por Portaluz. Ana Beatriz Becerra
8 Marzo de 2024Montse era la menor y la única que no creía en Dios en su familia católica. Este ateísmo hundía sus raíces en los miles de preguntas sin respuesta que desde sus primeros años de vida se había planteado. ¿Por qué una enfermedad tras otra? ¿Por qué tanto sufrir? "Al mes de nacer me tuvieron que llevar corriendo al hospital porque me moría por un ataque de asma; a los 9 meses tuve lo que ahora se conoce como encefalitis. Luego descubrieron que presentaba pies planos, era alérgica al polvo y después a los 13 años me tuvieron que operar de una comunicación interventricular", comienza contando en su conversación con Portaluz.
A pesar de las resistencias de Montse, sus padres, que eran fervientes creyentes intentaban que ella descubriese en la fe al menos una fuente de fortaleza y esperanza. Así, recuerda que "cuando les dijeron que yo tenía el sarampión hemorrágico cerebral y que de cien se salvaba una, ellos rezaban al Señor para que esa una fuera yo". Pero la chica tenía sus propias convicciones y solo porque "era tradición" y no le quedaba "más remedio", hizo su Primera Comunión.
Encontrando y perdiendo el sentido de su vida
Montse y su tía
Al paso de los años, lejos de mejorar, la salud de Montse iba empeorando y asimismo aumentaba su rabia con Dios. Cuando a los 14 años la operaron por algunas afecciones en su columna, recuerda que sus padres "estaban agarrados a imágenes y estampitas de Jesús rezando, pero yo nada". Estuvo tres meses en cama y tuvieron "que enseñarme a andar porque se me había olvidado".
Si ya la adolescencia plantea desafíos para todos, Montse recuerda que masticaba soledad pues "no me podía mover como una niña normal, nadie quería estar conmigo". De hecho, confidencia que recién a los 21 años lograría tener sus primeras amistades.
Llegados los años de la juventud y sin que ella misma hubiere podido imaginarlo algunos meses antes, sacó fuerzas de flaqueza y se empeñó en titularse como Auxiliar de Enfermería, logrando luego encontrar trabajo en un hospital militar. Pasaron los años y a pesar de padecer diversas dolencias lograba encontrar en su trabajo una razón de existir. Eso hasta que el año 2016, cuando recién había cumplido los 46 años, sus habituales dolores en las piernas comenzaron a ser tan intensos y recurrentes que casi no podía soportarlos. Los exámenes y el diagnóstico fueron categóricos... pero un nuevo golpe llegó a su vida y la puso en una encrucijada cuando tenía 46 años. Sus palabras se atropellan una tras otra, cargadas de emoción al recordar aquel instante: "Me hicieron unas pruebas y me dicen que mi vida laboral había terminado porque tenía una artrosis degenerativa. Fue salir de la consulta del médico y la primera idea que nace en mi mente y en mi corazón es quitarme la vida".
Con fecha para suicidarse
Habiendo definido una fecha para suicidarse y ya sin esperanza, en un acto de ira increpó a Dios en mitad de la calle. "Levantando el dedo al cielo le dije: «Si es verdad que existes dame una señal para seguir viviendo, porque nadie mejor que Tú sabe lo que voy a hacer»", confidencia.
Cuando bajó la mirada, sus ojos divisaron una Iglesia y como si alguien la retuviera no pudo seguir dando un paso más; estaba adherida a los adoquines de la vereda. "Y sentí una voz dentro de mí diciendo «ve a la Iglesia». Era una voz de hombre tan clara que hasta le respondí con un sonoro «no». Por segunda vez insistió «ve a la iglesia» y repetí mi negativa. A la tercera vez -que seguía sin poder moverme- cuando reiteró la invitación le dije «venga, vale». Me soltó del suelo y fui hacia la parroquia donde al entrar vi a un sacerdote que estaba de espalda". Se detiene un instante Montse, emocionada, en su relato y prosigue:
"De no querer ver sacerdotes le conté en una hora y cuarto mi vida entera a un cura, bueno y las palabras que él me dijo fueron: «Si el Señor llevó la Cruz por nosotros quién eres tú para no querer llevar la cruz tuya». Así es como llegó el Señor a mi vida".
"Casada con el Señor"
Por consejos del sacerdote Álvaro Aceituno comenzó a formarse en la fe y cultivar su vínculo con Dios en la oración y los sacramentos. Acudió a cursos básicos de teología, cursillos de cristiandad, retiros y como un fruto natural de este renacer espiritual, acabó enamorada de Cristo y a su servicio. "Ahora estoy casada con el Señor, como virgen consagrada. Mi meta es cumplir la voluntad de Dios en obediencia, pobreza y castidad".
Esta es la Montse de Cristo, una mujer que es feliz sirviendo en la pastoral de acompañamiento a matrimonios y compartiendo su camino de conversión en retiros, a comunidades parroquiales, también aquí en Portaluz y otros medios digitales.
"La consagración es la mejor decisión que he tomado. Llevo la alianza con la palabra Cristo dentro, me une con fuerza a Él. Después de haber renegado tanto, si esto de verdad sirve para ayudar a más gente, bendito sea, Señor, lo que me has mandado".
También puedes disfrutar el testimonio de Montse en el siguiente video que han difundido nuestros amigos de Mater Mundi TV: