuela: "El gobierno había ordenado al párroco venir a nuestra escuela todos los días para limpiar los cuartos de baño (…), y eran letrinas donde había que sacar el estiércol con pala, un trabajo que nadie quería realizar porque era sucio, agotador y humillante”. Pedro, se toma un respiro y continúa…: “¡Una noche mi abuela antes de irse a dormir, me dijo que esperaba que cuando yo creciera fuera sacerdote, y de inmediato reaccioné diciéndole que no tenía intención alguna de sólo palear estiércol toda mi vida!”.
La ordenación y el arresto
La prisión era terrible: los nuevos prisioneros eran “golpeados y ultrajados por los más antiguos; cada día veía a los prisioneros con su cuerpo maltratado por los golpes de la policía; todos los días teníamos que escuchar las canciones patrióticas que eran emitidas por los altoparlantes (...), con un ruido ensordecedor como de trompetas estridentes que no era posible apagar o huir”.
“Aunque también era insoportable el olor debido a la multitud de personas aglomeradas en una celda de pocos metros cuadrados donde todo el mundo fumaba”. Por eso el sacerdote dice que “en este tipo de ambiente casi me vuelvo loco: Pensaba en la muerte, y al mismo tiempo oraba agradeciendo por tener la gracia de vivir. Suicidarme era contrario al mandamiento de Dios, aunque el gobierno me ofreció la oportunidad de morir. Realmente se cumplió el dicho chino que señala: «Implora por la vida y no podrás vivir, suplica la muerte y no la conseguirás»”.
Pero Pedro, el sacerdote fiel al Papa, no se volvió loco, y después de orar sin descanso por largo tiempo (“si muero que sea para dar testimonio del Evangelio, si vivo es para exaltar la gloria de Dios”) empezó a encontrar la fuerza para “predicar el evangelio”, a pesar de que “estaba prohibido” y arriesgaba el “castigo corporal”. Los prisioneros comenzaron a escucharlo y “después de unos meses nuestro ambiente de vida fue cambiando; los prisioneros antiguos ya no aplastaban a los recién llegados y todos comenzaron a cuidar el uno del otro y a mantener limpia la celda”.
Prisioneros convertidos
Fue así que finalmente Padre Pedro comprendió “la misión que Dios me había encomendado: yo había sido enviado a la cárcel para servir a estos hombres que nunca habían escuchado el Evangelio de Jesucristo y que tenían gran necesidad. ( ... ) También puedo decir que si no hubiera estado sostenido por la fe, jamás habría salido con vida de la cárcel. Así fue como en lugar de pasarme sólo 8 años de prisión terrorífica, puedo testimoniar que con el apoyo de la fe, felizmente también pasé 8 años de retiro espiritual”.
Mártires de la Iglesia en China