"El ocultismo te revienta la vida. Te quita la paz. Te deja sola, sin amigos, pues sienten rechazo ante tu comportamiento extraño, producto de la psicosis diaria que vives. Es un suicidio a cámara lenta". Son las sinceras palabras de una joven española que ofrece su testimonio a Portaluz y cuya identidad resguardamos -para protección de su familia- llamándola Victoria. "Mi hija está todavía traumatizada de lo que tuvo que vivir de niña y adolescente y no quiero abrir más heridas cuando ella intenta por fin olvidar y llevar una vida normal", aclara.
Desde niña, creyente no practicante
Victoria, que ahora tiene 43 años, nació y creció "en el seno de una familia católica pero no practicante. Creía en Dios, pero no en los curas. Mi madre rezaba a la Virgen, pero no iba a la iglesia", recuerda. Como tantos niños españoles de su tiempo, recibió la Primera Comunión y la Confirmación. Incluso formaba parte del coro parroquial… "pero tampoco iba a misa". En su familia había una fe costumbrista entremezclada con superstición. "Desde siempre yo había tenido sueños premonitorios de desgracias que mi abuela paterna y mi padre también tenían".
Nunca ha dejado de creer en Dios, "incluso cuando estaba en la santería y alejada de la Iglesia”. Y, mirando hacia atrás en su vida, confidencia: “Nunca fui creyente de brujería o de espiritismo. De hecho, me producían risa por lo absurdo que me parecía que alguien creyera en ello. Hoy sé que nada de lo que me ocurrió hubiera pasado de haber tenido la información y el apoyo necesario en la Iglesia".
Por eso, desde la perspectiva que le da su brutal experiencia con lo demoníaco, hoy Victoria puede decir: "Como católicos tenemos grandes carencias de conocimiento sobre nuestra fe que nos hacen muy vulnerables. Yo siempre pensé que el demonio era una entidad simbólica que no existía como tal en forma de entidad personal. El que no se hable del demonio o que se niegue su existencia en las iglesias es el mayor triunfo de Satanás porque puede así operar a sus anchas sin que sus víctimas puedan protegerse u ofrecer resistencia".
En su juventud: una tragedia y grandes heridas
Al pasar los años, dos hechos marcaron su vida con un profundo sufrimiento. El primero a los 21 años, cuando conoció a un chico con quien empezó una relación que considera "abusiva y tóxica desde el principio", y se quedó embarazada; separándose del padre de la niña –que tenía problemas con las drogas– poco después y convirtiéndose en madre soltera a los 23 años. En segundo lugar, cuando el padre de Victoria fue asesinado en la puerta de su casa por un vecino al que reclamó una deuda.
"Así, de manera trágica, nos encontramos solas tres mujeres –mi madre, mi hermana y yo– con una niña, para hacer frente a un sinfín de juicios, derivados del asesinato de mi padre y de la situación con el padre de mi hija". Un proceso que recuerda como "extremadamente desgastante a nivel emocional y económico, donde sufrimos estafa tras estafa por parte de muchos abogados y personas sin escrúpulos que aparecieron para ‘ayudar’ a una viuda y a una madre soltera". Además, las murmuraciones y el hostigamiento de los vecinos, unidos al recuerdo permanente de la tragedia, hicieron imposible su vida allí, por lo que abandonaron la península Ibérica y se dirigieron a las Islas Canarias "para empezar de cero".
La oscura influencia de la santería
En las Canarias, ¿alcanzarían una nueva vida, alejada de las desgracias? Pronto padecerían que no. "El piso en el que vivía se encontraba en un edificio lleno de santeros y babalawos (sacerdotes de este culto). Yo en ese momento nunca había oído hablar de la santería, por lo que no me generó ningún inconveniente ni temor", afirma.
