En la histórica Iglesia San Ignacio de Loyola en Santiago de Chile, se reunieron el pasado 16 de mayo decenas de personas para agradecer a Dios, en una Eucaristía, los 100 años de vida del carismático sacerdote jesuita Carlos Aldunate Lyon. La debilidad de sus piernas que hoy le exigen desplazarse en silla de ruedas, no le impidió al festejado estar presente y con-celebrar con sus amigos, agradeciendo el don de la vida.
El padre Carlos, doctor en filosofía por la Universidad de Lovaina (1948), en sus 72 años de sacerdocio se ha esmerado en guiar hacia Dios a miles de personas… Predicando retiros, escribiendo decenas de libros, celebrando eucaristías, confesando o acompañando la vida espiritual de personas vinculadas al Centro de Espiritualidad Sagrada Familia y la Asociación Privada de Fieles EFEC, ambas que él mismo fundó.
La providencia quiso que el joven Jorge Mario Bergoglio –hoy Papa Francisco-, en su período de formación hacia el sacerdocio pasara una temporada en Chile (1960) y que su profesor fuese padre Carlos. En declaraciones a diario El Mercurio del año 2013, tras proclamarse la buena nueva del Habemus Papam, recordó a Papa Francisco como “un buen alumno y una persona cariñosa… muy entusiasta y colaborador”.
Pero este sacerdote ha destacado también como testigo directo y ministro de diversas gracias que han otorgado sanación a personas afectadas de enfermedades físicas y liberación de otras, dañadas debido a la acción del demonio.
Para narrar anécdotas y detalles sobre estas particulares experiencias concedió a comienzos del año 2011 una entrevista al Editor de Portaluz, que hasta ahora había permanecido inédita. Parte de aquél diálogo grabado -del registro personal de nuestro editor- se ofrece aquí como primicia que celebra los cien años del sacerdocio de padre Carlos…
(Lo que se ve en color rojo tenue son aclaraciones de Portaluz)
¿La salud como anda padre?
Ah, muy bien… Considerando la edad. Tengo 94 años. De modo que considerando la edad, tengo muy buena salud.
¿Sesenta ya de sacerdocio?
Sí, más o menos.
Padre, usted es autor del libro “El demonio doctrina y práctica católica”. ¿Qué lo motivó a escribir sobre el Demonio?
Me parece que fue el primer librito que escribí sobre eso… Surgió a propósito de un discurso de Pablo VI el año 1972. Creo que fue eso. (Refiere a la Audiencia General del 15 de Noviembre de 1972, que Papa Pablo VI inició señalando: “¿Cuáles son hoy las necesidades mayores de la Iglesia? No os suene como simplista, o justamente como supersticiosa e irreal nuestra respuesta; una de las necesidades mayores es la defensa de aquel mal que llamamos Demonio.”)
¿Usted ha efectuado exorcismos?
Bueno, yo he orado, sí. En las órdenes menores hay una que se llama Exorcista. De modo que todo sacerdote ha pasado por una consagración y oración para ser Exorcista. Ahora el ejercicio del exorcismo se puede decir que está reservado por los obispos y a veces yo he pedido autorización del obispo para hacer algún exorcismo, sí.
¿Padre, la mayoría de los exorcistas coinciden en que las posesiones son escasas… significa que no es tan poderoso el demonio?
Es decir, no sé si son tan escazas. En la Biblia, en el Nuevo testamento, allí hay varios casos de posesión demoniaca y Jesús actúa echando fuera al demonio. Algunos dicen que probablemente en países, diríamos paganos, hay más posesiones que en países cristianos.
¿Por qué hoy en la Iglesia no se habla entonces cotidianamente de este tema?
Bueno, la misma confesión y comunión es una purificación ¿no? También parte del rito del Bautismo involucra exorcizar. Antiguamente los catecúmenos hacían todos juntos un rechazo del demonio y era una de las etapas antes del Bautismo. El obispo les decía: «Ahora pónganse todos de pie. Miren al Occidente, rechacen al demonio que se vaya allá lejos, lejos». Entonces todos echaban al demonio y el bendecía esa oración. Luego decía: «Dense vuelta al Oriente, que es donde nace Jesús, el Sol de Justicia, ábranse a que llegue el Señor y los llene»… De modo que era una oración pre bautismal. En el rito antiguo del bautismo había algunos restos de esta ceremonia. Se le ponía un poco de sal en la boca. Recuerdo una madrina bien gorda que tenía la guagua en sus brazos, le puse la sal y ella dijo… «¡Que sea buena cocinera!» (Dice, al tiempo que sonríe con humor vivaz) …Y estas ceremonias que vienen de muy antiguo ¡se han suprimido! Se ungía también la nariz, los ojos, es decir los sentidos de la guagua (bebé), todas eran ceremonias previas al bautismo como tal.
¿A lo largo de su vida se ha encontrado a menudo con el demonio?
