La figura del Papa Francisco nos hace recuperar la confianza en el liderazgo. Gestos sencillos llenos de amor, fuerza en las decisiones buscando el bien de las personas, siendo puente de Dios para el mundo, siendo un verdadero pontífice. Su persona nos cuestiona, nos da luces de cómo re-encantarnos con nuestra vida volviendo los ojos a Cristo desde la sencillez y la austeridad en un mundo con sistemas económicos que dan la espalda a los más necesitados.
En muchos países se vive una situación política triste. La gente se siente defraudada por los políticos, no les creen. Los partidos y grupos de poder hacen malabares para buscar quien los represente y siempre llegan los mismos… Pareciera que ya no existen nuevos. Sube uno, baja otro. Divisiones internas, discursos de descalificaciones mutuas, lideres sin consistencia cayendo a la primera embestida.
Gobiernos dictatoriales de sello militar o civil y la hegemonía global de unos pocos nos han legado una crisis con la autoridad, una tremenda herida con quienes la ejercen Ocurre también por las divisiones internas y luchas de poder entre quienes hoy deberían servir y defender a los ciudadanos. Un rol tan relevante en nuestra sociedad es a diario maltratado.
¿Cuál es la raíz de este mal? Nuevamente la pérdida de sentido. Ya lo advierte el Papa al señalar que enfrentamos el mal de “una sociedad con una visión unidimensional donde el ser humano vale por lo que produce y consume”…
En esa visión materialista y reduccionista del hombre, no es de extrañar una ausencia de liderazgo que deja a los desvalidos como ovejas sin pastor. Cuestión transversal en el mundo moderno, que afecta a todas las instituciones, incluso a la misma Iglesia local.
El verdadero líder es paciente, servicial; no tienen envidia, no es presumido ni orgulloso; no es grosero ni egoísta, no se irrita, no toma en cuenta el mal, no se alegra de la injusticia; se alegra de la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera, porque el verdadero liderazgo se ejerce desde el amor y eso obliga a salir de sí mismo.
Es imposible que un ególatra pueda ser un verdadero líder. Por ello nuestra esperanza se vuelca a Cristo, verdadero líder, Camino, Verdad y Vida que sostiene la historia y desafía con su mensaje a quienes tienen la responsabilidad de reconocer en Él al líder por excelencia y en consecuencia, seguir su ejemplo y doctrina...
"El que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo." (Mt. 20,26-27)