“Vírgenes prudentes, preparad vuestras lámparas: Ya llega el Esposo, salid a su encuentro”, cantaba un coro en la catedral de la Arquidiócesis de Denver (USA) el pasado 22 de julio de 2017; dando así inicio al Rito de Consagración de Vírgenes mediante el cual Andrea Polito celebró “desposorios místicos con Jesucristo, Hijo de Dios, entregándose al servicio de la Iglesia” (Código del Derecho Canónico 604,1).
Mediante el Ordo Virginum, particular expresión de la vida consagrada, la Iglesia acogió el deseo de Andrea por dar un sí total de su vida a Dios, como lo hizo la Santísima Virgen María; desafiándose entonces a ser modelo del amor esponsal que une a la Iglesia con Cristo.
Inspirada por Santa María Magdalena
Enfermera de profesión, especializada en neuro-oncología pediátrica, Andrea cuenta que fue llamada por Dios con particular claridad a vivir casta, pobre y obediente en medio del mundo el 6 de abril de 2012. Tenía entonces 26 años de edad. Ese día era Viernes Santo y hacía lo que muchos católicos viven en este día de precepto: Oraba al pie de la cruz. En aquél instante -cuenta al semanario Denver Catholic- experimentó “un momento de profunda gracia”.
“Estaba mirando a María Magdalena y le pregunté al Señor: «¿Por qué de toda la gente que sanaste en tu ministerio, solo ella llegó hasta allí?» Y Él (Jesús) simplemente dijo: «Porque ella lo dejó todo y me siguió». En ese momento, instintivamente, yo solo pude decir: «Ahí es donde quiero vivir, ahí es donde quiero estar»; y Él me dijo: «Bien, entonces ven y sígueme»”.
De improviso, recuerda Andrea, reaccionó algo atemorizada por esta oración en que libremente le había dicho a Jesús que quería entregarle su vida. “Para ser sincera, me asusté”, confidencia. En los días, semanas y meses siguientes de forma espontánea su oración, sus diálogos con Jesús, fueron siendo cada vez más recurrentes y extensos. Lentamente iba comprendiendo lo que Dios esperaba de ella. “No me sentía llamada a dejar el mundo. Estaba segura que me quería en mi trabajo dando una presencia católica auténtica en el campo médico que suele ser secular. No sentía paz si pensaba en dejar todo aquello”.
Discernimiento en oración
En su camino le apoyó padre John Nepil, quien luego se convirtió en su director espiritual. Finalmente con el paso del tiempo Andrea lograría comprender que su vocación era ser una virgen consagrada. “Durante estos años discernimos y realicé un retiro de silencio por 30 días, luego hice la elección. Hablé con la arquidiócesis pues esto era lo que le daba más sentido a mi llamado”, recuerda en su diálogo con Denver Catholic.
El pasado 22 de julio, en la fiesta de Santa María Magdalena, casi cinco años después de escuchar que había sido elegida, Andrea fue consagrada como virgen para la Arquidiócesis de Denver por el arzobispo Samuel Aquila, con la presencia de 20 sacerdotes co-celebrantes de la Eucaristía.
Día de fiesta en el cielo y en la tierra
Tras ser interrogada por el Arzobispo acerca de su libre disposición para aceptar la consagración solemne como esposa de Cristo -y en consecuencia realizar la profesión o votos religiosos (castidad, pobreza y obediencia)-, Andrea se postró en el suelo mientras los fieles pedían a los santos interceder por ella.
Tras recibir el libro de la Liturgia de las Horas, el velo y el anillo según indica el rito, Andrea -nueva virgen consagrada-, pudo finalmente cantar ante el obispo y la asamblea reunida:
“Estoy desposada con Aquél
a quien sirven los ángeles,
cuya hermosura admiran el sol y la luna”.
De acuerdo con la Asociación de Vírgenes Consagradas de los Estados Unidos en el mundo hay aproximadamente 3 mil mujeres miembros del Ordo Virginum; 235 de ellas viven en el país del norte. En la arquidiócesis de Denver son ahora seis las vírgenes consagradas y dos mujeres más están proceso de formación y discernimiento.