por Danilo Picart
19 Diciembre de 2013La vida de Richard Evans ha estado marcada por constantes transformaciones. De vivir una infancia ligada a la Eucaristía como monaguillo, pasó a participar en la iglesia “Asamblea de Dios”. Pero la afectividad y sexualidad eran el punto de inflexión en su adolescencia y juventud. Sí, se dijo, era homosexual. Pero ¿cómo sustentar esto con su fe?, se preguntaba. No era menor el desafío.
“Mientras hablaba con entusiasmo de las niñas y el fútbol con otros amigos, mostrando también mi fe, ?me di cuenta de estos sentimientos. Sin embargo, había sido criado en un hogar donde nunca se habló sobre el sexo. Poco entendía lo que me sucedía. Sólo a los 11 años, después de leer un número de una revista llamada Look, aparentemente había llegado a ponerle nombre a estos deseos: ¿Era «homosexual»?. No lo sabía, pero sospeché que lo era, y también sabía que no debía contárselo a nadie. Fue un secreto desde esa edad. Más tarde, después de mi experiencia en la iglesia Asamblea de Dios, llegué a comprender que esto era, desde un punto de vista bíblico, una conducta pecaminosa”.
La lucha por ser feliz
En lucha por escapar de lo que sentía en virtud de su fe, mantuvo un noviazgo y se comprometió a llegar virgen al matrimonio. “Finalmente me casé con una mujer cristiana, sincera y cariñosa, en 1979”. Al comienzo creyó que se alejaban los fantasmas, ya no habría en su vida dudas. Sin embargo al poco tiempo tuvo que enfrentar que esa realidad que lo convulsionaba no estaba resuelta. “A los 34 años decidí revisar todos los pasajes de la Biblia sobre la homosexualidad y ver si había algo que no había entendido. No era mi deseo «salir y pecar», pero sinceramente deseaba saber si había una posibilidad de ver qué me había perdido”.
Y se esmeró incluso -¡así de importante era el asunto!- consultando las fuentes, estudiando párrafos bíblicos en hebreo y antiguas versiones de la Sagrada Escritura en latín. Necesitaba, recuerda, usar todas las herramientas que tenía a su alcance. Pero tras meses de estudio, oración y ayuno se rindió... “La Biblia no era tan clara sobre este tema como yo pensaba. No era capaz de encontrar las respuestas solo y para ello, me basé en las conclusiones posteriores de la ciencia; el pensamiento actual en la psicología, y las experiencias vividas por otros. Todos ellos parecían apuntar hacia la aceptación, moviéndome a abrazar mi homosexualidad”.
Radicales decisiones, sin horizonte claro
No era llegar y dar el paso siguiente. Tenía 34 años y desde los 23 era ministro evangélico, pero finalmente, decidió ser sincero con su esposa. “Mi matrimonio acabó en 1991 y durante los siguientes 15 años, aunque a mi manera aún amaba a Dios, me sentí identificado con lo que se suele llamar el estilo de vida o la subcultura gay".
Pero esa subcultura no daba respuestas a su fe y decidió que sería su aporte. Buscó autores, textos, fundamentos teológicos que validaran el ser un “gay cristiano”. Sin embargo pasaban los años, conocía diversos grupos de gay que buscaban vivir una espiritualidad, pero no estaba en paz. “Comencé entonces a cavar una vez más en las Escrituras en forma regular, y opté por el celibato. Con el tiempo esta decisión me reportó un estado de entusiasmo, aunque en paralelo mantenía mi discurso de la «teología pro-gay»”.
La luz para caminar en Cristo
Sería en la Cuaresma del año 2004 cuando el filme "La Pasión de Cristo", de Mel Gibson, lo remeció... "El hambre por el Jesús de mi infancia se despertó de tal manera que aún hoy no lo puedo describir". Fue el primer indicador, dice, de algo que prontamente iba a sumar dudas a su labor de promotor homosexual y creyente. “Al año después, mientras asistía a una asamblea que abordaba el matrimonio gay en el Capitolio del Estado de Minnesota, me encontré con líderes de un importante grupo LGBT (lésbico, gay, bisexual y transexual) que comenzó a despotricar contra quienes creían en la Biblia. Me rompieron el interior cuando les oí decir que se debía elegir entre dos grupos: «Cristianos creyentes de la Biblia» o quienes vivían con inclinaciones homosexuales”.
Richard sintió que se quebraba todo y no podía negarlo... “Dejé el encuentro y me sentí como un hombre sin patria... ni totalmente a bordo con la Iglesia ni con los radicales que había estado escuchando, sólo sabía que amaba a Cristo”.
Quien quiera seguirle que tome su cruz...
Una nueva puntada en el tejido que lo vestiría se dio cuando llegó a sus manos el libro Beyond Gay (“Más allá de la homosexualidad”) de David Morrison. En su relato, el autor -cuya historia fue publicada hace algunas semanas en Portaluz- encontró respuestas y sentido en la doctrina de la Iglesia. Richard se sintió desde las primeras que leyó, identificado. “Vi cómo él siendo también un activista gay llegó de nuevo a Cristo, creyendo hasta hoy en un concepto del que yo nunca había oído hablar: Atracción por el Mismo Sexo. Morrison sugiere que en vez de tratar de curarse, nos enfoquemos en un objetivo más grande: la santidad, asentada en el celibato y la castidad de por vida. Vi que no importaban mis sentimientos homosexuales, sino qué es lo que hacía con ellos. En vez de preocuparme por «cambiar», me entrego a Dios aquí y ahora... tomo mi cruz diaria, y me comprometo a caminar con Él. Morrison entró a la fe católica durante su búsqueda y ahora trabaja intensamente con un ministerio de la Iglesia católica llamado Courage en Estados Unidos”. Sorprendido y esperanzado, buscó ese camino, pudiendo volver a ser un hombre con base sólida y trascendencia. “Me di cuenta que ya no podía apoyar causas como el matrimonio homosexual. Recuerdo haber visto un enorme cartel en un autobús de mi ciudad, en que decía algo sobre dejarse llevar al “gay interno” de cada uno de nosotros. Me di cuenta que los padres que les enseñan a sus hijos sobre la homosexualidad estaban siendo literalmente acosados con este tipo de publicidad y propaganda constante. Si las uniones del mismo sexo se convirtieran en ley en todo sitio, esto aumentaría hasta el infinito. Y sería la punta del iceberg para otras leyes más. En la mitad de este proceso, una noche, saqué la bandera emblemática del arcoíris (LGBT), que llevaba con orgullo puesta en mi ventana por muchos años y aunque los estimo mucho, no podía apoyar causas en las que no tenía convicción”.
La fuerza de los testigos
La conversión del conocido periodista evangélico Thomas Howard, un casual encuentro con la programación del canal católico EWTN aumentaron la luz en su alma. Así, tal como lo había vivido de pequeño retornó a misa el 4 de octubre de 2005, día de San Francisco de Asís, cuya protección invocaría tiempo después tomando simbólicamente su nombre cuando se confirmó en la fe católica en abril de 2006.
Hoy Richard con 58 años vive por la Eucaristía, es catequista, desarrolla su servicio pastoral en la Arquidiócesis de San Pablo, Minneapolis y su testimonio potencia la acogida de la Iglesia a otras personas con atracción del mismo sexo. “Si Dios quiere”, confiesa, pronto se consagrará como laico.