Hasta hace pocas décadas la palabra “género”, en inglés “gender”, significaba el conjunto de individuos con ciertos caracteres biológicos comunes. Por ello se hablaba del “género humano” para identificar a toda la humanidad. También se utilizaba ese término para identificar la diferenciación biológica sexual existente entre varones y mujeres, pertenecientes al género masculino y al femenino, respectivamente. Más tarde, en la segunda mitad del siglo XX, la “equidad de género” fue enarbolada como bandera por los movimientos feministas para expresar la legítima reivindicación de la mujer frente a la discriminación social y cultural en relación con el varón.
 
Sin embargo, ya en la década de 1990, el término “género” fue manipulado para darle un nuevo enfoque psicológico, social y cultural que minimiza su raíz natural biológica. En la Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing, 1995) algunas asociaciones feministas radicales -a las que luego se unieron grupos pro homosexualismo, bisexualismo y transexualismo-, trataron de imponer la “perspectiva de género” para englobar una serie de "nuevos derechos sexuales emergentes sexuales y reproductivos".
 
La “perspectiva de género” está basada en una filosofía libertaria, individualista y hedonista. Desconoce la heterosexualidad natural, considerada como biologicista y tradicional, y la sustituye por la “orientación sexual”, independiente del sexo biológico. En consecuencia ha pasado a ser una ideología intolerante y cerrada, opuesta frontalmente a la ética natural que reconoce el matrimonio como el lugar natural de complementación amorosa entre el varón y la mujer, abierto a la fecundidad.
 
Consecuente con sus postulados la ideología de género reivindica el derecho de cada individuo a vivir su sexualidad de acuerdo a su libre elección según su “identidad de género”. Proclama como derechos individuales el uso irrestricto de anticonceptivos el aborto seguro y legal, el matrimonio homosexual y otras posibles orientaciones sexuales sin excluir conductas anteriormente calificadas como aberrantes, sin apenas poner más límites que la libertad de otras personas.
 
Actualmente hay una campaña mundial, promovida por los gobiernos de EEUU, de Canadá y de algunos países de la Unión Europea, así como por el Fondo de Población de las Naciones Unidas y por otras asociaciones con un gran despliegue mediático. Uno de los principales lugares elegidos para expandir esa ideología es América Latina, por considerar que las legislaciones de sus países son conservadoras y aferradas a la tradición.
 
Los Obispos Latinoamericanos, reunidos en Aparecida (Brasil) en mayo del 2007, alertaron a muchas personas que ingenuamente han aceptado la perspectiva de género: “Entre los presupuestos que debilitan y menoscaban la vida familiar encontramos la ideología de género, según la cual cada uno puede escoger su orientación sexual sin tomar en cuenta las diferencias dadas por la naturaleza humana. Esto ha provocado modificaciones legales que hieren gravemente la dignidad del matrimonio, el respeto del derecho a la vida y la identidad de la familia” (DA 40).
 
Es, pues, preciso que todas las personas de buena voluntad no se dejen engañar por las estrategias educativas, comunicacionales, culturales e incluso religiosas a través de las cuales se difunde la “ideología de género”, ya que contribuye a expandir la cultura de la muerte. Los cristianos estamos llamados a proclamar la cultura de la vida y de la dignidad de las personas y de las familias, respetando el orden natural de la creación.

 
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