Recientemente, el diario El Informador se ha hecho eco con un amplio espacio escrito y audiovisual del caso de una médium que actúa en Orihueca (Magdalena, Colombia). Según informa el periodista César Barrera, la mujer, llamada Juana de Ávila, asegura que es el canal a través del cual sigue curando a los enfermos el médico venezolano José Gregorio Hernández, fallecido en 1919 y declarado “venerable” por la Iglesia católica.
Y es aquí cuando surgen abundantes preguntas: ¿Un médico católico ya fallecido que podría llegar a ser santo, actuando a través de una médium? ¿La Iglesia tendría que cambiar su postura sobre el espiritismo y el contacto con los muertos? ¿No es lo mismo, en el fondo, rezar a los santos que invocar a los muertos? Veamos todo lo que se juega aquí.
El aprovechamiento de una persona ejemplar
En primer lugar, hay que explicar quién es José Gregorio Hernández. Nacido en 1864 en Isnotú (Venezuela), estudió Medicina en Caracas y, aunque sintió la vocación a la vida contemplativa y quiso ser monje cartujo, una importante afección pulmonar se lo impidió. Dedicó gran parte de su vida al cuidado de los enfermos pobres y murió atropellado por un coche en 1919, con fama de santo.
En 1949 la diócesis de Caracas inició el proceso eclesial para su beatificación. Tras años estudiando en profundidad su vida, registrando el testimonio de personas que lo conocieron de cerca, se comprobaron sus “virtudes heroicas”, y en 1986 fue declarado venerable por el papa Juan Pablo II; es decir, propuesto a los fieles como un modelo de vida cristiana a imitar.
El último hito importante en este camino hacia la posible declaración de su santidad por parte de la Iglesia ha tenido lugar el pasado mes de enero 2020: la comisión de médicos de la Congregación para las Causas de los Santos –el organismo de la Santa Sede que se dedica a estos temas– ha reconocido el milagro sucedido en 2017 por la intercesión de José Gregorio Hernández. Se trata de la inesperada recuperación de una niña venezolana que sufrió graves lesiones en el cerebro por un disparo.
La praxis ambigua de la sanadora
En el reportaje audiovisual de El Informador se puede ver a una mujer sola tumbada sobre una cama, mientras Juana dice: “él la está curando… Él la anestesia. A veces vomitan ahí mismo, a veces se ponen mareadas”. Según la médium, en ese momento está teniendo lugar una operación quirúrgica de miomas uterinos, cálculos renales y hernia discal… en unos 40 minutos. Y así, un paciente tras otro. “La sanación física es inmediata”, asegura. También es posible -asegura la mujer- que el médico difunto visite a los enfermos en sus casas y agrega: “muchos ven su presencia” (sic).
A las personas que acuden, en ocasiones les coloca un algodón con alcohol en el brazo, para que el médico difunto -dice-, “canalice” las venas y haga “su trabajo”. Primero reza para pedirle permiso a Dios. Les da de beber a los pacientes “agua del altar de José Gregorio” que tiene en la habitación. Después de las “operaciones”, Juana de Ávila les escribe en un papel la receta médica y la dieta especial que dice recibir del venerable.
La protagonista tiene 74 años y era enfermera de profesión. Pero “lo dejé todo por él”, señala. Dice que se encontró por primera vez con José Gregorio Hernández en 1972, y desde entonces realiza sesiones de sanación. “Se me presentó porque yo tenía un hijo enfermo… fue real”, reitera, afirmando que sus dos hijos fueron curados por él. Ahí habrían empezado las supuestas sanaciones a través de ella: “la gente me siguió mucho”. Y para mayor credibilidad Juana afirma que ha llegado a curar a un enfermo de VIH tras seis “lavados de sangre”.
El periodista le pregunta por lo que supondría para ella la beatificación y posterior canonización del médico venezolano. “Estoy llena de alegría, porque si él ha hecho milagros no habiendo sido santificado, ahora mucho más”, comenta. Aunque admite lo polémico de su actuación –“muchos me han criticado”–, se justifica diciendo que “yo sé que lo que estoy haciendo, eso es un bien para las personas; yo no estoy haciéndole mal a nadie”.
