por Jaime Nubiola
23 Agosto de 2023El 4 de agosto pude impartir una sesión a un grupo de 40 estudiantes austriacos que pasaron por la Universidad de Navarra camino de la JMJ de Lisboa. Les hablé de la vida intelectual y de cómo cultivarla: pensar, leer, escribir. Resultó una sesión muy interesante y me impresionaron ellos a mí con sus certeras preguntas: «¿Por qué estudiar una carrera universitaria?», «¿Cómo encontrar el sentido de la vida?», «¿Cuál puede ser una buena relación con las redes sociales?» y otras tantas preguntas de un tenor semejante.
Al regreso de Lisboa, mi antigua alumna Adriana O. comparte conmigo su testimonio:
«Fui a la JMJ, como miles de jóvenes, para encontrarme con Dios. Me encontré con Él de formas en las que había previsto: a través de la figura del Papa, que nos instaba con palabras cariñosas a seguir adelante, y en esa Iglesia joven y vibrante con la que compartí unos días inolvidables.
Sin embargo, el Amor siempre encuentra formas de sorprendernos. Para mí, fue inesperado encontrarme con el Amor de Dios en esos jóvenes con camiseta amarilla, que llevaban ya dos semanas de sus vacaciones ayudando a los peregrinos bajo el sol. Me llegó también a través de los portugueses que nos recibieron en su pueblo, como si fuésemos celebridades (literalmente nos pusieron una alfombra roja), que nos dieron de cenar y de desayunar con la comida que ellos mismos nos habían preparado y que nos despidieron con cuatro cajas de las mejores manzanas que he probado nunca. Me llegó a través del agua que nos ofrecieron muchas personas que vivían a lo largo de las dos horas de camino después de la vigilia. Me llegó a través de las canciones de un grupo de franceses que me animaron cuando sentía que me iba a derretir. Me llegó a través del cariño de la gente de mi grupo, que en ningún momento se quejó de nada. Me llegó a través del gesto amable de otro peregrino, de la mirada de una religiosa, de ese “obrigado” final del Papa. En la JMJ vi esa cara tan hermosa de la Iglesia, que es la santidad, manifestada en forma de servicio y de donación desinteresada».
Por mi parte, pude escuchar las palabras finales del Papa en el cierre de la JMJ. Repetía a los jóvenes: «No tengan miedo». Me encantó y me gustaría a mí apostillar esa afirmación con el testimonio de Adri diciendo a los jóvenes que no tengan miedo de servir a los demás. Frente a la superficialidad egoísta que anestesia la vida de tantos -jóvenes y mayores-, quienes queremos seguir de cerca a Jesús con la cabeza y el corazón no podemos tener miedo a pensar con entera libertad, ni miedo a querer con todo nuestro corazón, ni miedo a servir de verdad a los demás.
Todo un programa de vida para después de Lisboa: ¡pensar más, querer más, servir mejor!