Sangre de mártires junto al Pilar

06 de noviembre de 2024

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Cuando uno viene a Zaragoza no puede dejar de visitar a la Virgen del Pilar y orar ante ella. Son momentos que llenan el alma, más aún cuando ha sido pasado por el manto de la Virgen de niño y con cierta frecuencia visita en familia a esta Madre que desde su Pilar acoge la oración de todos sus hijos. Y no digamos para aquellos que han nacido a la sombra del Pilar, ya sea en Zaragoza, algún pueblo cercano o en cualquier rincón de Aragón. La Madre de los aragoneses siempre está en el pensamiento y no se puede olvidar. Y todavía puede llegar a más, cuando alguien decide consagrase a Dios en una orden religiosa y elegir como apellido esta advocación mariana.

 

Vamos a poner un caso concreto, los carmelitas descalzos. Muchos de ellos han tomado esta opción. Entre ellos quiero destacar a unos pocos que han llevado hasta el final la entrega como religiosos, han dado su vida, han muerto y derramado su sangre por amor a Dios y por mantenerse firmes en la fe y no renegar ni de Dios ni de la Virgen, que siempre les ha guiado desde su infancia hasta el momento del martirio, donde seguro que sienten muy de cerca la compañía y aliento de una Madre como la del Pilar. Uno de ellos ya es beato, el P. Pedro Tomás, pero hay algunos más que todavía están en proceso de beatificación. Vamos a conocer sus nombres: Andrés, José Ramón, Roberto, Plácido y Juan Cruz.

 

Nos encontramos ante dos hermanos de sangre con la misma vocación, con dos novicios y con un fraile ya ordenado y nacido el 12 de octubre. Es bueno conocer sus vidas. Nos muestran que son muchos los caminos que nos pueden llevar a Dios y a decirle que sí de una manera especial tomando el hábito de la Virgen del Carmen. Unir a la Virgen del Carmen con la Virgen del Pilar y dejar todo en Dios es una dichosa aventura que en este caso tiene un final martirial. Esa es la vida de estos testigos de la fe que junto a otros muchos están en ese momento de estudio del martirio antes de proclamarlos oficialmente mártires del Señor. Al Beato Pedro Tomás ya podemos invocarlo como tal y rendirle culto público desde la multitudinaria beatificación de 498 mártires españoles en el año 2007.

 

Me acuerdo bien de aquella ceremonia porque en aquel momento era novicio y se hablaba mucho del P. Pedro Tomás. Algunos frailes fueron a Roma y nos contaban lo vivido allí. Todavía guardo con mucho cariño dos estampas que nos dieron de antes de la beatificación, cuando era aún siervo de Dios. Lo que nunca hubiera pensado es que con el paso de los años iba a vivir como fraile en Zaragoza y poder rezar siempre que quiero junto a la Virgen del Pilar.

 

Pero vayamos a lo que nos importa en este 6 de noviembre, día de los mártires de la persecución religiosa en España. Acerquémonos al Beato Pedro Tomás y a todos los que todavía no podemos incluir en esta gran fiesta para toda España y la Iglesia universal: ¡Cuántas veces el P. Pedro Tomás rezaría ante la imagen de la Virgen y veneraría su Pilar! Y me imagino al joven Juan Cruz antes de dejar su Zaragoza natal para ir al noviciado despidiéndose de su querida Virgen, a la que seguro pensaba volver a visitar en su capilla. ¿Y ese estudiante de teología que se empeña en cambiar su nombre de Amadeo de la Virgen del Carmen para ser Plácido de la Virgen del Pilar? ¿Y a los hermanos Andrés y José Ramón, nacidos en Escucha (Teruel), que visten el mismo hábito y toman el mismo apellido para permanecer siempre unidos en oración a la Virgen en cada momento de sus vidas? ¿Y qué haría el hermano Roberto, uno de los primeros asesinados entre los hijos de Santa Teresa en la comunidad valenciana, una vez detenido y encarcelado sino rezar a su Virgen del Pilar mientras va camino del martirio?

 

Todos llevan muy dentro de su corazón a la Virgen del Pilar; a ella se acogen de manera especial al tomar el hábito como carmelitas descalzos. Se sienten muy seguros cuando llega el momento final; todo cambia cuando uno mira al cielo y sabe lo que le espera…

 

Sus cuerpos descansan en el “panteón de los mártires”, situado en una capilla de la iglesia conventual del “Desierto de Las Palmas” donde hago el noviciado y la profesión simple. ¡Qué recuerdos de ese año vivido tan lejos de mi tierra, pero donde tantas vivencias marcan mi vida! Entre ellas está poder orar a cualquier hora en aquella capilla. Y ahora me arrepiento de haber ido tan pocas veces. Si volviera a ser novicio iría todos los días a rezar y entrar en diálogo de hermano a hermano, para aprender a ser un buen hijo de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. Allí quedan sus restos mortales, las oraciones de un novicio y una historia por completar, la que nace, crece y con esperanza de cielo ansía que algún día, de igual modo que el P. Pedro Tomás de la Virgen del Pilar, también podamos añadir a esa escogida lista de más de 2000 mártires beatificados a estos carmelitas descalzos que nos invitan a poner la mirada en el cielo y en esa sangre de mártires unidos por el Pilar.

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