“Es luminosa”, afirma de ella el periodista italiano Michele Sciancalepore quien la entrevistó para revista Credere, y aclara que “no sólo porque lleva el sol de su Sicilia natal en la mirada, sino por su impresionante presencia”.
Esta presentación de Michele destaca que hoy nada permite imaginar “la herida que laceró su adolescencia, la violencia brutal padecida y que amenazaba ser fatal”.
No es por casualidad el título “Eres mía” de la obra que desde hace tres años interpreta en Sicilia la actriz catanesa Annamaria Spina, denunciando en teatros y escuelas la radicalización de la violencia contra las mujeres y al mismo tiempo anunciar al mundo la esperanza. Como ella misma lo destaca: "¡Estoy viva! Con la ayuda del Señor".
“¡Viva, gracias a Dios!” no es para ella una retórica exclamación. Así lo confidencia en esta entrevista donde recuerda las últimas horas que vivió con su abusador…
Annamaría, ¿qué ocurrió aquella noche de julio de 1993?
Yo había dejado a mi novio porque él se había vuelto demasiado celoso y estaba cansada de su morbosidad. Me pidió un último encuentro para aclarar las cosas. Esa noche, cuando vino a mi casa, vislumbré en el bolsillo de su pantalón un cuchillo. Entonces es posible que me preguntes por qué salí con él de todos modos. Bueno, porque en ese momento mi padre estaba enfermo de ELA (esclerosis lateral amiotrófica), con un estado muy débil y, por supuesto, no podría defender ni siquiera a mi madre. Así que accedí a salir porque al menos, de matar, sería solo a mí. Pensé que debía evitar una masacre en la familia, porque sabía que él estaba listo para cualquier cosa. Se suponía que iríamos a la inauguración de una discoteca, pero en el camino tomó un camino rural, aislado. Allí detuvo el coche y empezó a decirme en siciliano: «Tú no verá más a tu madre, ésta es la última noche, te dejaré solo elegir: Debes decidir si… ¿quieres morir a golpes con la gata del auto o quemada?» Comenzó a darme golpes de puño, bofetadas, a tirar de mi pelo... Traté de huir, pero él me arrastró del pelo sacándome así del vehículo para acabar conmigo...
¿Y fue en este momento tan oscuro que, paradójicamente, vio una salida?
Sí, increíblemente me relajé, me volví hacia el Señor diciéndole: «Si tengo que morir así, de una manera violenta, hágase tu voluntad». En ese instante sentí una sensación de calidez, de amor infinito y de repente recordé las palabras del Evangelio: «Sed prudentes como serpientes y puros como palomas». Entonces se me ocurrió hacerle una falsa promesa, y le dije que me casaría con él. Dejó de agredirme, se calmó de inmediato y le pedí que me llevara al hospital porque estaba muriendo desangrada. Me llevó amenazándome que me mataría si decía la verdad, pero cuando llegué al hospital los médicos comprendieron lo que estaba ocurriendo y me apoyaron para denunciarlo.
En el tiempo de esos trágicos hechos usted era muy joven. ¿Cómo fue que tenía una fe tan fuerte para sostenerse?
Cuando era niña quería hacer sólo dos cosas: ser actriz y misionera; si no hubiera tenido el don de la maternidad habría sido una hermana laica, que habría andado recorriendo el mundo para ponerme al servicio de los necesitados. Pero, de hecho, podemos hacerlo también en el barrio en el que vivimos. El sacerdote que acompaña a mis hijos, por ejemplo, es una especie de Don Bosco en la provincia de Catania; es muy pobre, ¡pero se las arregla de forma increíble para financiar los gastos de alimento para todos los necesitados de la zona!
El Papa, con ocasión del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, el 25 de noviembre, escribió este tweet:
"¡Cuántas mujeres doblegadas por el peso de la vida y el drama de la violencia! El Señor las quiere libres en plena dignidad".
Papa Francisco no deja de sorprenderme por su dulzura, valor y perspicacia. La libertad de la que habla el Santo Padre es lo mismo por lo que estoy luchando, pues detesta la idea de la mujer como objeto. Por esto soy una convencida de que la expresión "eres mía" es lo contrario al amor. Para revertir esta alienación cultural y mental se requiere educar a nuestros hijos en la idea de que una relación puede terminar sin la necesidad de desencadenar la venganza de posesión; porque amar significa darse, no el tomar posesión del otro.
(…)
¿Qué puede decir a las mujeres que viven en una situación de opresión?
¡No tengan miedo! Pero tal como lo decía el Papa Wojtyla, en el sentido de que abriendo las puertas a Cristo se logra el coraje.
¿Con qué sueña su corazón?
Tengo dos: ver el día en que ya no sea necesario celebrar la jornada sobre la violencia contra las mujeres, y luego poder conocer a Papa Francisco.
¿Qué le dirías?
Nada. Absolutamente nada. Sólo le abrazaría. Estoy segura que percibiría el inmenso calor de la salvación.