El regate de la tentación

27 de abril de 2023

Compartir en:

No huye el que se retira;
por que has de saber, amigo Sancho,
que me he retirado, no huido;
y en esto he imitado a muchos valientes,
que se han guardado para tiempos mejores,
y de esto están las historias llenas.

Don Quijote de la Mancha

 

El regate de la tentación es muy parecido en todos los ámbitos de la vida humana.

 

Si una persona quiere abandonar el alcohol, pero tiene a mano la botella, y su deseo es más fuerte que su razón, sucumbirá tarde o temprano. Y eso aunque luego no tarde mucho en darse cuenta de que la tentación le ha vuelto a engañar de nuevo. Y que además le ha engañado con el mismo quiebro de siempre.

 

Toda persona tiene en su interior zonas más o menos extensas de oscuridad, de confusión, de ofuscación. Momentos de obcecación que hacen posible que ejecute una acción mala atraído por los aspectos engañosamente buenos que esa acción presenta.

 

Quizá por eso, la mejor baza de la tentación siempre ha sido lograr que, mientras dure, el resto del mundo parezca carente de interés. Su gran logro es cortar cualquier discurso racional en contra del deseo. Por eso, en muchos casos, lo más inteligente, la forma más segura de preservar la lucidez de la mente, es, simplemente, mantenerse a cierta distancia de la tentación. Conociendo la fuerza del instinto y la resistencia de la propia voluntad, sabremos a qué podemos exponernos y a qué no.

 

Es lo que, según cuenta la Odisea, decidió hacer Ulises al pasar por delante de aquel lugar en que todos los navegantes quedaban embaucados por el canto de las sirenas y acababan perdiéndose contra los arrecifes. Ulises pidió a sus hombres que todos se taparan con cera los oídos, y que a él le ataran con cuerdas al mástil del barco, y ordenó que no le soltaran por mucho que luego lo pidiera. Así lo hicieron, y gracias a eso logró superar aquel difícil trance. El mérito de Ulises no estuvo en su resistencia en el momento de la tentación, sino en el previo reconocimiento de su propia debilidad. Ulises sabía de la gran fuerza del instinto y de la flaqueza de su voluntad, pese a ser un gran héroe. Sabía que no resistiría a la incitación de ese momento y tuvo la lucidez de precaverse.

 

Todas las personas pasamos con frecuencia también, como Ulises, por mares y costas peligrosas. Somos atraídas por deseos que nos seducen y nos pierden. Escuchamos voces sugestivas que se alían con nuestra debilidad. Por eso, como hemos dicho, lo más inteligente es mantenerse a cierta distancia de la tentación. Porque no debemos olvidar que es difícil tomar contacto temerariamente con el vicio y no dejarse luego arrastrar por él.

Compartir en:

Portaluz te recomienda