La Sexualidad al servicio de la personalidad

16 de marzo de 2022

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Si preguntásemos a la mayoría de la gente sobre cuál es el punto en que más discrepan de la Iglesia, creo que sería claramente la Moral Sexual. Y, sin embargo, si nos fijamos bien, esta Moral contribuye decisivamente a la formación de personas maduras.

 

Le preguntan a Jesús: «Maestro, ¿cuál es el principal mandamiento de la Ley? Él le respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos pende toda la Ley y los profetas» (Mt 22,34-40). Es decir, toda la Moral Cristiana y por tanto también la sexualidad está al servicio del amor.

 

Y es que podemos comparar nuestra Moral con una ancha autopista por la que podemos ir tranquilamente por la derecha, el centro o la izquierda. Lo que no podemos hacer es irnos demasiado a la derecha o a la izquierda, porque corremos el riesgo de salirnos de la autopista y caernos por un precipicio.

 

En efecto, ya antes del nacimiento debemos respetar la vida del no nacido y evitar ese crimen abominable que es el aborto (cf. GS 51). Si no hay vida, no hay derechos, y la vida humana ha de ser en todo caso respetada. Conviene también que los niños nazcan en una familia monógama, estable y donde reina el amor. Educar humana y cristianamente es una de las cosas que llenan de sentido la vida.

 

En la adolescencia el adolescente se acerca poco a poco a la madurez tanto en la vivencia de la sexualidad como del amor, gracias a una serie de pasos sucesivos, en los que se ve favorecido o perjudicado según haya sido su ambiente familiar. En esta evolución primeramente su atención se dirige hacia sí mismo, tratando de formar su propia personalidad formándose una recta conciencia, pues sólo una conciencia bien formada es capaz de descubrir el verdadero sentido de la sexualidad y del amor; después hacia los otros, buscando inicialmente la amistad con los de su sexo, habiendo incluso una época de rechazo hacia el otro sexo, que le sirve como preparación para el encuentro más maduro con los del otro sexo, hasta que surge el sentimiento nuevo de estar enamorado y se escoja al cónyuge.

 

Cada uno de estos pasos tiene sus cosas bonitas, pero también sus problemas y peligros. La sucesiva evolución del amor no supone que debamos caer en una serie de desviaciones sexuales, y mucho menos que éstas ayuden a alcanzar un amor verdaderamente adulto, maduro. Desgraciadamente, hay muchos jóvenes que no tienen ni idea de lo que es el amor, por lo que es bueno que encuentren ayuda en sus intentos de entenderse a sí mismos, en sus afectos, emociones y experiencias. La afirmación de sí mismo no debe confundirse con el narcisismo y la masturbación, que son manifestaciones egoístas, ni la amistad con compañeros, tan importante en esta edad y que es uno de los grandes valores humanos, con la homosexualidad, ni la amistad y más adelante el noviazgo con persona del otro sexo con la prostitución y el amor libre. Estas desviaciones no sólo no significan progreso para la afectividad en lo psicológico y moral, sino que son un verdadero retroceso que impide o dificulta llegar a una heterosexualidad madura, adulta y generosa.

 

También se hace mucho daño a nuestros adolescentes cuando se les enseña a desvincular la genitalidad de la persona. No es satisfactoria la instrucción que les inicia sólo en los aspectos estrictamente técnicos, y mucho menos tendría legitimidad una labor de incitación, haciendo creer que hoy los métodos anticonceptivos permiten que se puedan mantener conductas sexuales sin que afecten a la persona. Esto, aunque muchos inicien en esta época su vida sexual activa, no deja de ser un error gravísimo.

 

El modo para ayudar es dar una buena orientación que le ayude a asumir el sentido de la sexualidad y le proporcione criterios positivos y adecuados al momento que atraviesa y a su realidad, sin abrumarle con culpabilidades. Esta orientación no se limita a una simple instrucción, sino que conlleva una educación sexual que le permita asumir reflexivamente los valores esenciales de amor, respeto y don de sí.

 

Para alcanzar el desarrollo psicosexual completo, no basta con estar informado, sino que se necesita el complemento de una preparación emocional adecuada, en la que se ha de tener en cuenta la edad, el sexo y el grado de madurez. La sexualidad es mucho más que la satisfacción de una necesidad, puesto que son condiciones indispensables para una buena vida sexual el que haya comunicación, capacidad de sacrificio y cariño en la relación, insistiendo en nuestra capacidad de amar y ser amados.

 

Todo esto significa que la madurez humana depende del uso que hagamos de nuestra libertad. Hay quienes saben aprovecharla poniéndola al servicio de la realización de valores y del amor, alcanzando así el desarrollo adecuado de su personalidad, mientras otros permanecen estancados en el egocentrismo.

 

 

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