por Portaluz
25 Agosto de 2016El impacto de la pornografía en la vida cotidiana lo confirman las estadísticas. Más de 87 mil millones de videos pornográficos son vistos en un año (sólo en uno de los más conocidos portales del porno), lo que da un promedio de 12 filmes por habitante del planeta.
El portal web PornHub por ejemplo, registra 4 mil millones de horas emitidas al año. El 25 por ciento de las búsquedas en Internet se relacionan con pornografía y, según numerosos estudios, casi un 80% de los adolescentes consumen esta auténtica droga al menos en un período de sus vidas.
¿Es sólo un problema que refiere a la moral? Para la sociólogo Gail Dines, académico en el Wheelock College de Boston (USA) y articulista del Washington Post, se trata de una auténtica emergencia sanitaria, “una crisis de la salud pública” (pulse para leer)
La británica Olivia Raw (imagen a la izquierda), experta en psicoterapia de niños y adolescentes confirma el juicio de Dines advirtiendo en la siguiente entrevista que la pornografía es una auténtica “pandemia que se extiende de manera preferente entre los jóvenes...”Recientemente, el Washington Post publicó información admitiendo que la pornografía se ha convertido en algo lo suficientemente grande como para ser una amenaza de la salud pública, según ha declarado el parlamento de Utah
Es porque distorsiona la visión y el comportamiento normal de las personas. Los jóvenes adictos a la pornografía no distinguen realidad de ficción y desperdiciando todo su eros ante la computadora derivan luego hacia la depresión y apatía. Viendo pornografía y potenciando el autoerotismo, se provocan procesos químicos en el cerebro que hacen al sujeto más insensible a las escenas duras, empujándolo luego a buscar el placer en imágenes siempre más extremas. En lugar de lograr confort y confianza, se incrementa la inseguridad, la desconfianza respecto del otro e incluso actitudes agresivas...Parece una paradoja el que nuestra sociedad al traspasar los límites del deseo y del eros provoca un incremento de la depresión.
Esto sucede debido a que al pasar límites el eros y el deseo se diluyen, pues se pierde la creatividad que nace de la sublimación: aquella que se canaliza a través de la fuerza erótica para poder transformarse en ágape. Esta es una pérdida para la sociedad en su conjunto, en parte debido a que el eros desordenado es destructivo. Varios estudios muestran que un alto porcentaje de personas acusadas de acoso sexual reconocen haber hecho uso de la pornografía. Desde un punto de vista social incide en la pérdida de percepción de la gravedad de la violencia sexual; en la pérdida de confianza en las relaciones estables, en el matrimonio como una institución permanente y en el concepto de la monogamia como algo natural.
La pornografía ha generado también un millonario negocio en todo el mundo, ¿sólo esto explica su propagación?
Estamos en una sociedad hipersexualizada. Los niños a una edad temprana están expuestos a imágenes que ahora consideramos normales y que aparece en todos los periódicos, la televisión, las paredes de nuestras ciudades, el metro y los autobuses. El nivel de sexualización ya era preocupante, pero ahora, con Internet, los teléfonos inteligentes y las tablets, la tasa de exposición de los jóvenes no tiene precedentes. Es impresionante presenciar el sometimiento de las niñas que no se hacen problemas ante la solicitud de hombres para que muestren fotografías de sí mismas desnudas. Con padres que a menudo -teniendo ante sus caras esta brutal información- se engañan a sí mismos pensando que sus niñas están a salvo en las habitaciones. Creo que hoy en día no hay lugar más peligroso para un niño que su habitación, a solas, con un ordenador (o celular, o tablet).¿Qué fragilidades llevan a la pornografía?
El 90 por ciento de los casos que atiendo proviene de situaciones familiares difíciles, donde los padres si no están divorciados, tienen problemas de relación entre sí y con sus hijos. La crisis de la familia es la principal causa de frustración y de dolor para el niño, cuya única solución es buscar el placer momentáneo que el mundo ofrece. A esto se añade el hecho de que los padres se comportan como amigos en vez de ser autoridad y, por tanto, capaces de poner límites necesarios para el desarrollo saludable de los niños.
¿Cómo es que cuando se oye hablar de la homosexualidad, las drogas o la adicción a Internet, de este fenómeno no se habla mucho, incluso en el mundo cristiano?
El problema está tan extendido que se teme judicializarlo para no ofender a la gente, olvidando que quienes sufren de una adicción necesitan que se les ayude a tomar conciencia de la naturaleza de su malestar. Creo que los primero que deben intwerrogarse sobre esta plaga son los adultos y las familias. Mientras, los gobiernos y parlamentos si realmente quieren hacer algo, deben impedir que los medios de comunicación difundan imágenes pornográficas o vulgares. Necesitamos políticos y líderes religiosos valientes y psicoterapeutas fuertemente vinculados a una visión cristiana del hombre. Sobre todo es necesario que los hombres y las familias regresen al creer, para luego educar.Fuentes: Washington Post, La Nuova Bussola Quotidiana