Dentro de los santos que la Iglesia propone a la veneración de los fieles brilla San José como una lumbrera. Aunque durante los primeros siglos del cristianismo apenas se le veneraba, su culto ha ido adquiriendo gran esplendor a partir del Papa San Pío IX y de los últimos pontífices, incluyendo al actual Papa Francisco, quien ha instituido 2021 como el Año de San José.

El ocultamiento histórico de San José concuerda con su profunda humildad. Su biografía está brevemente documentada en los dos primeros capítulos de los evangelios de Mateo y Lucas, que narran la concepción de Jesús, su nacimiento y su infancia. Hay también otros documentos antiguos, entre los que sobresalen el “Protoevangelio de Santiago” y la “Historia de José el carpintero” que, aunque no están reconocidos como libros bíblicos por la Iglesia Católica, aportan interesantes datos complementarios cuya veracidad debe ser discernida.

La Iglesia, a la luz de los evangelios y de los documentos mencionados, enseña que José fue un varón humilde, piadoso, trabajador y siempre dispuesto a cumplir la voluntad de Dios fue el esposo de María y que ambos vivieron un tiempo en Nazaret en Galilea. El Protoevangelio relata cómo María, ya desde sus tres años, vivió en el Templo de Jerusalén, entregada a la oración y a la confección de manteles y vestidos sagrados.

Ella tuvo el privilegio, impensable entonces para una mujer, de escuchar a los sacerdotes leer los libros bíblicos. María permaneció en el Templo hasta poco antes de cumplir doce años, edad en la que según las normas sagradas no podía quedarse en el Templo para no contaminarlo con sus menstruaciones (Levítico 15,19).

El Protoevangelio narra cómo Zacarías, Sumo Sacerdote, seguramente intuyendo que, a ejemplo de la Hija de Sión, María había hecho un voto de esterilidad y castidad, convocó a los viudos del pueblo para que vinieran con una vara sobre la que el Señor haría una señal prodigiosa para que así fuera elegido el futuro esposo de María. De la vara de José salió una paloma que voló sobre su cabeza. Zacarías entendió que Dios había elegido a José para recibir bajo su custodia a la Virgen del Señor. Aunque José se resistió por ser ya viejo y tener hijos, tuvo que aceptar para evitar un castigo divino.

José llevó a María a su casa en Nazaret donde vivían también sus hijos y otros miembros de su familia, mientras que él como albañil carpintero continuaba sus construcciones. El Evangelio de Mateo narra cómo José, al regresar a Nazaret vio que María estaba encinta y decidió repudiarla en secreto. Pero en sueños el Ángel del Señor se le apareció y le dijo: “José, hijo de David, no temas en tomar contigo a María, tu esposa, porque lo concebido en ella viene de la Rúaj Santa (Espíritu). Dará a luz un hijo a quien tú pondrás por nombre Jesús (‘Yahvé salva’), porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.

José se despertó del sueño e hizo todo lo que el Ángel del Señor le había  mandado y tomó consigo a su esposa, Y, sin haberla conocido, ella dio a luz un hijo a quien José puso por nombre Jesús” (Mateo 1,20-24).

Este texto y el paralelo de Lucas muestran cómo Dios Padre quiso que su Hijo se encarnase en el seno de la Virgen María. Esta concepción virginal de María se realizó por la intervención de la Rúaj Divina. Podemos pensar que María, al llegar a su pubertad ovuló como cualquier mujer. En ese óvulo el Hijo de Dios se encarnó, iniciando su vida humana como un zigoto (embrión monocelular) que biológicamente fue desarrollándose en el útero de María hasta el parto.

Por eso la Iglesia Católica enseña que José fue el Elegido por Dios para aparecer como padre de Jesús en los registros civiles, aunque tan sólo era padre putativo o sea tal como la gente pensaba. En la genealogía de Jesús, según el Evangelio de Mateo, José es el esposo de María de quien nació Jesús, el Cristo (Ungido) (Mateo 1-17), mientras que en el Evangelio de Lucas se indica que Jesús, “según se creía era hijo de José” (Lucas 3,23-38).

Otra manera de expresar la relación entre José y Jesús es la adopción. José sería el padre adoptante y Jesús el hijo adoptado. Pero más exactamente fue el Hijo de Dios quien para hacerse hombre eligió a José como su padre adoptivo, pasando éste a ser la imagen humana del Padre Divino. De hecho, la gente le conocía a Jesús con el sobrenombre hebreo de “Bar-Yosef”, o sea “Hijo de José”. Por todo ello nos parece correcto que según el plan divino veneremos a José como el “Padre teológico de Jesús”.

 
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