Sin embargo, poco tiempo después se confrontaría con la santera que vivía debajo de su casa pues "subía todos los días a la azotea, siempre con gente y con gallinas. Construyó allí una caseta, ilegal y sin consultar a los vecinos, donde realizaba sus rituales". Por la humedad que generaba en la vivienda de Victoria, le llamó la atención. Y la santera la miró fijamente a los ojos y le dijo: "Escúchame bien esto que te digo. Soy capaz de hacer tanto el bien… como el mal".
Luego recibió otra agresión espiritual: una compañera de trabajo, movida por la envidia, "me dejó un muerto", dice. Era la esposa del jefe de Victoria en la empresa, y piensa que esta mujer "no podía soportar que los clientes preguntaran siempre por mí, así que pagó mucho dinero a un santero para hacerme daño". Era habitual que aquella mujer recomendara "amarres" a los otros empleados afirma Victoria.
A partir de entonces, empezaron a suceder cosas extrañas en su casa. "Escuchaba constantemente gritos en latín, como de ultratumba… que me sumían en un estado de miedo y pánico. La gente me veía por la calle y salían corriendo; se espantaban al verme. Me quedé muy delgada, no tenía apetito, no conseguía tragar nada…".
Además, empezó a tener visiones, principalmente de difuntos. En el velatorio de un tío suyo, lo vio "como si estuviera vivo, haciéndome gestos para avisarme de algo". Al día siguiente tuvo un accidente y supo que la advertencia era sobre ello. "Tengo desde siempre sueños donde veo cosas que al final acaban ocurriendo… Son sueños inducidos por el enemigo que me hacen sufrir mucho".
Llegó a ser una marioneta de la santería
Victoria estaba desesperada y una amiga le recomendó acudir a otra santera –algo, por desgracia, muy común sobre todo en las Islas Canarias– para que la ayudara. Hoy lo tiene claro: "…ese día es el principio de un prolongado infierno, aunque, por otro lado, estoy profundamente agradecida porque al final me llevó de vuelta a Dios".
La santera lanzó los cocos para adivinar qué le pasaba… "y me cuenta toda mi vida, incluso cosas que nadie sabía o podía saber". Victoria salió de su consulta temblando. "A partir de ese día, mi vida da un vuelco radical y me convierto en una marioneta de la santería. Es el primer paso que me introduce en la tiniebla de la brujería. Lejos de recuperar la tan ansiada paz, vivo los siguientes 8 años consumida por el miedo y el pánico".
Comenzó a acudir cada semana a la santera. "Siempre decía que había algo en mi casa que tenía que limpiar porque siempre me estaban haciendo algo para dañarme. Me hacía ‘limpias’, pero yo seguía teniendo problemas", explica. "La santera me decía que yo era ‘muertera’, que atraía a los entes difuntos y que hasta que yo no me ‘rayara’ no me iban a dejar en paz". El "rayamiento" es la ceremonia de iniciación en algunos tipos de santería.
Así se convirtió en santera
Al principio, Victoria se resistió. "Tardé dos años en tomar la decisión y seguir su consejo. Nunca me gustó el mundo de la santería, pero nadie me dijo que Jesús me podría ayudar. Estaba desesperada. Mirara donde mirara, nada estaba bien en mi vida, todo salía mal". Finalmente, accedió: a cambio de 400 euros, fue "rayada" en Lanzarote, después de haber pasado por una iglesia (católica) –para "adivinar" ante una imagen de la Virgen María si a ella "le agradaba" el ritual que iban a hacer– y un cementerio, donde debía encontrar a un difunto que también lo aprobara.
En la ceremonia de rayamiento, recuerda, "entré en trance, y al salir y volver en mí, no podía hablar. Al abrir los ojos con dificultad vi que todos los que habían participado (todos rayados) tenían caras de muertos". A continuación, la sangre: sacrificaron gallinas, "me cortaron un mechón de pelo y lo empaparon con la sangre que brotó de los cortes [de las gallinas] en una gasa que partieron en dos", para dedicárselo a los orishas (divinidades intermedias de la santería) Elegguá y Yemayá. Hoy, Victoria lo tiene claro: "Me había consagrado al demonio, y la santera, su servidora en la tierra, recibía poder por ello".
