Opinión

Fe, familia y feminismo: los pilares que construyen y los conflictos que dividen

por Josep Miró i Ardévol 26-05-2025

Un estudio publicado en el Journal of European Public Policy revela un fenómeno preocupante: el feminismo de género, en su variante más radical, está contribuyendo a la radicalización de los jóvenes varones y a una creciente brecha de género que amenaza la estabilidad social.

 

La relación con Dios, la vida familiar y las dinámicas de género moldean el bienestar humano y el rumbo de las sociedades, según revelan dos estudios recientes que combinan rigor académico con hallazgos impactantes. Por un lado, la fe y la familia emergen como cimientos de una vida plena; por otro, el feminismo de género, en su forma más radical, parece alimentar una brecha creciente entre hombres y mujeres jóvenes, con consecuencias que podrían transformar el panorama político y social.

La fe y la familia: motores del florecimiento humano

Un ambicioso estudio global, el Global Flourishing Study (GFS), liderado por la Universidad de Harvard, Baylor University y Gallup, ha arrojado luz sobre qué hace que una vida sea verdaderamente «buena». Este proyecto, que abarca cinco años y más de 207.000 participantes de 22 países y Hong Kong, cubre el 64% de la población mundial con encuestas representativas en seis continentes. Con un margen de error de entre ±0,8 y ±3,1 puntos porcentuales, el GFS define el «florecimiento humano» como un estado en el que todos los aspectos de la vida —física, emocional, social y espiritual— están en armonía.

Los resultados son claros: la práctica religiosa regular y la vida familiar son dos de los pilares más sólidos para alcanzar ese florecimiento.

En países como Indonesia (8,47), México (8,19) o Filipinas (8,11), los puntajes más altos en el índice de florecimiento (escala de 0 a 10) coinciden con una fuerte presencia de la fe. Por ejemplo, en Filipinas, asistir a servicios religiosos al menos una vez por semana eleva el índice en 0,86 puntos, un impacto mucho mayor que el de participar en grupos cívicos (+0,17). Incluso en sociedades más seculares, como Hong Kong, la asistencia religiosa semanal tiene un efecto notable (+1,31 puntos), superando cualquier otra actividad comunitaria.

En naciones occidentales como España (7,31), Suecia (7,04) o Alemania (7,10), la religión también aporta beneficios, aunque más moderados. En cambio, en países con alta religiosidad como Brasil, México o Estados Unidos, el efecto de la práctica religiosa es contundente, elevando el florecimiento entre 0,7 y 1,0 puntos. A nivel global, quienes asisten a servicios religiosos más de una vez por semana alcanzan un promedio de 7,67 en el índice, frente a 6,86 de quienes no participan, una diferencia equiparable a años de educación o estabilidad laboral.

La familia también juega un rol crucial. Los casados obtienen un promedio de 7,3 en el índice de florecimiento, superando a solteros (6,9), divorciados (6,8) o separados. Sorprendentemente, las personas viudas mantienen un bienestar elevado (7,2), cercano al de los casados, lo que sugiere que el vínculo matrimonial, incluso tras la pérdida, deja una huella duradera. Las parejas en unión libre también muestran niveles similares a los casados legalmente, destacando el valor de la estabilidad afectiva.

San Agustín, con su célebre "cree para entender", ya apuntaba a la armonía entre fe y razón como clave para comprender las verdades eternas. Hoy, corrientes teológicas como la "Ortodoxia radical" y los datos del GFS confirman empíricamente esa intuición: la fe ilumina la mente y la familia da sentido a la vida. La relación consecuente con Dios y el cumplimiento de la Ley natural forman parte de la dinámica humana y obtiene recompensa

Índice de Florecimiento por País (Global Flourishing Study - Wave 1)

PaísFlorecimiento (0-10)
Indonesia8,47
México8,19
Filipinas8,11
Israel8,06
Nigeria7,82
Argentina7,79
Kenia7,77
Polonia7,63
Brasil7,63
Egipto7,63
Tanzania7,48
India7,43
Sudáfrica7,41
España7,31
Estados Unidos7,18
Hong Kong (R.A.E. China)7,17
China (continental)7,17
Alemania7,10
Suecia7,04
Australia7,02
Reino Unido6,88
Turquía6,59
Japón5,93

Fuente: Elaboración propia con datos del Global Flourishing Study - Wave 1. Valores en negrita indican los más altos y bajos registrados.

El feminismo y la polarización: una brecha que crece

En el otro extremo, un estudio publicado en el Journal of European Public Policy y realizado por Toni Rodon, profesor del Departamento de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, junto con otros investigadores de las universidades Humboldt de Berlín, London School of Economics y Ámsterdam, revela un fenómeno preocupante: el feminismo de género, en su variante más radical, está contribuyendo a la radicalización de los jóvenes varones y a una creciente brecha de género que amenaza la estabilidad social. Basado en datos de las Elecciones Europeas de 2024 y encuestas a 25.000 votantes en 27 países, el análisis muestra un auge histórico del apoyo a partidos de extrema derecha entre los jóvenes de 16 a 29 años, especialmente entre hombres.

En 2024, el 21% de los varones jóvenes votó la extrema derecha, frente al 14% de las mujeres de su misma edad, duplicando la brecha de género observada en generaciones mayores. Este fenómeno, exclusivo de Millennials y Generación Z, responde a factores económicos y culturales. Los jóvenes varones perciben una pérdida de terreno en empleo, ingresos y estatus, frente a los avances educativos y laborales de las mujeres, impulsados por políticas como cuotas de género y prioridad en contrataciones. La polémica en torno a las «mujeres trans» —hombres que, según algunos, buscan aprovechar estas ventajas— agudiza esta percepción de injusticia.

El feminismo radical, con demandas como la construcción de "nuevas masculinidades" o la denuncia de "micromachismos", alimenta el antifeminismo entre los varones, quienes se sienten estigmatizados. La precariedad laboral, que afecta especialmente a hombres sin estudios universitarios, refuerza esta tendencia, al ver en la extrema derecha una defensa de modelos tradicionales de masculinidad. Este giro no solo polariza la política, sino que también tensiona las relaciones personales, la natalidad y la estabilidad de las parejas, con efectos que podrían consolidarse a largo plazo.

Un futuro en la balanza

Estos estudios dibujan un panorama complejo. La fe y la familia emergen como faros de bienestar, respaldados por datos que confirman su valor universal. Sin embargo, las tensiones de género, exacerbadas por un feminismo que algunos perciben como excesivo, están fracturando a las generaciones más jóvenes, con consecuencias que van más allá de la política. En un mundo que busca equilibrio, la pregunta sigue abierta: ¿cómo reconciliar estos pilares de la vida buena con las divisiones que amenazan con desestabilizarla?

 

Fuente: Forum Libertas