Monseñor Fouad Boutros Ibrahim Twal nació el 23 de octubre de 1940 en Madaba (Jordania). Es un católico y árabe. Desde su ordenación sacerdotal el 29 de junio de 1966 y tras recibir un doctorado en Derecho ha sido un mediador de la paz y promotor del diálogo interreligioso, en varios países del mundo que padecen y amenazan a otros con sus conflictos históricos.
Por ello Papa Benedicto XVI le nombró Patriarca Latino de Jerusalén el 21 de junio de 2008… teniendo bajo su jurisdicción Chipre, Israel, Palestina y Jordania. Un territorio complejo, donde habitan musulmanes, judíos y cristianos.
Los cristianos nunca han sido una fuerza numerosa en la región, recuerda el Patriarca al iniciar la entrevista que ha difundido esta semana el programa “Tras las huellas del Nazareno”, de HM Televisión (España). Sólo en Jordania, su tierra natal, la Iglesia Católica tiene una mayor presencia debido a que casi todas las escuelas dependen del Patriarcado, señala Monseñor Twal. Por ello el Patriarca destaca la primavera vocacional que hoy vive la tierra que pisó Jesús, Jerusalén.
“Gracias a Dios, el seminario de Jerusalén está lleno, lleno de jóvenes, hermoso. Solo que la Iglesia en Jerusalén son pocos, pocos fieles... En toda Jerusalén, entre la ciudad antigua y la ciudad nueva somos solamente diez mil cristianos, entre católicos, ortodoxos y protestantes. Mientras que los musulmanes son doscientos cincuenta mil y los israelitas son medio millón”.
No son sin embargo las cifras algo que inquiete al Patriarca, sino la transformación que con la fuerza de la fe los cristianos y católicos en particular pueden imprimir en la historia de la región… Se trata, puntualiza, de volver al Evangelio. “Recordar las palabras del Señor cuando decía: Seréis la sal de la tierra. Espero que nuestros fieles sean responsables de su vocación de dar sabor a la sociedad”, explica.
Entre los musulmanes por una parte y los hebreos por otra, Monseñor desafía a que los católicos desplieguen su identidad de fe, siendo puentes de paz, de educación. “Nuestra fuerza –agrega- no es nuestro número, somos pocos. Nuestra fuerza no es el ejército, que no tenemos. Pero nuestro testimonio, nuestra caridad, nuestras instituciones, las escuelas, las iglesias, las comunidades religiosas - de las que hay tantas entre nosotros - son nuestra fuerza. Nuestra fuerza es la oración. El sacrificio es nuestra fuerza, la Cruz Santa. Uno no puede vivir y trabajar en Jerusalén sin Cruz, sin el Calvario. Esto lo ha dicho el Señor, pero lo olvidamos a menudo”.
¿Usted piensa que es posible una convivencia pacífica entre las religiones allí en Jerusalén, en Tierra Santa? ¿Cómo lo ve? ¿cuáles son los principales obstáculos?
La verdad es que tenemos de todo. Sea entre los israelitas como entre los musulmanes… Hay gente de buena voluntad. Pero hay gente insensata, esto es cierto también. En los últimos años se ha dado un despertar del fanatismo religioso, tanto por parte de los musulmanes del Medio Oriente y también de Europa, como de los israelitas entre nosotros, a cada cual peor. El fanatismo y el extremismo es siempre malo, es siempre extremismo. Nosotros intentamos hacer todo lo que podemos por crear una atmósfera de paz: con nuestra amistad, con nuestras escuelas, con nuestra oración, con nuestra Caritas… actividades en las que todos son aceptados, musulmanes, cristianos, ortodoxos... Luego, en las escuelas, donde hay tantos niños de todas las procedencias, ahí es donde empieza el buen diálogo. Cuando los chicos juegan al fútbol juntos, cuando comen juntos, estudian juntos… se crea una amistad, un conocimiento recíproco que puede ayudar también en el futuro. Usamos todos los medios que tenemos, y nos apoyamos en vuestras oraciones y en la solidaridad mundial de la Iglesia Universal, para salir al encuentro de las necesidades de la pequeña iglesia Católica que ha quedado en Tierra Santa.
¿Teme que la presencia cristiana pueda desaparecer de allí o no?
No, no desaparecerá jamás, no desaparecerá jamás. A nivel humano, todo puede suceder, a nivel humano. Pero Tierra Santa no existe solo a nivel humano. Tierra Santa es la tierra de Jesús, y Él es quien ha dicho: “No tengáis miedo, no os dejaré jamás”. Entonces, ¿nos dejas o no nos dejas? Eso queremos saber del Señor. Es verdad que Él a veces juega al escondite. Tenemos la impresión de que no está, de que nos deja solos, expuestos a todo. Pero en el fondo, Él camina con nosotros. Cuanto más sufrimos, más camina Él con nosotros. Él camina, escucha, y al final interviene, no nos abandona nunca. Esperemos que tampoco nuestros cristianos nos dejen, me apoyo en vuestras oraciones. Gracias.