Imagen gentileza de Khusen Rustamov

"No existe una receta express"

Un joven profesional, hoy casado y con hijos, narra cómo enfrentó la atracción sexual que sentía por los hombres

28 de octubre de 2016

Matías ha sido desde pequeño un luchador que se abrió camino contracorriente incluso, para conquistar lo que considera su derecho: ser libre de la atracción sexual a personas de su mismo sexo.

Compartir en:



“Me siento muy apenado, con tristeza y mucha rabia cuando se publica tanto acerca de la vida gay, la vida homosexual, la libertad de género, sin presentar esta otra cara de la moneda. Nosotros también existimos y nuestra vida -no estando exenta de luchas- es hermosa”.


Quien así se expresa es Matías, un hombre que desde su temprana adolescencia comenzó a sentirse sexualmente atraído por personas de su mismo sexo (AMS).

“Cronológicamente -se explica Matías- veo que en mis nueve, diez años de edad, no tenía AMS. Me gustaban incluso dos compañeras de curso, aunque obviamente era un amor algo platónico. Pero esto se forma fuertemente en mi adolescencia, dos polos, dos fuerzas opuestas. Una fuerza que era mi naturaleza propiamente tal y esto, la AMS, que estaba llegando como de visita y que yo también lo dejé entrar…”.

Se hizo explícita en la adolescencia

Hoy este profesional que transita la tercera década de vida, feliz y agradeciendo a Dios por su esposa e hijos, recuerda sereno y con claridad que tenía casi trece años cuando sintió por primera vez la pulsión de atracción por otro hombre, que resultó ser el papá de un amigo… “Me atraía algo de lo masculino en él, que era como alto… ¡deseos de que me abrazara!”, señala Matías.

Esta realidad, comenzó a provocarle un conflicto interior de magnitud, robándole por años su paz psicológica y espiritual. Durante mucho tiempo nadie supo lo que padecía, porque así lo decidió. “En algún momento de mi vida me hice una especie de juramento que dije: esto no lo voy a comentar con nadie, no quiero que nadie lo sepa, esto va a ser mío. Tenía vergüenza de lo que sentía”, reconoce.

Causas y luego la esperanza
 
Encuestas de probada validez estadística, indican que el porcentaje de quienes libremente se reconocen como lesbianas y homosexuales oscila entre el 1.49% (Chile. Encuesta CASEN publicada en octubre 2016) y un 2.3% (USA. National Health Interview Survey publicada en 2014) de la población. Una minoría cuya voz más escuchada es la del activismo Gay. Pero no todos los hombres y mujeres que sienten atracción por personas de su mismo sexo desean continuar viviendo con esa atracción. Matías es uno de los miles que libremente ha decidido buscar ayuda terapéutica y entre sus pares (participa de un grupo de terapia con más de veinte miembros) para reconquistar su heterosexualidad y apostar por ser libre de la AMS, aunque le lleve toda la vida.
 
Nacido y formado en una familia tibia en la vivencia de la fe católica, vivían en una ciudad pequeña donde no era una realidad socialmente visible la homosexualidad, el lesbianismo, la bisexualidad u otras variantes que la ideología de género hoy señala como normales. Entre sus amistades tampoco había ningún confidente. Además, desde que Matías podía recordar, no le agradaba el vínculo con su padre y madre…

“Las heridas de no haber tenido un papá más cercano que te dijera: «Ya hijo vamos a jugar a la pelota» o que al menos no te dijera como lo hizo, «eres inútil». Son heridas que a un niño lo marcan mucho. Con una súper mamá también, protectora, que no me ayudaba a desarrollar mi parte masculina… Luego, siendo adolescente, me sentía físicamente, feo, con algunos kilos de más, no atractivo. Y… bueno, mi papá también me lo decía. Comencé a sentirme por momentos inferior, siempre en relación a otros hombres”.

Hoy Matías en una retrospectiva de su vida,  considera que también se sumaron otros elementos para gatillar en él la AMS. Como su “hipersensibilidad” que magnificaba emocionalmente la realidad que no le resultaba grata,  refugiándose luego obcecadamente, señala, en un “egocentrismo” o bien comportándose en su adolescencia como el “chico bueno”, permitiéndose incluso predicar a otros moralidad. “Todo para proteger el niño interior” y sus heridas.

