Imágenes gentileza de Revista Misión
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El católico Bernabé Zapata que defiende los colores de España en el tenis: “La fe es hoy mi principal motor”

Ha sufrido mucho para llegar a la élite del tenis. En este camino han sido su fe y una peculiar historia con Dios -cuenta a Revista Misión- las que le han permitido dar un sentido a este sufrimiento que, lejos de alejarle de Él, le han hecho ponerle en el centro de su vida.

por Portaluz

16 Diciembre de 2023

Bernabé Zapata Miralles (Valencia, 1997) ha cumplido con apenas 27 años sueños que parecían imposibles. Lo tenía todo en contra para triunfar en el tenis y ya ha podido representar a España en la Copa Davis, logrando alcanzar en 2023 el puesto 37 en el ranking de mejores tenistas del mundo y en el pasado ganando un torneo al vencer en la final a Carlos Alcaraz, la gran estrella emergente del tenis.

Lleva dos años casado con Miriam, su gran amor desde la adolescencia, una joven de su parroquia con la que vivió un noviazgo cristiano y con quien comparte lo más importante: la fe. Un apoyo fundamental en una profesión que le obliga a viajar a más de 20 países y a pasar más de seis meses al año fuera de casa.

Igual de importante que el duro entrenamiento físico al que se somete, Zapata ha encontrado en su relación con Dios una fuerza extra que le impulsa hacia adelante en su carrera y en la vida. Es algo de lo que se siente agradecido y uno de los motivos por los que cuenta ahora su historia a Revista Misión, anhelando ayudar a otros con su testimonio de superación y de gracia.

¿Es difícil ser católico en el mundo del tenis?

Para mí no es incómodo declararme católico. Los tenistas son respetuosos. Los hay que se santiguan o rezan porque creen en Dios. En mi caso siempre declaro abiertamente la manera que tengo de vivir la fe, que es en el Camino Neocatecumenal, y no me avergüenzo de estar en la Iglesia. Nunca me he sentido juzgado.

Sus orígenes son humildes, ¿cómo ha sido el camino a la élite?

Ha sido largo, pero miro para atrás y veo un milagro. Nací en una familia cristiana y empecé en el tenis con cuatro años gracias a mi hermano mayor. Fui mejorando, y mis padres no tenían ninguna pretensión de que fuera deportista, actuaban según iban los acontecimientos. Cuando empecé a destacar tuve la suerte de que el Sporting Club de Tenis [donde se desarrolla la entrevista] me ayudó económicamente porque mis padres no podían pagarme nada, ni la escuela.

¿Por qué destaca el sufrimiento como parte indispensable de su vida?

Desde muy joven sufrí porque vivía situaciones muy incómodas como estar lejos de mi familia, competir cuando no tenía ganas, pasar veranos desde muy pequeño fuera de mi entorno... Y la única manera de seguir adelante era enfrentándome a cada situación. Estando en Bélgica con 14 años yo no podía decir a mi padre que viniera a buscarme si no quería jugar. Cuando empecé a viajar, siendo todavía muy jovencito, me costaba mucho dormir solo. Tenía miedo en los hoteles. Dormía con la luz encendida y no descansaba bien. Ojalá no hubiera tenido que vivirlo, pero tuve que pasar por ese sufrimiento.

¿Cómo lo sobrellevó?

La soledad ha sido mi cruz, el mayor sufrimiento que he tenido en mi vida, sobre todo de los 13 a los 21 años. Fue un sufrimiento tan grande que por mis fuerzas no podía encontrar una solución y es ahí donde el Señor fue actuando. Empecé a rezar. Empecé a experimentar que cuando iba a un torneo ya no estaba solo. Empezaba a ganar y no lo celebraba solo, decía: “El Señor está conmigo”. Llegaba a la habitación del hotel y tampoco me sentía solo. Él iba actuando a través de esa soledad.

¿Y le curó esta herida?

Imagínate qué cambio se dio en mi vida que Dios transformó esta soledad en algo glorioso, tanto que me acostumbré a viajar solo y hoy en día cuando me toca viajar así lo hago feliz.

Habla mucho de Dios. ¿Qué es la fe para usted?

Mis padres me la transmitieron desde pequeñito. Ya siendo adolescente entré a vivir la fe en una comunidad del Camino Neocatecumenal. Y esta es una de las cosas por las que más gracias doy a Dios: por saber que tengo hermanos que en momentos de sufrimiento rezan por mí, que están intercediendo, que me acompañan. Pero hay muchas otras formas maravillosas de vivir la fe en la Iglesia. La fe es hoy mi principal motor e intento tomar todas las decisiones en función de si es lo que quiere Dios para mi vida. Le pregunto: “Señor, ¿qué es lo que tengo que hacer ahora?”. Él me va mostrando señales y qué debo hacer.

Puedes continuar leyendo la entrevista completa en Revista Misión pulsando aquí.

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