Con el demonio no, con gente oprimida, con gente afligida por el demonio sí. Yo me acuerdo que estando en Perú con el padre norteamericano MacNutt estuvimos orando por un joven que trajeron -o llegó por sí mismo-. Un joven de más o menos veinte años, -no me acuerdo si era norteamericano-, que creía estaba oprimido por el demonio… Dos o tres años después yo pasé por ahí y tuve ocasión de ver al joven y le pregunté por su vida. Estaba tranquilo, realmente se había liberado. De modo que a la pregunta sobre si el demonio existe y oprime, la respuesta es sí.
Usted también es un sacerdote carismático que ha orado pidiendo la sanación de las personas, siendo testigo de las gracias de Dios. Concretamente un amigo suyo me comentó de un acontecimiento extraordinario, alargamiento de pierna, ocurrido en Colombia…
(Ríe) Bueno esas eran cosas que también hacía MacNutt… alargamiento de piernas (ríe).
¿Así de concreto? Por favor cuéntenos
Era una joven de Colombia que siendo chica, de unos doce años, en una excursión se rompió una pierna. Parece que luego la retaron a la chica, la trataron mal en su casa y ella sintió un rechazo a todo lo que le estuvieran haciendo, de modo que el injerto que los médicos le realizaron no consolidó, y quedó coja. Yo estaba ahí –en La Ceja (Colombia)- con el padre MacNutt. Él nos había repartido entre la concurrencia para atender a la gente. Y llegó esta chica con su pierna cortita. Y me dije, vaya, esto es más complicado. Porque yo había estado orando por personas con asma, con otras dolencias, pero una piernecita así… Bueno, llamé al padre MacNutt y él se interesó inmediatamente. Comenzamos a orar y cada tanto el padre MacNutt medía viendo si se había alargado la pierna. Porque era una pierna cortita con un pie como bolita, sin forma casi. El hecho es que con las oraciones el pie fue tomando forma… (hace un silencio) apareció el empeine, aparecieron los dedos… (nuevo silencio) en fin. Estuvimos orando yo creo que unas tres o cuatro horas. Y al día siguiente que era el último del retiro, quedó un católico encargado de seguir orando con esta mujer. El hecho es que con el tiempo mejoró algo pero no totalmente. Yo volví tres o cuatro años después para preguntarle cómo estaba y me dijo que se le había alargado un poquito la pierna, que se le había solidificado y ella podía ahora usar una bota ortopédica, pero le faltaba aún un tramo. Había sanado ciertamente un setenta por ciento a lo menos, pero no estaba completamente sana.
¿Qué costos ha tenido para usted realizar exorcismos?
Es decir, en general el exorcista no tiene por qué estar temiendo contaminarse, no. Creo que eso depende de la persona… Así como un médico no necesariamente terminará siendo un depresivo si atiende a depresivos. Pero creo que a veces hay sacerdotes a quienes les toca parroquias de mucho dolor, de mucha pobreza, de amargura, que hasta cierto punto se van contaminando. Por eso es importante que los sacerdotes también tengan su contacto con otros sacerdotes y también se me ocurre que una persona que está en un manicomio y tratando todo el tiempo con depresivos se puede ir poniendo un poco depresivo. Por lo menos está con un panorama muy negativo. Por eso la higiene mental exige que uno haga ejercicios, ejercicios Ignacianos y se encuentre también con otros aspectos del servir.
Nos ha dicho que todos los sacerdotes reciben en la ordenación el poder para Exorcizar, pero no todos los sacerdotes la ejercen. ¿Por qué usted decidió hacerlo?
Bueno, por la necesidad de las personas, es claro. Si uno sospecha que una persona necesita un exorcismo, entonces toma el teléfono y llama al obispo para pedir autorización…
¿Todo sacerdote debería hacerlo, está obligado a ello…?
Mire, yo diría que es una obligación de caridad. Muchos sacerdotes no lo hacen por falta de experiencia o porque no se les ocurre. No sé como sea la formación del clero en esto hoy en día.
¿Por qué hoy tenemos tan poca credibilidad en que exista un ser de mal, pensante, actuante y con toda una cohorte de colaboradores?… incluso, como usted dice, muchos sacerdotes parecen no creerlo, no se escucha en las prédicas del día domingo que mencionen al Demonio
Bueno, esto no es un tema, un tema diríamos, de salón. Como tampoco es un tema de salón (ironiza) preguntar por el cómo le va a uno en la digestión. Bueno, son temas que no se suelen conversar porque no es la parte más hermosa de la vida. Creo que es un tema que no se toca mucho (largo silencio…)
¿Usted piensa que debería existir una renovación en el discurso oficial de la Iglesia respecto del tema del Demonio?…
No sé, en general es más importante hablar del seguimiento de Cristo, Cristo como modelo: «Sagrado Corazón de Jesús dame un corazón semejante al vuestro». Entonces en el Evangelio uno ve que Cristo echó muchos demonios, pero en su predicación casi no tocó el tema. Mira, hay personas que están siempre muy preocupadas de su salud y se toman siempre el pulso... son hipocondríacos. Eso no es sano.
Vivir preocupado de ser agredido por el demonio…
Claro, tampoco es sano. La gente que cree en fuerzas sobrenaturales, las encuentra. Uno confía en el Señor y pone lo positivo de servir al hermano y buscar primero el Reino de Dios y su justicia y su santidad y todo lo demás se dará por añadidura.