por Portaluz. Luis Santamaría del Río
7 Enero de 2022
El pasado 31 de diciembre de 2021 falleció monseñor Luigi Negri, arzobispo emérito de Ferrara-Comacchio (Italia). Pastoreó esta sede entre 2013 y 2017, después de presidir la diócesis de San Marino-Montefeltro (para la que fue designado en uno de los últimos nombramientos hechos por S. Juan Pablo II). Pero antes de su consagración episcopal ya era un reconocido pastor de almas, siendo uno de los primeros miembros del movimiento Comunión y Liberación, como también en la cátedra de Filosofía y Teología en Milán.
Preocupado por las cuestiones relativas al esoterismo y sus daños espirituales, Mons. Negri era un firme defensor del ministerio del exorcismo, por lo que fue invitado en varias ocasiones a participar en el Curso de Exorcismo y Oración de Liberación que se organiza todos los años en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma.
Hemos querido rescatar en Portaluz algunos extractos de su intervención en el curso de 2015, durante su lección magistral inaugural que llevaba por título “Exorcismo y nueva evangelización”, y que había permanecido inédita hasta ahora.
Una amenaza a la identidad humana
Monseñor Negri comienza enmarcando el exorcismo en la globalidad de la fe cristiana, porque “el contexto de tal asunto en la Iglesia no puede ser particular. Sea cual sea, lo particular remite directamente a la totalidad, a la identidad y misión de la Iglesia”. En concreto, se trata de “la presencia del demonio en la Iglesia y en la sociedad”.
El arzobispo afirma que “hay un poder que quiere hacer imposible el camino de la fe, que tiende a expropiar de la experiencia de la fe a los individuos”. Aunque, por supuesto, “el demonio no puede modificar ni eliminar el poder de Dios. El problema no es entre el demonio y Cristo, sino entre el demonio y los cristianos, que se encuentran con él como alguien que tienta, condicionando la libertad de la persona”.
“El problema del mal, en su articulación y variedades, es una cuestión que se refiere al hombre, no a Dios. Es un problema de carácter antropológico”, señala Negri. Por eso “es necesaria una antropología adecuada”. Y lo detalla así: “el mal es una objeción a la posibilidad del hombre de ser él mismo. La identidad del hombre está amenazada por algo que viene a descentrar esta identidad. En su interior encuentra fuerzas disgregadoras de su ser, y así el hombre no es el sujeto de su vida, sino que se siente objeto de manipulación del mal”.
En este momento, el prelado asegura que el hombre sin Dios no es más que “una partícula de la naturaleza o un elemento anónimo de la ciudad humana”, basándose en las palabras de la constitución Gaudium et spes del Concilio Vaticano II (n. 14).
La novedad de la antropología cristiana
Monseñor Luigi Negri abordó también algunas percepciones erróneas del problema del mal, como el dualismo, “que equipara el bien con el mal, a Dios con el demonio, y dice que al hombre se le impone el mal sin poder hacer nada para evitarlo”, o también la teoría tan extendida de que “el mal es algo particular que cesará cuando avance el progreso del hombre”.
¿Cuál es la novedad de la antropología cristiana? Para el entonces arzobispo de Ferrara-Comacchio, esta antropología “habla de Dios en relación con el hombre. La interlocución puede ser real en el universo, en la realidad creada. En esa interlocución que aparece en la gran posibilidad del amor, la libertad del hombre es una responsabilidad, no es una 'instintualidad'. Libertad no es hacer lo que uno quiere, sino ser responsable ante la presencia de Dios, afirmando o negando”.
Hay, pues, un “drama” central, en el horizonte de un “sí” o un “no” a Dios, advierte Negri. Ante el ser humano se presenta la “terrible posibilidad de sustituir la presencia de Dios por una propia imagen de la realidad”. Porque, como destaca Luigi Negri, “la mentira está en la base de todas las oposiciones a Dios”. Algo que remite a las mentiras del diablo en el relato del pecado original.
La mentira demoníaca
El mal existe, “y el hombre tiene una gran complicidad porque este mal es sentido como el camino al bien, y así se toma. La confrontación, antes que en el nivel moral, está en el nivel ideal: el mal como medio para el bien”, alerta Negri. Por ello, insiste el arzobispo, “la cuestión es la verdad o la falsedad. El mal es falso, es una concepción equivocada del hombre y de la relación entre el hombre y Dios”.
Pero no es sólo una cuestión del ser humano: “el mal tiene también otra raíz, más fuerte todavía: la diabólica, de la mentira. Capaz de hacer del mal estructura, cultura, historia”. Porque -aclara Mons. Negri- “el demonio tiene una presencia articulada y capacidad enorme de manipulación”. Y, ante lo que puedan pensar algunos, esto no supone “una eliminación de la responsabilidad del hombre, sino la circunstancia de la libertad del hombre”, añade.
Monseñor Negri muestra su convicción de que la libertad humana “vive un condicionamiento histórico terrible: la rebelión de los ángeles contra Dios, el antiteísmo”. Una ofensiva diabólica incapaz de afectar al plan divino de la salvación, pero que “puede actuar en la vida del hombre, con la destrucción de la fe en el corazón del hombre”.
Afirmación o negación de Dios
Porque éste -puntualiza Negri- es precisamente el núcleo de la acción del demonio: “la destrucción de la presencia de Dios en el corazón del hombre a través de la maternidad de la Iglesia y de su educación de la fe. Aquí es donde ataca el demonio: la vida cristiana del hombre, la responsabilidad y la maduración en la Iglesia. Que la fe disminuya en la vida de las personas concretas y, así, de la sociedad humana”.