Sin embargo, y en contra de las promesas que le habían hecho, "mi vida no cambió. Yo sigo igual, si acaso peor, y siempre sin paz". Por eso le propusieron el siguiente gran paso para un santero: "me dicen que tengo que viajar inmediatamente a Cuba a ‘hacerme santo’". Las técnicas de manipulación, las habituales: "te hablan de tu pasado con total exactitud, te dicen que una persona te ha hecho algo, te lo crees. Luego empiezan a hablar de tu presente y de tu futuro... y como han adivinado el pasado, crees también el resto. Juegan con la información, la ignorancia, la curiosidad y, claro está, la desesperación de las personas para resolver problemas de manera rápida y dejar de sufrir".
En caída libre hacia el abismo
El relato de Victoria abunda en muchos más detalles. Cuando viajó a Cuba para la ceremonia –que le costó esta vez 4000 euros–, a su madre no le extrañó: "no se preocupaba porque ella estaba familiarizada con la brujería, algo de lo que se hablaba con naturalidad en la familia, y pensó que este viaje ayudaría a la salvación de su hija y su nieta".
Para su pesar, le hicieron el ritual y al respecto, es muy interesante su reflexión actual: "Cuando te ‘haces santo’, tus pecados se agudizan; en mi caso, el de soberbia. Me sentí como una persona totalmente nueva. Ahora era ‘Dios’. Me sentía empoderada. Pensaba: ‘he sufrido mucho estos años, pero ahora a mí ya no me toca nadie’… Sin embargo, el miedo no desaparece en lo más profundo". E insiste en la ignorancia de la fe que tenía, y que le impedía acercarse a su verdadero bien: "Nunca supe que podía rezar el Rosario o pedir oraciones de liberación para ayudarme a salir de ese mundo. Sentí un gran alivio cuando tiempo más tarde tiré todos esos objetos a la basura".
Durante el primer año tras su iniciación, sucedió algo que recuerda ahora vivamente: "Mi hija recibió la primera comunión, y recuerdo estar dentro de la iglesia esperando a que entrase por el pasillo junto con los demás niños. De repente, rompí a llorar de una manera incontrolable. No era yo. Yo no tenía ningún sentimiento, mi corazón estaba seco. Era el maligno que lloraba al sentir al Espíritu Santo que acompañaba a esos niños a punto de recibir el sacramento de Jesús".
De la obsesión a la posesión
"Yo cada día estaba peor", reconoce Victoria. Y el mal también afectaba con fuerza a su hija, una niña inocente. "Estaba en un estado de nerviosismo extremo. Veía sangre en la cocina y me decían que iba a haber una muerte". Todo iba empeorando. "Empecé a temer por la vida de mi hija y me obsesiono con que corre peligro. Ya no razonaba con cordura. Me dicen los santos que mi hija se va a morir. El espíritu de obsesión se apodera de mí… Estaba desquiciada por dentro, era un pánico interno, espiritual que yo no podía controlar", recuerda.
Su salud física y mental se fue resintiendo a causa de este sufrimiento atroz. "Estaba fuera de mí, me escondía detrás de las esquinas de la escalera, luchaba contra mí misma porque me entraban ganas de suicidarme" cuando subía a la azotea de su casa para dar culto a sus "santos"… Y llegó un momento en que sintió cómo se le metió algo oscuro en el cuerpo".
Sí, era una posesión. "¡Al llegar a mi casa ya no soy yo! Me orino encima, me meto con ropa en la ducha. Me empiezo a reír con la voz de otra persona. Yo me oía a mí misma decir: ‘Verás lo que voy a hacer contigo’. Yo me desdoblo, soy consciente de lo que me pasa, pero no puedo hacer nada. Ahí empieza el combate cuerpo a cuerpo. Me lanza al suelo varias veces. Me pone de pie y me lanza de nuevo al suelo con violencia. Me lleno de sangre y moratones. Me intenta arrancar los collares (de la santería) del cuello. Me los quita balanceándome de un lado a otro... Estoy a su merced".
