por Portaluz
6 Abril de 2018Nadie podría hoy hacerle dudar al empresario hondureño Rolando Barahona que fue Dios quien intervino en su vida. “Me sacó de mi oficina para servirle en plenitud”.
Es el hijo menor de una familia cuya abuela cuidaba la fe de los más pequeños dibujándoles con tiza en una pizarra el evangelio del día y llevándoles a misa en la Iglesia La Merced de Tegucigalpa, recuerda Rolando en diálogo con el Semanario Fides de Honduras.Perdiendo los equilibrios
Fue su padre, dice Rolando (imagen adjunta), quien formó su amor al trabajo y a una ética que le permite liderar el emprendimiento no por vanidad o avaricia, sino para abrir oportunidades a muchos. “No soy empresario para obtener un lucro o amasar fortunas, sino por el deseo de dar trabajo, otorgar oportunidades... Uno trata con almas, con personas. También se debe aplicar un liderazgo positivo, sobre todo llevar una cordial relación con los miembros de la empresa, hay que lograr consensos, para que así se logren éxitos, siempre de la mano de Dios y la Virgen”, argumenta.
Sería precisamente este ardor por el trabajo bien hecho lo que generó descuidase otro ámbito no menos vital, su familia. Está convencido Rolando que fue víctima de los engaños del enemigo de Dios. “El demonio intentó desestabilizar mi matrimonio”, sentencia y agrega... “Mi afán por el trabajo hizo que mi familia se tambaleara. Estuvo a punto de acabarse mi matrimonio. Fue una crisis en la que pensaba sólo en mis empresas y nada más y no le dedicaba a mi familia el tiempo necesario”.Mujeres testigos
Si en la infancia fue su abuela quien encendía un candil para iluminar el camino de la fe, ahora Dios se sirvió nuevamente de una mujer para advertirle confidencia el empresario hondureño: “Tengo presente siempre una frase que me dijo mi suegra «a ustedes lo que les hace falta es Dios». Estas palabras me calaron mucho y empecé un proceso de conversión”.
El paso siguiente de reconciliación pudo darlo el 17 de septiembre de 1995 mientras participaba de un retiro de oración organizado por el Grupo de Empresarios y Profesionales Católicos (Geproca) de Honduras. “Experimenté un impacto profundo de fe, tuve mi encuentro personal con Dios y mi vida cambió radicalmente. Tuve la experiencia del amor misericordioso de Jesús. A partir de ese momento dispuse tomar en serio mi fe con cuatro elementos primordiales que debe tener un católico: la palabra de Dios, vivir en comunidad, la oración y la celebración de los sacramentos”, comparte.
Desde esa época participa con su esposa en la pastoral de acompañamiento a matrimonios jóvenes y animándolos a la santidad refuerzan su propio camino y vínculo con Dios. “Si tenemos matrimonios santos tendremos hijos que no se perderán por las corrientes negativas que nos ofrece este mundo tan desordenado”, reitera Rolando finalizando así su testimonio.