La certeza que identifica a los padres adoptivos: “Nacen en nuestros corazones, no en nuestros cuerpos”

02 de diciembre de 2021

“La historia de nuestro hijo sobre cómo llegó a nuestra familia fue la obra de Dios en su máxima expresión”.

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Desde el primer instante en que surge el llamado o interés a ser padres adoptivos, se comprende que la prioridad es el bienestar integral de la niña o niño que se les podría confiar como hija o hijo. Y en general -aunque hay nefastas excepciones- en la mayoría de los países del mundo se salvaguardan los derechos fundamentales del niño en el proceso de adopción. Hay requisitos que cumplir, disponerse a evaluaciones, afrontar un camino que puede durar años y donde incluso después de concretarse la adopción, podrían surgir dificultades que requieran un apoyo de distintos profesionales.

 

Aun así, son miles quienes cada año postulan para adoptar y muchos más los niños que esperan ser adoptados. En efecto, más de 60% de las niños y niños que podrían ser adoptados tienen dificultad para encontrar un hogar debido a que sus edades van de los 7 a los 18 años

 

Sin embargo, cada año, solo en Estados Unidos, sobre 300 mil niños esperan para ser adoptados. Alison y Jed Ortman -cuentan al portal de la Arquidiócesis de Indianápolis- antes de casarse ya habían conversado sobre la posibilidad de adoptar algún día. "Mientras compartíamos nuestras esperanzas y sueños sobre lo que queríamos para nuestra futura familia, ambos coincidimos en que queríamos cuatro hijos y que estaríamos abiertos a la adopción", recuerda Alison.

 

¿Por qué adoptar?

 

 

La pareja, miembros de la parroquia de la Inmaculada Concepción de Millhousen, se casó en 2007. Para 2014, los Ortman ya tenían dos hijas y un hijo. "Ambos seguimos rezando para que, si Dios quería que adoptáramos, nos guiara y proveyera a nuestra familia. Ambos sabíamos que estábamos llamados a hacer algo más. Nos apoyamos en nuestra fe y, junto con nuestros hijos, comenzamos nuestro viaje de adopción", comenta Alison.

 

Su decisión no siempre fue respaldada por sus amistades y familiares e incluso les preguntaban si ellos ya tenían hijos y podían engendrar sin problemas ¿por qué adoptar?

 

Pero los Ortman no se amilanaron por las críticas ni la espera de dos años y hacia el final de ese tiempo, cuando Alison estaba comenzando a desesperarse, Dios -dice- les mostraría que la adopción estaba “a la vuelta de la esquina”.

 

La obra de Dios

 

 

"Me encomendé a Dios y recé para tener paz. Literalmente, justo después de eso, en el sitio web de nuestra agencia de adopción, apareció un mensaje que animaba a no rendirse y seguir adelante. Pensé: «Sí, es Dios quien me habla»", recuerda Alison

 

Poco después, la agencia llamó a los Ortman: una madre que había dado a luz el día anterior estaba en un hospital cercano buscando una adopción para su hijo. En 24 horas, Alison y Jed tenían abrazaban a su hijo, Holden. "Nació de nuestros corazones, no de nuestros cuerpos", dice Alison.

 

Ella y Jed decidieron hacer una adopción abierta, manteniendo el contacto con la madre biológica. "La hemos visto dos veces e intercambiamos correos electrónicos cada dos meses. Aunque la adopción puede ser un reto a veces, hemos tenido el apoyo de nuestra familia, amigos y nuestra comunidad en la Iglesia Católica. Mantener nuestra fe católica y compartirla con nuestros hijos ha sido una clave importante en el éxito. La historia de nuestro hijo sobre cómo llegó a nuestra familia fue la obra de Dios en su máxima expresión", reitera Alison.

 

 

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