Desde que enviudó, cobra una tarifa por sus consultas y cirugías, algo que asegura le fue indicado por el propio médico muerto, quien le habría dicho: “Usted tiene que sustentarse de esto”. Y éste es el razonamiento de la médium, señalando a la paciente que está tumbada sobre la cama: “vamos a suponer, ella me da 100.000 pesos. ¿Qué son 100.000 pesos para tanta cirugía? A veces muchas personas se mueren esperando una cita”. Además, José Gregorio también “me da esa virtud para yo poderle servir de psicólogo a la persona”, rubrica esta particular médium.
Los milagros de hoy, según la Iglesia
El vicario general de la diócesis de Santa Marta, Dairo Navarro, en declaraciones a El Informador es claro al recordar que “quien hace milagros es Dios, no la persona como tal, no es el santo como tal, que intercede, pero quien hace el milagro es Dios”. Y explica que “la Iglesia es muy seria para anunciar que es válido un milagro. Hace todo un estudio, un estudio científico que compruebe que de verdad se realizó. Escucha el parecer de varias personas que tienen que ver con la ciencia”.
En cuanto a los milagros atribuidos al venerable José Gregorio Hernández, el sacerdote afirma que “se han presentado muchos”, pero “después de un estudio serio, se ha comprobado que no hay ningún milagro. Muchas veces han sido manipulaciones que se han hecho a estos hermanitos, se les ha hecho creer que están sanados. Es decir, sugestiones”. Por eso advierte: “no podemos dejarnos atrapar por simples motivaciones emotivas; siempre debemos tener la claridad, como hijos de Dios, de que estamos siguiendo a Dios todopoderoso y eterno”.
Para el padre Dairo, la actitud correcta de los fieles católicos ante una persona muerta a la que la Iglesia ha declarado venerable es “coger su ejemplo, su vida, su testimonio, y que nos sirva a nosotros para acercarnos más al Señor, pero no es para que nosotros le recemos. Podemos rezar por su pronta canonización, sí”. Pero sin ser aún reconocido como santo no se le puede colocar en los altares, agrega el Vicario General.
El representante de la Iglesia local es categórico para advertir de su error a quienes, alejándose de una correcta conducta cristiana, participan de prácticas como la de Juana de Ávila:
“No corramos el riesgo de utilizar médiums, porque esto más adelante puede hasta perjudicar el camino de la canonización. Porque, recordemos, esto son cosas de fe, no de superstición. Y la Iglesia sobre eso sí nos llama la atención: no podemos confundir una cosa con otra”. A Dios, infinitamente misericordioso, “lo seguimos en fe, no en cosas mágicas”.
“Abramos nuestro corazón al Señor. No dejemos que jueguen con nuestra fe. No dejemos manipular. Antes, por el contrario, sigamos el mandato del Señor, la sana doctrina de la Iglesia, el Catecismo… para no dejarnos confundir en la fe. Porque hoy encontramos a tantos movimientos que quieren confundirnos y sacarnos de esa recta y fe y llevarnos por el mal camino”, concluye el vicario general de Santa Marta.
Un claro peligro para los creyentes
Son muchos los médiums, videntes o “psíquicos” que aseguran ser “canales” (channels) de los llamados en ocasiones “médicos del cielo”, o de cualquier otra supuesta entidad sobrenatural, del tipo que sea, con capacidad de curar enfermedades físicas o psíquicas y males espirituales. Para un cristiano, es fácil ponerse en guardia ante lo que supone un fenómeno de superstición, donde la doctrina y la práctica va en contra de la fe y de la razón.
Sin embargo, casos como el generado por Juana de Ávila constituyen un riesgo más difícil de descubrir para los creyentes. Ello pues quizá en sus protagonistas hay una mezcla consciente de elementos positivos y aceptables desde el punto de vista cristiano –la apertura a la acción de Dios todopoderoso, la posibilidad de los milagros y la comunión de los santos– con otros muy peligrosos para la salud espiritual como son: la invocación de espíritus, la mediumnidad, la vivencia de una deformación utilitaria de la fe.
Por lo tanto, hay que reiterar la llamada del padre Dairo Navarro a no confundir las cosas y a no permitir la manipulación de la fe. Hay personas interesadas en camuflar el espiritismo como oración, y las prácticas mágicas como beneficencia. Consciente o inconscientemente, le están siguiendo el juego al demonio, que sigue brindándonos cada día ofertas muy atractivas de una vida fácil, como le hizo al mismo Cristo en sus tentaciones. No nos dejemos engañar.