por Portaluz
1 Febrero de 2018Tras ocho años viviendo abiertamente como una pareja homosexual, los jóvenes profesionales Chris y Matthew estaban felices de ser mutuamente fieles, consolidado así un vínculo estable. Cuestión poco habitual entre sus conocidos de la comunidad gay.
Durante el Adviento, puntualmente en la fiesta de la Inmaculada Concepción, Chris se topó en una librería con un folleto que enseñaba la devoción a 'Jesús Rey de todas las Naciones'. “Se prometían «efectos poderosos sin precedentes» al realizar esta novena, de comunión, en honor a Jesús Rey de las Naciones”, testimonia Chris en el portal francés de la comunidad Courage.
Se llevó el folleto a casa y al día siguiente fue a misa para empezar la novena. No definió súplica alguna y Dios lo sorprendería, según el mismo nos narra:
“Fue durante este período (nueve comuniones consecutivas, pero no necesariamente en nueve días seguidos) que comencé a tener dudas abrumadoras sobre mi estilo de vida. Siendo católico y con tendencias homosexuales había vivido los últimos ocho años con un no católico -Matthew- en una relación fiel. En el pasado ambos habíamos tenido dificultades con el aspecto sexual de nuestra relación, pero siempre logramos alejar esos tenaces pensamientos de nuestras mentes. Aproximadamente una semana antes de Navidad acudí al Sacramento de la Reconciliación (es una condición de la novena) y confesé tímidamente, sin mayor precisión, «pecados sexuales». Después de esto esperaba poder mantenerme 'sin pecar' hasta Navidad. Tuve éxito y fue una misa navideña extraordinaria. Desde entonces mis dudas se duplicaron. Quería estar 'puro' más tiempo y esto me puso en una posición muy delicada ante mi compañero. ¿Cómo podía decirle a Matthew que había empezado a ver las cosas de otra manera?
El 6 de enero comencé una segunda novena, esta vez por Matthew; y le pedí al Señor que me ayudara a resolver esta compleja situación. ¿De alguna manera podría cambiar el corazón de Matthew y que viniera a decirme: ¡Quiero dejar el sexo!? No quería hacerle sentir como si le impusiera mi conciencia católica; ni tampoco insistirle en que cesara el sexo disgustándolo con la Iglesia por la que tantas veces había mostrado incluso interés. Después de todo fue nuestra mutua fidelidad durante ocho años, la que nos permitió superar obstáculos... Matthew sufrió trastornos de personalidad como resultado de haber sido abusado en su infancia; y siempre sentimos que la sanación vino de Dios.
Después de mi segunda comunión durante esta novena -en la misa dominical del 10 de enero- tuve la sorpresa de mi vida. Ese día Matthew me dijo que tenía algo serio que discutir conmigo. «Quiero ser católico», anunció... «ir a catequesis y ser bautizado». Casi me fui de bruces cuando además le escuché decirme: «Yo también quiero recibir la Comunión y aquí es donde se pone difícil. Lo siento, pero tenemos que terminar nuestras relaciones sexuales. No podría ir a la comunión si fuera sexualmente activo. Tenía que terminar algún día de alguna manera -en mi infancia se arruinó esa parte de mí-, entonces, ¿qué te parece si vivimos en castidad?»
Tres días después fui a confesarme. Era demasiado tarde para encontrarme con el sacerdote de la capilla a la que iba a menudo en el centro. Decidí parar en la catedral, pero había un cartel que decía debías hacer una cita para confesarte. Con el corazón tembloroso fui a la rectoría, esperando encontrar al sacerdote que conocí allí 18 meses antes y que realmente me había impresionado. ¡Él fue quien abrió la puerta! Aceptó oírme en confesión. Me sentí aliviado de que no me juzgara cuando le hablé de mi homosexualidad, y me dijo suavemente: «Así que pecaste con otro hombre». Supuse que le preocupaba mucho más que yo hubiera recibido la comunión en estado de pecado... Días después me sentí desesperado por mis muchas comuniones sacrílegas del pasado y volví a conversar con el sacerdote. Desde entonces sentí un profundo deseo de ir a Misa todos los días, y en cada nueva Eucaristía, gradualmente encontré una mirada espiritual. Lloré de vez en cuando ante el Señor. Empecé a sentir profunda y emocionalmente un sentido de unión con Jesús en la comunión.
Estaba comenzando a recordar lo maravilloso que había sido estar tan cerca de Él ocho años antes, y darme cuenta de que podía encontrar esta intimidad espiritual sin pecado en mi conciencia. Era tan extraordinariamente bueno sentirse puro, casto, restaurado en mi inocencia por el Sacramento del Perdón.
Matthew no se rindió. A finales de enero sugirió que tuviéramos habitaciones separadas, cosa que hicimos.
El sacerdote que recibió mi confesión en la catedral era el acompañante del primer grupo de Courage en la diócesis. ¿No es Dios increíble? Me sugirió que me uniera. Llevé a casa el manual de Courage y lo leí junto con Matthew en detalle. Ambos decidimos empezar a participar el miércoles siguiente. Courage nos ha ayudado grandemente en nuestros esfuerzos continuos alentándolos en el camino con Dios hacia una vida casta mientras se desarrolla el compromiso espiritual en la fe católica. Matthew asiste a clases de catecismo impartidas por el mismo sacerdote... Ahora, fortalecido en su convicción de que las relaciones homosexuales son contrarias a la voluntad de Dios, ha encontrado la paz por primera vez en 31 años y espera su bautismo y primera comunión”.