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Un anciano habla a los jóvenes homosexuales sobre el "ser gay"

Estuvo un cuarto de siglo en búsqueda de sí mismo y aprendió. Hoy, feliz con los postulados del Papa que valoran a los ancianos, regala su testimonio confiando en que será leído por muchos jóvenes que piensan: "soy gay".

por Pueblo Católico/ Portaluz

29 Enero de 2014

Un pueblo que “no respeta a los abuelos” no tiene memoria ni futuro. Fue la verdad defendida por Papa Francisco en noviembre de 2013 durante una de sus homilías en la Casa Santa Marta, reiterando así un llamado que ha estado presente durante todo su pontificado. El testimonio de vida y su capacidad para transmitir la verdad eterna del Evangelio es uno de los ámbitos de “sabiduría” que recibimos de nuestros ancianos. David DeJiacomo es uno de ellos y muy particular. Su experiencia de Dios, nace del testimonio de una vida que hoy habla de verdades a los jóvenes homosexuales.

Nacido en Denver, Colorado, hace 63 años, señala que desde la adolescencia tras reiteradas crisis relacionadas con sus afectos y sexualidad reconoció -no sin dolor- su atracción a personas del mismo sexo. Hombre fiel a sus decisiones y también apasionado, vivió activamente su homosexualidad por más de veinticinco años. Como una abeja que va de flor en flor, cuenta al periódico Pueblo Católico, así también pasaban una tras otra sus 'parejas'... "Nada extraño era", dice, la cultura gay y la revolución sexual justificaban estos actos. La estabilidad, fidelidad y proyección se deseaban, pero extrañamente se vivían. Y David, como miles, mordía en solitario la sensación de vacío.

Narra que creció sin una figura paterna, pues su padre abandonó el hogar antes de que él naciera. Su madre entonces intentó rehacer el proyecto de familia uniéndose a otro hombre. Nuevos hijos (hermanos) llegaron, pero ella, sola finalmente, los educó a todos. “Mi primera conciencia de homosexualidad comenzó en mi adolescencia. Los muchachos empezaron a burlarse de mí, y un mundo de heridas se fue acumulando. No era aceptado e iba a la deriva, como la nieve que acabamos de tener en Denver; y poco a poco me fui arrastrando hacia un tipo de vida que me hizo mucho daño”.

La «vida gay»

Las burlas de otros hombres dejando al desnudo todo aquello que latía en su interior y que él mismo a duras penas lograba sobrellevar, eran una tortura permanente para el joven David. Angustia, silencio e incertidumbre que derivaron en una reacción de autoafirmación. David se decidió a vivir y gustar todo lo que sentía. “Pero no empecé a tener relaciones sexuales con los hombres hasta el momento en que entré a la universidad. Allí conocí a un profesor que se identificó como gay y al poco de conocernos, estábamos involucrados sexualmente”.

Paso tras paso, y respondiendo a los argumentos del ghetto gay en que comenzó a deambular, los años setenta aparecieron como un feliz horizonte para David; en aquella naciente cultura gay encontraba lo que ni con su padre ausente, ni con su familia, ni entre sus amigos de infancia pudo encontrar... la sensación de pertenecer a algo. “Viví una «vida gay», asistía a desfiles gay, clubes gay. Andaba con estrellas porno y hombres que dirigían clubes de striptease, creyendo que de eso se trataba la vida, pensando que tenía una vida realmente auténtica. Pero todo fue ilusorio, nunca hubo amor en mis relaciones. Mi vida se estaba yendo abajo”.

El que tenga ojos para ver...

En estos años de búsquedas David jamás dejó de ir a misa, aunque nunca se confesaba. “Viví 27 años sin confesarme”. Sin embargo, “siempre le pedía ayuda a San José y un día me mostró que realmente me escuchaba”.

Fue un Jueves Santo, hace seis años, cuando David estaba visitando las siete iglesias (tradición norteamericana que recuerda los siete lugares donde Jesús fue llevado antes de morir) que lo nuevo comenzó en él... “De pronto me encontré delante de la estatua de San José en la catedral de Denver. Le dije que la moral en este país era mala, pero confiaba en que él nos podía ayudar, empezando por mí”.

La peregrinación también involucraba una visita a la Iglesia Holy Ghost (Espíritu Santo) en Colorado, y justamente durante esa tarde... había confesiones. “Emergió en mí un deseo incontenible, y tras titubear, me anime a encontrarme con Cristo. Me confesé con el padre Tom, que estaba en el confesionario en ese momento y él me dirigió a Courage, un apostolado de acompañamiento a personas con atracción hacia el mismo sexo”.

La acogida afectuosa en el respeto y orientación del sacerdote le mostraron a David otro posible núcleo de pertenencia que hasta ese momento desconocía. Con determinación y aunque le resultaban difíciles las primeras semanas en su grupo Courage, acogió las sugerencias de otros que ya tenían más tiempo asistiendo a los encuentros... “Tuve que romper con todas esas relaciones de sexo, deshacerme de toda mi pornografía, y lo logré. Fue la experiencia más satisfactoria de libertad en mi vida. No fue fácil, fueron tres meses muy duros. Pero el Espíritu Santo me cuidó. Él cuida a todos los que desean vivir una vida santa”.

Hombre nuevo

La terapia, el grupo de autoayuda, las nuevas relaciones que le permitían re-significar su vínculo con otros hombres, su fidelidad a la fe, en su caso fueron dando frutos que le permitían gustar la vida. Con el paso de los años ha logrado re-encontrarse y vivir en paz consigo mismo, con los demás y su fe. En meses recientes el anciano DeJiacomo ha luchado con vehemencia para que el estado de Colorado no aprobara el proyecto de uniones civiles y fue parte de la cruzada organizada por la Iglesia Católica en Colorado para rechazar la normativa, que finalmente comenzó a funcionar el 1 de mayo de 2013. “Estoy molesto frente a numerosas leyes que han pedido a las cortes y a los legisladores buscar el «matrimonio gay», cuando la realidad es que la monogamia raramente existe en el mundo gay. Tiene poco o nada que ver con la realidad de las relaciones gay, las cuales son por naturaleza e inclinación, promiscuas”.

“He descubierto -comparte al finalizar su diálogo- que no encontrarás mayor compasión en otro sitio como en la Iglesia”, y asegura que “si estás buscando compasión real, amor real, debes acudir a tu Madre Iglesia y dejar que Dios se encargue del resto, Dios sabe qué hacer. Y cuando Él hace milagros como éste, es porque quiere algo especial de ti; y mi misión hoy es ayudar a la gente con mi testimonio a entender que si uno quiere cambiar, es posible. Soy una prueba viviente de que puedes cambiar y si no puedes, puedes controlar tus hábitos. Puedes hacerlo, inclusive a mi edad. No dejes que alguien te diga algo diferente. No dejes que te digan que tú naciste así. Dios no quiere que vivas en la mentira o en la vergüenza, como muchos lo hacen, inclusive aquellos que no son homosexuales”, concluye David.