Se trata de “un extraordinario programa de eliminación de la fe en el corazón del hombre” y, por lo tanto, “la gran alternativa al reino de Dios que viene”. Porque la promesa de la redención y de la felicidad “se consuma en la libertad del hombre. Y esta libertad se expresa en dos posibilidades opuestas: o la afirmación total del misterio de Cristo en nuestra vida (fe) o la negación, con la tentación de crear un anti-mundo, un anti-hombre, una antisociedad, una anti-vida”, afirma Mons. Negri.
La Iglesia lucha contra el mal
Prosiguiendo su lección, Monseñor Luigi Negri se pregunta: “¿Cómo se desarrolla el poder de la Iglesia sobre el mal? La Iglesia tiene poder sobre el mal, el mismo poder de Cristo sobre el mal. Ha sido llamada a ejercer este poder”. Por eso, es indudable que “la batalla contra el demonio que tienta con la negación de la fe tiene que asumirla la Iglesia, ejerciendo el poder de Cristo sobre el mal, que no es la destrucción del mal, sino la caridad”.
Efectivamente, el arzobispo reitera que “el poder de Cristo sobre el mal es la caridad. La caridad contra el mal, con un juicio contra el mal y con una acogida en el perdón para una vida nueva”. Y, basándose en la extraordinaria imagen del diálogo de Jesús con la samaritana (Jn 4, 1-45), monseñor Negri aterriza en el ministerio del exorcismo señalando que “no podemos afrontar un problema específico como el de acompañar a los hermanos que sufren la posesión diabólica si no lo hacemos dentro de un camino de caridad que hace la comunidad con estos hermanos”.
Y como el arma de la Iglesia es la caridad, su primer aspecto es la verdad. Porque la caridad “no es simplemente un comportamiento práctico, sino que es algo infundido en el alma por Cristo. Se trata de un juicio sobre el mundo y el hombre: sólo Cristo salva al hombre, ahora y siempre”. Por ello, ha de incluir un anuncio explícito: “lo mejor que se puede hacer al hombre poseído es el anuncio de la fe: anunciar a Cristo como el Salvador”.
Lo esencial frente a la confusión
En este momento Monseñor Luigi Negri enriquece su reflexión haciendo referencia al marco cultural que impera desde la Ilustración: “hay un pensamiento único dominante desde hace más de dos siglos, que pretende sustituir a Dios por el hombre. Los instintos, aunque estén equivocados, se reconocen como derechos a sostener, y se les da relevancia social”.
De manera que -prosigue- “hay un hilo conductor de la sociedad y de la cultura que ha llevado hasta donde estamos hoy: la negación del hombre y de sus valores determinada por la apostasía de Cristo. Así, el hombre no sabe quién es, de dónde viene y adónde va”.
Y en este contexto -dice Negri- podemos entender que “el poseído lleva en su carne, dolorosamente, todo aquello que la sociedad lleva, porque nuestra sociedad razona según el demonio, no según Dios. Una sociedad que hace que veamos el bienestar en el centro y que veamos al otro como un objeto que puedo utilizar para mi bienestar, no como un sujeto. Esto es el demonio hoy”.
Por eso, “éste es el primer anuncio que tiene que hacer la Iglesia al mundo: Cristo ha muerto y Dios lo ha resucitado. Estamos en un tiempo de confusión y manipulación, también dentro de la Iglesia, lo que hace necesario partir de lo esencial: sólo Cristo es el redentor del hombre. Pero hay un camino secular que quiere arrancar a Cristo y a la Iglesia del mundo”, alienta Monseñor Luigi Negri.
El arzobispo afirma que, dada la situación actual, “éste es el primer exorcistado que la Iglesia debe hacer: el anuncio evangélico y la maduración educativa del anuncio. La Iglesia ha de ser una escuela de comunión (como decía Juan Pablo II en Novo millennio ineunte), tomar conciencia de nuestra identidad, de la gracia y de la responsabilidad”.
Exorcismo y caridad
Desde la convicción de que “arrancar la fe del corazón del hombre trae consigo el desequilibrio, y éste es el camino para la posesión”, monseñor Negri señala que “el camino del exorcismo, con las normas de la Iglesia, se ha de hacer en este contexto del camino de la caridad, dentro de la comunidad”.
Porque, para la Iglesia -prosigue-, “la comunidad es el sujeto de la misión en el mundo. Competencia, profesionalidad, sensibilidad, son necesarias. La caridad con el poseído se expresa sobre todo en el exorcismo, dentro de este camino de caridad. Es la expresión última y definitiva de este camino de caridad”.
De esta forma, el arzobispo termina su lección dirigiéndose a los exorcistas presentes en el curso romano insistiendo en la necesidad de su radicación en la vida de la comunidad eclesial, y les dice: “sois los puertos del amor de Dios para los demás”.
Aunque advertía también de la realidad de que “las comunidades a veces no son comunidades vivas, y no se vive la caridad”. Por eso “vosotros, exorcistas, debéis evitar que la comunidad vuelva la cara ante el mal y mire a otro lado. Porque así estará 'traicionando al Hijo del Hombre, y es mejor que no hubiera nacido'. Hay que pasar del anuncio evangélico a la educación, a la caridad, que llegue a todos los hermanos”. También a los que sufren “esta nueva lepra del cuerpo y del alma” que es la posesión.