Lidia nació en Grodno, actual Bielorrusia, y fue llevada hasta Auschwitz-Birkenau (Polonia), cuando tenía 3 años de edad junto con su madre y otros 1500 civiles.
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Esta mujer que permaneció dos años en ese Campo de Concentración y pudo reencontrarse con su madre en Moscú sólo 18 años después, ha dicho hoy ante los medios de prensa que reporteaban la visita de Papa Francisco al lugar: “En las manos de los jóvenes está el futuro del mundo y lo que será del mundo depende de ellos. Es importante que la juventud sepa lo que sucedió en este lugar, para que no permitan que suceda otra vez”.
La sombra del “doctor Mengele”
Ya en el campo de concentración, relata Lidia, “nos dividieron en dos grupos. Yo estaba en el que consideraban niños fuertes y saludables". Para identificarla, los nazis la marcaron en el brazo izquierdo como si fuera ganado: 70072 fue el número que le asignaron. "De nosotros, el doctor Mengele personalmente escogía a los niños para sus experimentos”, recuerda esta sobreviviente.
Josef Mengele fue un médico, antropólogo y oficial alemán de las SS –la organización militar, policial, política, penitenciaria y de seguridad de los nazis– durante la Segunda Guerra Mundial en Auschwitz. Formó parte del equipo médico que seleccionaba a los presos recién llegados al campo de concentración y distinguía entre los aptos para el trabajo y los que no lo eran, que se enviaban inmediatamente a morir en las cámaras de gas. Además hacía experimentos en los que generalmente morían las personas a quienes había elegido. En enero de 1945 logró escapar del ejército que liberó el lugar de los nazis.
Separada de su madre
Lidia recuerda que cuando llegaron “no sabíamos dónde estábamos, nos ordenaban cosas en un idioma que no entendíamos. La gente de la SS estaba frente a nosotros y ellos hacían la selección”.
“Estaba con mi madre y con un grupo de padres de mujeres jóvenes, madres que eran ‘fuertes y saludables’, y nos pusieron en cuarentena. Luego nos prepararon para la vida en el campo. Siendo niños vimos a nuestras madres desnudarse y luego les afeitaron la cabeza. Éramos chicos y no pudimos reconocerlas porque nunca las habíamos visto así. Luego les pusieron el traje que se puede ver ahora en el museo, esos que eran azules y grises con zapatos de lana”.
Aún se emociona al recordar esas circunstancias... “Lo más difícil para nosotros, para las madres y los niños fue cuando nos pusieron números y nos dividieron. Nos separaron de ellas aunque nos abrazaban y no querían dejarnos. A ellas les arrancaban los bebés de los brazos como animales”… “Todas las mujeres lloraban y a patadas los nazis las obligaban a irse a las barracas especialmente preparadas”, relata.
Luego, prosigue Lidia Maksimovic, “los niños tenían que irse a las barracas para niños, a lugares que eran horribles. No era como se ve ahora que todo está limpio y ventilado. En ese tiempo todo estaba sucio y lleno de excrementos. No había baños ni agua potable… Antes de ir a nuestra barraca, vivimos en barracas de adultos e incluso me pusieron en una de hombres”, concluye.
En los casi cinco años que funcionó, fueron registrados 400.000 prisioneros en Auschwitz. Sin embargo, esto no incluye a los hombres, mujeres y niños que murieron en las cámaras de gas sin haber sido registrados, pues fueron enviados a la muerte apenas llegaban en los trenes. Se estima que 900.000 personas murieron de esta manera. En total 1.100.000 personas murieron en el campo de concentración. Auschwitz fue liberado el 27 de enero de 1945. En 2005 las Naciones Unidas adoptaron esta fecha como el Día Internacional de Conmemoración del Holocausto.
Fuente de textos e imágenes: Aciprensa