Tres hermanas deciden ser esposas de Cristo en la misma orden religiosa

09 de abril de 2022

“Nosotras vimos a nuestros padres rezar, asistir a la iglesia. Por eso, el ejemplo tiene más peso que el hablar", dice Mariana, la mayor de las hermanas.

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Mariana, Roziane e Isabela Guimaraes son hermanas de sangre y abrazaron su llamada a la vida religiosa en la misma congregación: el Instituto de las Hermanas de Nuestra Señora del Buen Consejo.

 

Hoy, la hermana Mariana, de 50 años, y la hermana Isabela, de 35, viven en la misma casa de la congregación, situada en Maricá, en el estado brasileño de Río de Janeiro. Mariana es consejera y forma parte del gobierno del instituto, e Isabela cuida de las monjas mayores. La hermana Roziane, de 37 años, vive en Belo Horizonte, en el estado de Minas Gerais.

 

En declaraciones a la agencia de noticias CNA relataron que nacieron en Virginia, Minas Gerais, en el seno de una familia católica de 13 hijos, dos de los cuales murieron en la infancia. Destacan que sus padres fueron clave para dar un sí a Dios en la vocación religiosa, ya que les enseñaron con el ejemplo a vivir su fe en Cristo.

 

"Nuestra madre nos enseñó a vivir cada una a su manera. Por eso, aunque seamos hermanas y estemos en la misma congregación, ninguna se inmiscuye en la vida de las demás", dice la hermana Mariana. Ella fue la primera en querer ingresar al convento con apenas 12 años. "Ya a esa edad sentí la llamada a estar más cerca de Dios", dice y añade que, gracias a la orientación de un sacerdote de su parroquia, conoció a las Hermanas del Buen Consejo y un mes después del nacimiento de su hermanita Roziane, entró en el instituto.

 

La siguiente fue precisamente Roziane, quien entró al convento en 2002. Dice que tiene "un ligero recuerdo" de que a los tres años expresó su deseo de ir al convento, aunque "todavía no había visto a la hermana Mariana", que sólo volvió a casa tres años después. Cuando Roziane creció Mariana le preguntaba si querría visitarla en el convento, pero la joven deseaba terminar sus estudios y discernir con calma. "Ya estaba saliendo y mi novio era un buen tipo, pero no despertaba ese amor en mí. Fue entonces cuando me di cuenta de cuál era mi vocación. Cuando la hermana Mariana estaba en casa, en enero, me fui con ella al convento", recuerda.

 

La última en decidir ser esposa de Cristo fue Isabela, que entró al convento en 2013. Al principio no pensaba en ser monja, "pero cuando llegué a la graduación de la hermana Mariana, a la hora de salir, pasé por la capilla y sentí algo muy fuerte, diferente. Fue entonces cuando dije que yo también quería quedarme", recordó.

 

Para estas tres consagradas en la vida religiosa el papel de los padres es clave en la formación de la vocación de los hijos. "Si puedo dar un consejo a los padres es, en primer lugar, que busquen vivir como cristianos, como buenos cristianos, porque no es tanto hablar, sino que vivir evangeliza mucho más. Nosotras vimos a nuestros padres rezar, asistir a la iglesia. Por eso, el ejemplo tiene más peso que el hablar", alentó la hermana Mariana.

 

 

Fuente: Catholic News Agency

 

 

 

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