
Querido Padre Jorge (Papa Francisco para toda la humanidad) acorralé la tristeza con unas cuantas Ave María y solo quedó en mi corazón un sabor amargo de ausencia.
No me va a escribir más esos mensajes que cada vez -cuando lo veía personalmente- le reclamaba eran jeroglíficos por deletrear; cómo si yo escribiera legible. Pero bueno, usted era importante y yo nadie. "La gente importante escribe clarito, que se pueda leer" siempre le decía y usted me retrucaba que como no lo era podía escribir como lo hacía.
Usted fue un Padre para mí y para muchos otros nadies que en usted encontramos reparo en medio del huracán y pudimos atar la soga para que el viento atroz de lo que vivimos no nos llevara no se adónde. Y nos amó, sin querer cambiarnos. ¡Eso hizo que cambiáramos! No nos pedía que rezáramos y lo terminamos haciendo cada rato en nuestras vidas.
Me regaló tantos rosarios y cada vez que hacía un comentario yo le decía que no rezaba el Rosario porque los había regalado. Padre Jorge, en realidad siempre lo rezo, aunque lo hago con un Rosario de bolitas de hilo que me hizo un amigo querido.
Aprendí tanto de usted. Esa paciencia que tuvo conmigo me evangelizó, me acerco a Jesús y a Nuestra Madre que me han marcado a fuego para tratar así a las víctimas de Trata. Jamás reaccionar con enojo o apuro o imposición, sino siempre poniendo el corazón y entendiendo que los tiempos son de Dios.
¡Ayyy Padre Jorge! siempre dije que todo se lo debía a usted y quizás muchos pensaron en lo material o no sé, pero me refería al aprendizaje para la entrega a quienes necesitan. También aprendí a soportar, a renunciar y a rezar. Cuando todo está perdido, a rezar.
Lo quise mucho, lo quiero y lo querré. Le pido perdón Padre Jorge porque si fui insistente con usted en vida, imagínese ahora que está en el Paraíso. ¡Le voy a pedir todos los días que interceda por nosotros!
Padre Jorge, ¿¿está ahí?? Por favor no abandone a las víctimas de Trata.
Gracias. Siempre Gracias.