Anna padeció la persecución y el abuso comunista. Todo lo ofreció en Adoración por la santificación de los sacerdotes

27 de enero de 2023

Esta “maternidad espiritual” de Anna -al igual que la vivida por miles de otros fieles a lo largo de la historia-, bien puede considerarse un arma privilegiada que Dios ha confiado a la Iglesia en su batalla contra Satanás y todo germen de mal.

Compartir en:

 

El 8 de diciembre de 2007, solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, el Dicasterio para el Clero publicaba y recomendaba a todos los obispos del mundo el documento “Adoración eucarística para la santificación de los sacerdotes y la maternidad espiritual”.

 

En la carta de presentación -firmada por el Cardenal Cláudio Hummes y el Cardenal Mauro Piacensa, prefecto y secretario del Dicasterio respectivamente en esa fecha- se alienta a que en todas las diócesis se suscite “un movimiento de oración, que ponga al centro la adoración eucarística continuada durante las veinticuatro horas, (…)  con el objetivo principal de suscitar un número suficiente de santas vocaciones al estado sacerdotal y, al mismo tiempo, acompañar espiritualmente - a nivel del Cuerpo Místico - con una especie de maternidad espiritual, a quienes ya han sido llamados al sacerdocio ministerial”.

 

Desde los albores de las primeras comunidades cristianas hasta hoy, muchos fieles viven en el anonimato esta vocación, fundamental para la salvación de la humanidad. Así, guiados por el ejemplo de la Virgen María, hombres y mujeres adoptan espiritualmente a sacerdotes -maternidad espiritual-, por medio de la oración, el sacrificio y la penitencia ante el Santísimo Sacramento.

 

Esta es la historia de uno de ellos, Anna Stang, tal cual fue publicada en el citado documento del Dicasterio para el Clero. Una creyente que vivió en plenitud esa maternidad espiritual soportando grandes sufrimientos durante la persecución comunista y, como muchas otras mujeres en su situación, los ofreció por la santificación de los sacerdotes.

 

La oblación

 

Anna Stang nació en 1909 en el seno de una numerosa familia de fieles que vivía en la zona alemana del Volga, en Rusia. Era una colegiala de nueve años cuando comenzó a sufrir por la fe, según ella misma escribe en su diario de vida: "...1918, en segundo grado, todavía rezábamos el Padrenuestro antes de clase. Un año después, todo estaba prohibido y el párroco ya no podía entrar en la escuela. La gente empezó a reírse de quienes éramos cristianos, dejando de mostrar respeto por los sacerdotes; y el seminario fue destruido."

 

Cuando tenía 11 años, Anna perdió a su padre y a varios hermanos a causa de una epidemia de cólera. Seis años más tarde, al morir su madre, Anna tuvo que criar a sus hermanos pequeños. Pero no sólo perdió a sus padres, sino que "también nuestro párroco murió en esa época, y muchos sacerdotes fueron arrestados. ¡De tal forma que nos quedamos sin pastor! Fue muy difícil... En la parroquia vecina, la iglesia seguía abierta, pero tampoco había sacerdote. A pesar de todo, los fieles nos reuníamos para rezar, pero sin sacerdote la iglesia estaba abandonada. Yo no hacía más que llorar, sin poder contenerme. Antes esta iglesia había estado llena de tantos cantos y oraciones. Ahora todo me parecía como muerto".

 

Muy afligida por este profundo sufrimiento espiritual, Anna comenzó a rezar especialmente por los sacerdotes y los misioneros: «¡Señor, danos de nuevo un sacerdote, danos la Santísima Comunión! Con gusto lo sufro todo por ti, ¡oh, Sacratísimo Corazón de Jesús!» Todos los sufrimientos que padeció en los años siguientes, los ofreció conscientemente por los sacerdotes, incluso cuando los comunistas asaltaron su casa en 1938 para detener a su hermano y también a su marido con quien había estado felizmente casada durante siete años. Desde entonces -como muchos residentes de la ‘zona alemana’ del Volga- son detenidos desaparecidos, pues ninguno de los dos regresó jamás.

 

Un servicio sacerdotal

 

 

En 1942, Anna, la joven viuda, fue deportada con sus tres hijos por los comunistas, a Kazajstán. "Fue duro llegar con el frío del invierno, pero sobrevivimos para ver la primavera. En aquellos días lloré mucho, pero también recé mucho. Siempre era como si alguien me llevara de la mano. Algún tiempo después encontré a algunas mujeres católicas en la ciudad de Siryanovsk. Nos reuníamos a escondidas los domingos y las solemnidades para cantar himnos y rezar el rosario. Yo suplicaba muy a menudo: «María, nuestra amada madre, mira qué pobres somos; ¡envíanos de nuevo sacerdotes, maestros y pastores!»".

 

La persecución menguó un poco después de 1965. "Incluso se construyó una iglesia en Bishkek (la capital de Kirguistán) y una vez al año íbamos allí, a la Santa Misa, con mi amiga Vittoria. Era un largo camino, más de 1.000 kilómetros, pero estábamos muy contentas de ir. ¡Hacía más de 20 años que no veíamos un sacerdote ni un confesionario! El pastor era anciano y había pasado más de 10 años en la cárcel por su fe. Mientras estuve allí, alguien me confió una llave de la iglesia que me permitió pasar largas horas en adoración. Nunca pensé que volvería a estar tan cerca del Sagrario y, llena de alegría, me arrodillé y lo besé".

 

 

Antes de volver a casa, Anna siempre recibía permiso para llevar la Sagrada Comunión a los católicos más ancianos de su ciudad que nunca habrían podido hacer ese viaje. "Con el mandato del sacerdote, durante 30 años bauticé a los niños y adultos de mi ciudad; preparé a los novios al sacramento del matrimonio y oré en los funerales por quienes habían fallecido, hasta que mi salud ya no me lo permitió".

 

Oraciones íntimas: ¡Para que venga un sacerdote!

 

 

Luego de todo lo vivido, es posible imaginar lo agradecida que estaba Anna cuando un sacerdote misionero visitó su casa por primera vez en 1995. Lloraba de alegría y decía conmovida: «¡Ha venido Jesús, el Sumo Sacerdote!». A sus 86 años, después de haber rezado durante décadas por sacerdotes y misioneros, ya no creía que volvería a verlos.

 

Al atardecer, la Santa Misa se celebró entonces por primera vez en el hogar de esta mujer excepcional.

 

 

Fuente: Eucharistic Adoration for the Sanctification of Priests and Spiritual Maternity (Adoración eucarística para la santificación de los sacerdotes y la maternidad espiritual).

 

 

Tú también puedes vivir la “maternidad espiritual”. Pulsa aquí para unirte a rezar por los sacerdotes

 

 

Compartir en:

Portaluz te recomienda