Opinión

Analizar nuestros motivos

por P. Ronald Rolheiser 26-05-2025

El personaje principal de la obra de T.S. Eliot Murder in the Cathedral es Thomas a Beckett, un obispo que, en apariencia, es un santo. Es escrupulosamente honesto, generoso hasta la exageración y un defensor de la fe que muere como un mártir. Sin embargo, en cierto momento de su vida, antes de su martirio, reconoce que quizá no distingue entre la tentación y la gracia.

Muchos de nosotros conocemos su célebre expresión:

La última tentación es la mayor traición:

Hacer lo correcto por la razón equivocada. ...

Porque aquellos que sirven a la causa mayor

pueden hacer que la causa les sirva a ellos.

¿Cuál es aquí la tentación que puede parecer gracia?

Sencillamente, que podemos estar haciendo mucho bien por razones equivocadas. Además, esto puede ser enormemente sutil; sobre todo en aquellos de nosotros que servimos a la causa mayor, porque, como señala T.S. Eliot, es fácil hacer que la causa nos sirva.

¿Cómo podemos hacer que la causa nos sirva? ¿Cómo podemos hacer el bien por las razones equivocadas?

He aquí un ejemplo: Puedo estar haciendo muchas cosas buenas que ayudan a los demás y sirven al propósito de Dios aquí en la tierra. Puedo ser generoso hasta el martirio. Sin embargo, ¿qué pasa si estoy haciendo esto (servir a la causa mayor) principalmente porque me hace quedar bien, me hace sentir moral y recto, atrae el respeto, me hace ganar elogios y admiración, y dejará tras de mí un buen nombre?

Estas preguntas sondean la diferencia entre tentación y gracia. Puedo estar haciendo lo correcto y, aunque no lo haga por una mala razón, puedo estar haciéndolo en su mayor parte por mí mismo. Puedo hacer que la causa me sirva a mí más de lo que yo sirvo a la causa.

El fallecido jesuita Michael J. Buckley (uno de los principales mentores espirituales de mi vida) nos empuja a hacer un doloroso examen de conciencia sobre esto. ¿Estoy haciendo cosas para servir a Dios y a los demás o las estoy haciendo para verme y sentirme bien?

En su libro ¿What Do You Seek? The Questions of Jesus as Challenge and Promise, Buckley escribe lo siguiente: "Porque, de mil maneras, los que sirven a la causa mayor pueden hacer que la causa les sirva a ellos. Esto puede ser enormemente sutil. A veces, un matiz en la formulación inicial de una acción o de una vida puede obrar el giro inesperado, la reorientación no realizada pero profunda, de modo que el celo enmascare una ambición oculta pero viciosa; está oculta porque la ambición y el celo, por profundamente contradictorios que sean, pueden parecerse tanto inicialmente. El deseo de conseguir algo puede mezclar el valor intrínseco de un proyecto con la gloria reflejada del logro".

Como sacerdote, en el ministerio desde hace más de cincuenta años, me parece un prisma particularmente desafiante a través del cual examinarme a mí mismo y a mis más de cincuenta años de ministerio. ¿Hasta qué punto he servido a la causa mayor y hasta qué punto, ciego de mí mismo, he hecho que me sirviera a mí? ¿Quién gana más? ¿Dios y la Iglesia o yo y mi buen nombre?

Por supuesto, la motivación es difícil de discernir y este lado de la eternidad rara vez es puro. Somos un manojo de motivaciones mezcladas, algunas que sirven a los demás y otras que nos sirven a nosotros mismos; y, como Buckley señala astutamente, al principio pueden parecerse mucho. Además, algunos dichos de Jesús parecen sugerir que a veces la motivación explícita es menos importante que hacer lo correcto.

Por ejemplo, Jesús dice que no son necesariamente los que dicen Señor, Señor los que entrarán en el reino de los cielos, sino que son los que de hecho hacen la voluntad del Padre en la tierra los que entrarán en el reino. (Mateo 7, 21) Además, al enseñar que en última instancia seremos juzgados por cómo tratamos a los pobres (Todo lo que hagáis a los pobres, a mí me lo hacéis), fíjate en que ninguno de los dos grupos, los que lo hicieron bien y los que lo hicieron mal, sabían explícitamente lo que estaban haciendo. Fueron recompensados o castigados únicamente en base a sus acciones. (Mateo 25)

Entonces, ¿podemos hacer lo correcto por razones equivocadas? Y, de hecho, si lo hacemos por motivos no puramente altruistas (aprobación, respeto, un buen nombre, una buena imagen de nosotros mismos), ¿hasta qué punto es malo? ¿Denigra o destruye el bien que hacemos? ¿El deseo de respeto, de tener un buen nombre y de sentirnos bien con nosotros mismos está realmente reñido con el altruismo? ¿Podrían ambas cosas hacerse amigas? ¿Nos juzga Dios más por nuestras motivaciones que por nuestros actos?

¿Sirvo a la causa mayor o hago que ella me sirva a mí? Es una pregunta fundamental para la autorreflexión. ¿Por qué? Porque es fácil no ver nuestra propia hipocresía, y también es fácil ser demasiado duros con nosotros mismos.