por Portaluz. Ana Beatriz Becerra
18 Abril de 2019Desde muy pequeño Deiner Romero recuerda que regularmente lloraba antes de dormirse. Para calmarse rezaba un Padre Nuestro y un Ave María, pero al dormirse -como muchas noches le ocurría- veía al demonio: “Soñaba que el demonio me perseguía” y entonces -cuenta a Portaluz-, salía corriendo. Cansado de tanto correr, el demonio casi lo atrapaba... “en ese instante yo veía a Jesús y alcanzaba a llegar donde estaba Él y hasta ahí llegaba el demonio, se frenaba”.
Cuando no se veía cerca de Jesús, el demonio nuevamente emprendía la persecución y cada vez que el diablo estaba por alcanzarlo “yo me despertaba asustado”, refiere.
Los sueños se repetían muchas veces y hoy Deiner cree que esa protección sentida al estar cerca de Jesús era porque Cristo le llamaría a seguirle. “Yo decía que Dios quería que le sirviera para algo”, comenta.
La violencia que involucra la pobreza
Antes de dar respuesta a ese llamado, siendo adolescente, se permitió licencias que le acarrearon conflictos por su consumo de drogas y de alcohol. Su familia era pobre al punto que hubo un momento cuando no había dinero para “pagar el arriendo ni los servicios” e incluso estuvo “tres días sin comer nada”, confidencia. “Así como me acostaba, así me levantaba, así me iba a estudiar, así regresaba, aguantando hambre”. Pero mayor sería el dolor que vivió al separarse sus padres cuando tenía 16 años.
Así las cosas, el séptimo grado en el colegio, fue un año desastroso para Deiner, repitió el curso y su mamá dejó de apoyarlo: “Me dijo que ya no me iba a pagar el colegio porque yo había perdido ese año...incluso que yo me debía sostener, buscar la comida, colaborar con el arriendo...” recuerda. No obstante, no se amilanó y decidió seguir estudiando, a pesar de que su madre no le dio la firma para matricularse: “Entonces yo hablé con el colegio y me dejaron ser estudiante” nos comenta.
Todas estas situaciones fueron facilitando que viviera otras pobrezas que jamás imaginó para él. Parecía que estaban disponibles para quienes podían tomar decisiones o al menos eso decían quienes creía eran sus amigos. Con ellos... “conocí el perico, la marihuana, las borracheras y el pagar a mujeres” nos dice.
Pero sería consolado por Dios durante un retiro espiritual con el conocido sacerdote colombiano Gerardo Piñeros, que cambiaría su vida para siempre. Solo en Dios estaba la paz y no en el aturdimiento de la droga... “Yo creía en Dios, pero nunca había profundizado en la vida espiritual” rememora.
“Dios había infundido en mí esa sed de él”
Fue un amigo que alguna vez había compartido con él en algunas fiestas quien acercó a Deiner al retiro. Le empezó a hablar de Dios -recuerda- “y dijo las palabras que yo necesitaba escuchar por boca de él”. En esa conversación su amigo le preguntó si estaba de novio y Deiner respondió sincero: «Sí, pero yo no la quiero, yo siento que no la quiero, yo siento que no quiero a nadie». Jorge, aquel amigo, lo desafió con palabras que remecieron su conciencia: «cuando no se tiene el amor de Dios en el corazón, cuando no se ama a Dios, no se es capaz de amar a nadie, ni uno mismo se ama», le dijo.
El paso siguiente que dio Jorge fue invitarle a rezar el rosario y luego al retiro donde la prédica del sacerdote tocaría la realidad más íntima, secreta, de Deiner... “Yo escuchaba que el padre decía, renuncien a la pornografía, a la prostitución, a los vicios... Yo escuchaba y todo eso me caía a mí, todo eso me caía a mí,” recuerda. Y fue cuando el padre terminó de predicar que embargado en llanto se preguntó: «¿Por qué estoy llorando?, ¿qué me está pasando?». Una quietud espiritual comenzó a inundarle, a la par que surgía una nueva conciencia de sí mismo y recuerda que en ese instante comprendió que “estaba totalmente ciego y nublado por el demonio. Eso fue el punto de quiebre, fue lo que me dio fuerza para profundizar en el amor de Dios, para ser una mejor persona. Dios había infundido en mí esa sed de él y empezó a sanar mi corazón, a darme a entender que yo no puedo hacerle a daño a una mujer, que yo tengo que hacer lo mejor para las personas, que tengo que luchar por las almitas” dice.
Desde entonces han transcurrido tres años en los que Deiner tomó decisiones. Afirma que se esfuerza por levantarse regularmente muy temprano para ir al Santísimo “a tener intimidad con el Señor... luego el Santo Rosario, de ahí a la santa misa” y otras prácticas espirituales que le ayudan “a caminar con Dios”.