por P. Miquel León Padilla es Párroco de Santa María d
15 Agosto de 2014Donde la mayoría abandona, se da por vencida ante las dificultades que parecen insuperables, aún es posible transformar la realidad. La biografía de Glenn Cunningham es un testimonio de ello. Estimulante empeño, digno de ser emulado.
En la pequeña escuela rural había una vieja estufa de carbón. Un niño tenía asignada la tarea de llegar al colegio temprano para encender el fuego y calentar el aula antes de que llegaran sus compañeros.
Una mañana, llegaron y encontraron la escuela envuelta en llamas. Sacaron al niño inconsciente. Tenía quemaduras graves en las piernas y lo llevaron de urgencia al hospital del condado.
En su cama, semi-inconsciente, el niño oía al médico que hablaba con su madre. Le decía que seguramente su hijo moriría - que era lo mejor -, pues el fuego había dañado irremediablemente sus extremidades inferiores, y estaba condenado a ser inválido.
Pero el niño tomó la decisión de sobrevivir y caminar...
Cuando le dieron de alta, todos los días, su madre le masajeaba las piernas. Una mañana soleada, la madre lo llevó al patio para que tomara aire fresco. Ese día en lugar de quedarse sentado, se tiró de la silla de ruedas. Se impulsó sobre el césped arrastrando las piernas.
Llegó hasta la cerca que rodeaba el jardín de su casa. Con gran esfuerzo, se levantó. Allí, poste por poste, empezó a avanzar por el cerco, decidido a caminar. Empezó a hacer lo mismo todos los días hasta que hizo una pequeña huella junto al cerco.
Por fin, gracias a las oraciones fervientes de su madre y sus masajes diarios, su persistencia férrea y su resuelta determinación, desarrolló la capacidad, primero de pararse, luego caminar tambaleándose y finalmente caminar solo y después correr.
Empezó a ir caminando al colegio, después corriendo, por el simple placer de correr. Más adelante, en la universidad formó parte del equipo de carrera sobre pista. Y aun después, en el Madison Square Garden, este joven que no tenía esperanzas de sobrevivir, que nunca caminaría, que nunca tendría la posibilidad de correr, este joven determinado, Glenn Cunningham, llegó a ser el atleta estadounidense que ¡corrió el kilómetro más veloz el mundo!
Obtuvo una maestría de la Universidad de Iowa y el doctorado de la Universidad de Nueva York, durante cuatro años fue director de educación física en la Universidad de Cornell en Iowa. Luego Cunningham y su esposa abrieron para la Juventud el Glenn Cunningham Ranch en Kansas, donde ayudó alrededor de 10.000 niños desfavorecidos. Murió en Arkansas el 10 de marzo de 1988.