A los catorce años afirma que no sabía nada del tema homosexual. Pero intuía que el “no vincularme bien con mi papá, alteraba de alguna forma mi relación con los demás hombres. Hoy estoy convencido que en mí la AMS no ocurre por un problema con las mujeres, sino que precisamente por un vínculo problemático con los hombres, con lo masculino”.

Luego, con poco más de veinte años, “consumía mucha pornografía y masturbación compulsiva”, como una forma de satisfacer el impulso de la AMS, señala Matías. Cansado, buscó los consejos de un religioso católico que le sugirió “aceptarse como homosexual”. Esta idea progre lejos de ayudarlo, dice, lo dejó más confundido.

Matías no incursionó demasiado en la actividad homosexual, ni menos la vida gay. Hasta los veintinueve años no más de tres hombres con los que ocasionalmente tuvo relaciones sexuales, el primero en unos baños-sauna de una ciudad populosa, distinta a la que vivía, cuando tenía 22 años.  Jamás, confiesa, amó ni se proyectó emocionalmente con un hombre. “La primera vez que tuve un encuentro con un hombre, al otro día sentí este vacío que te digo. Fue sentir… ¡por qué lo hiciste! si esta no es tu esencia”.

Durante los estudios en la universidad se relacionó también afectiva y sexualmente -por primera vez- con algunas chicas… Pero la AMS continuaba presente, sin dejar de alterar todo su proyecto de vida.

El factor de la fe y la terapia

El año 2011 tras fracasar la relación que mantenía con una chica, sintiéndose al límite, “deseando ser libre de esta AMS” -reconoce-, imploró a Dios por ayuda…

“Rezando de rodillas le pedí al Señor, le exigí, que me iluminara. Le dije: «Señor, hazlo hoy, que no pase ya más tiempo, ¡ilumíname!». Así, tal cual. Una hora después me encontré con una página en Internet que se llama: Es posible la esperanza. Empecé a navegar en ella y descubrí que toda mi historia estaba allí, contada en libros escritos por psiquiatras y psicólogos que saben del tema. Porque hay psiquiatras y psicólogos que no saben del tema”.

A través de esa página Matías cuenta que contactó a la terapeuta Marcela Ferrer quien aceptó acompañarlo en su proceso “…estuve como dos o tres meses dándole vuelta al asunto sobre si conocerla o no hasta que a fines de agosto de 2011 me decidí y le escribí. Creo que fue obra de Dios. Él abrió los caminos hasta llegar a ella”.

El proceso de terapia, dice, le ha dado las herramientas para comprender, aceptar y reconciliarse con su historia, con las personas que han formado parte de ella, consigo mismo.
 
Hoy Matías tiene su centro puesto en el amor que vive con Dios, su esposa e hijos. “Poder perdonarse y reconciliarse” ha sido unos de los frutos de la terapia, señala. Por décadas “Dios era alguien lejano”, con quien tampoco se atrevía a conversar de su AMS.

“El perdón en uno es un tema grande en la terapia para quien vive con AMS”, confidencia y agrega… “Esto es una cuestión de libertad para elegir. No existe una receta express para dejar la AMS. Hoy tengo todavía AMS, no puedo mentir en cuanto a eso. Pero no es la AMS de mis veinte años tampoco, ha perdido su fuerza. Ya no es lo central. Mi fuerza está en que amo a Dios, a mi esposa y mis hijos”.

 
Al finalizar la entrevista que registra  este testimonio entregado a Portaluz, quisimos conocer también cuáles son las armas que esgrime Matías en su particular batalla espiritual. Esta fue su respuesta:

“Ser católico, creer en Dios es fundamental. Él pelea por mí cuando ya las fuerzas no me dan. Porque el demonio te ataca y entonces, cuando surge inesperada la pulsión de la AMS, como flechazos, rezo a San Miguel Arcángel y él viene. No soy de rosario diario. Sí rezo en la semana Padre Nuestro y Ave María. La eucaristía también es algo que valoro y espero, hace parte de mi vida, voy todos los domingos a misa. De vez en cuando Adoración Eucarística. Confesión cada quince días. Así Dios está constantemente ayudándome”.


 

Compartir en:

Portaluz te recomienda