En camino a la liberación
"Dios me hizo experimentar algo similar a la Pasión de Cristo. Fui flagelada hasta la extenuación dejándome al borde de la locura", explica ahora. "Los vecinos escuchaban el estruendo, pero no hicieron nada. Pronto se extiende el rumor por el barrio. Para ellos, yo ‘acabé loca’". Acudió corriendo a casa de su madre, que estaba en proceso de conversión, y que le echó agua bendita. "Siento que me quema y que el agua echa un olor pestilente".
Llamaron a unos laicos católicos, de la Renovación Carismática, para que hicieran oraciones de liberación. Se pusieron a rezar el rosario. Al día siguiente, la oración a San Miguel Arcángel… "Yo no podía besar la cruz cuando me lo ordenaban; me mordía los labios. En un momento dado, el demonio intentó engañar a los que rezaban accediendo a adorar a Jesús para que lo dejaran en paz. El demonio no soporta el rosario. Insultaba a la Virgen cuando rezaba el rosario. Se me movía la cabeza de un lado para otro para impedirme rezar".
El combate espiritual continuó, y se acentuaron los efectos cuando Victoria decidió deshacerse de sus “santos” y objetos de santería. En un momento dado, se consagró a la Virgen María. Aquel día, en la Misa, "después de la comunión, noté cómo empezaban a salir una multitud de espíritus de mi cabeza, de delante a atrás. Ese día fui liberada. La Virgen, que aplastó la cabeza del demonio, me liberó".
Poco después, acudió a un retiro que dirigió el P. Ghislain Roy en Madrid. "Él oró por mí durante 45 minutos, me impuso las manos y me dijo que yo ya estaba liberada. Desde entonces, me vuelvo a consagrar a la Virgen dos o tres veces al año. Escucho Misa diaria. Estuve en castidad 6 años hasta que me casé".
Un peligro que queda ahí
Tras su liberación, con su consiguiente conversión y cambio de vida, Victoria no baja la guardia. "Han sido años de mucha paz, pero me he dado cuenta de que la liberación no ha sido completa. He vuelto a tener sueños premonitorios". También sufre perturbaciones en la oración. "Creo que tantos años en la santería y la herencia del pecado familiar del ocultismo me siguen haciendo vulnerable a los ataques del enemigo".
"El espíritu de muerte ha vuelto trayendo pensamientos de suicidio. Llena de miedo, he tenido que soltar el cuchillo mientras cocinaba en varias ocasiones", explica. Hasta ha dejado los estudios que ocupaban su tiempo por las tardes para centrarse en la oración, "lo único que puedo hacer para luchar este nuevo combate espiritual".
Alerta sobre la santería
Victoria advierte de algo que se extiende peligrosamente: "la santería se ha expandido y normalizado en las Islas Canarias, y en España en general, hasta un punto que debería generar alarma en las autoridades públicas". Sin embargo, éstas "no reaccionan, a buen seguro porque muchos están involucrados en la red ya sea espiritual o económicamente".
Frente a los que aseguran que la santería es inocua, o que nos encontramos ante una opción religiosa legítima más, es tajante: "Estuve muchos años en ese entorno y les aseguro que no hay ninguna santería buena, en ninguna está Dios. Sólo hay oscuridad, maldad, ruina, miedo y destrucción".
Su intención, al dar a conocer su testimonio, "no es otro que poder ayudar a quitar la venda de los ojos a personas atrapadas en el ocultismo. Quiero pedir oración por estas almas atribuladas: la mayoría de ellas son víctimas que fueron engañadas por personas sin escrúpulos explotando su desesperación".